[Resuelto]FanFic Brittana: Fue Un Beso Tonto (Adaptada) Epílogo

Capitulo 59

Dos meses después, Brittany jugaba en la playa de Benidorm con la pequeña Luna, que ya tenía casi nueve meses.

Después del accidente, y sin decir lo que realmente le pasaba a sus compañeros, excepto a Evans, pidió una excedencia de un año y se trasladó a la costa a vivir.

Cuando Sue supo que su nieta estaba embarazada, en un principio, se asustó. Pero al hablar con ella y ver que necesitaba descansar, recogió sus cosas y se marchó con ellas a Benidorm, para pena de April y del señor Figgins, que las añoraban todos los días.

En Benidorm la vida era fácil y tranquila.

Por la mañana Brittany paseaba con su abuela y la pequeña por la playa, y por la tarde, hasta que el sol se marchaba, bajaba ella sola a la playa o jugaba con Luna a hacer castillos en la arena.

La niña en ese tiempo parecía haberse relajado.

Desde que Brittany pasaba el día entero con ella, había normalizado hasta el sueño. Por las noches, le daba de cenar a las nueve y se dormía en su cuna.

Después, Brittany se tiraba en el sillón a leer, a ver una película o simplemente a pensar, mientras su abuela se marchaba con las amigas.

Pensaba mucho en Santana.

La añoraba cada instante del día.

Pero no había vuelto a saber nada de la morena.

Hablaba con Rachel todos los días, pero nunca le preguntó por Santana ni su amiga le hizo la más mínima mención.

El día en que Rachel le dijo que ella también se había sometido a un tratamiento para quedar embarazada y que había resultado y estaba embarazada, se alegró mucho por ellas.

Y sonrió al pensar en sus hijos juntos.

Sería maravilloso.

Pasado un tiempo, el embarazo de Brittany iba viento en popa.

Al principio pensó qué hacer al respecto, pero luego fue incapaz de tomar una decisión drástica.

Ya estaba de casi seis meses y aún se sorprendía cuando se miraba en el espejo y veía su redonda tripa crecer.






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Santana intentó centrarse en su trabajo.

Aunque se le cayó el alma a los pies cuando Quinn le dijo que Brittany se había marchado a vivir a Benidorm con su abuela y la niña.

Pensó en ir a buscarla.

¿Cómo no buscarla?

Pero lo habló con Quinn y esta le aconsejó que la dejara respirar.

Al final dominó sus deseos e hizo caso a su amiga.

Brittany se merecía un tiempo para pensar, y Santana no era quién para acosarla.

Por ello se limitó a pensar en la ojiazul y a recordar muchas de las cosas de las que Brittany le habló y que Santana desconocía.





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Una mañana, cuando Quinn se marchó a trabajar, Rachel y Brittany hablaban por teléfono.

Rachel le contaba sus sinsabores y lo mal que le estaba sentando el embarazo.

—¡Ay, Rachelcita! Yo creo que eres una lamentosa.

—¡Y una mierda lamentosa! Me encuentro fatal. Tan mal que estoy de baja y no paro de comer pepinillos en vinagre. ¡Pero joder! Si a mí los pepinillos no me gustan—se desesperó—¡Oh, Dios! Esto es muy duro, no sé cómo lo aguantas.

—A ver... espira... inspira...—bromeó Brittany—Los vómitos son normales al principio, pero verás cómo luego se pasan.

—Bueno, vale, si tú lo dices, te haré caso—suspiró sin fuerzas.

Quinn entró por sorpresa en casa; se le habían olvidado unos papeles que necesitaba, y la oyó hablar.

—A ver, Britt, escúchame. Si tu médico te ha dicho que la fecha del parto es para el diecisiete de agosto, yo intentaré estar ahí a partir del diez por si se adelanta.

Quinn se quedó paralizada.

¿Parto?

De pronto, su mente comenzó a trabajar con rapidez, unió varias conversaciones que había oído, blasfemó y lo entendió todo.

Brittany estaba embarazada.

¿Habría engañado a Santana?

Sentándose en la silla del recibidor continuó escuchando sin hacer ruido hasta que su mujer colgó.

En ese momento, decidido, se plantó delante de Rachel y rugió:

—A ver, MacGyver, ¿no tienes nada que contarme?

Rachel dio un respingo, pero al verle el gesto se quedó sin habla.

Quinn vio que a su mujer se le había comido la lengua el gato, y exigió una explicación:

—¿Qué es eso que he oído de embarazo y diecisiete de agosto? Porque si no recuerdo mal, tú fecha de parto es el 26 de diciembre.

—¡Oh, Dios!—gimió al sentirse descubierta—Britt me va a matar.

Rachel le contó a Quinn sobre el tratamiento que se había sometido Brittany con los óvulos de Santana y así poder quedar embarazada.

Quinn estaba alucinada con todo lo que le contaba su mujer.

—¡¿Te va a matar?!—gritó mirándola—No, preciosa, no. San me va a matar a mí cuando se entere de esto. Pensará que yo lo sabía y se lo oculté.

—No se lo irás a decir, ¿verdad? Por favor, dime que no.

—Lo siento, pero esto es algo tan importante que por supuesto se lo voy a decir.

Abriendo un bote de pepinillos que tenía al lado, Rachel blasfemó.

—¡Joder, cielo! ¿Cómo puedes no entenderlo? Es su decisión. Ella no quiere decirle nada. Maldita sea, ¿por qué has tenido que escuchar?

Atónita Quinn, la miró con intensidad y preguntó:

—¿Cómo puedes decir eso? ¿Acaso crees que si el caso fuera al contrario yo no querría saberlo?

—Ustedes no entienden nada. Nada—gritó Rachel señalándola con un pepinillo.

—La que no entiende nada eres tú. San va a ser mamá. Lleva meses destrozada por la ausencia de tu querida amiga y...

—Ella también está mal—aseguró Rachel.

—San adora, ama, enloquece y moriría por Brittany y Luna, y... ¡joder, cariño! ¡Va a ser mamá! Se merece saberlo, ¿no crees?

Quinn sabía que tenía razón, pero odiaba saber que por su culpa todo se había descubierto.

Finalmente dio un paso hacia su esposa y la abrazó.

Quinn, deseosa de contar aquella noticia a su amiga, le dio un beso en la punta de la nariz a su mujercita y mientras cogía las llaves del coche, dijo:

—MacGyver, ve preparando tu artillería más pesada porque cuando la doctora Pichón venga a por ti, yo no pienso intervenir—al ver que su morena la miraba boquiabierta, añadió—Y por tu bien y el de O’Neill, no le avises. Dejemos que entre ellas se cueza lo que se tenga que cocer.

Entonces Quinn sonrió y se marchó.

Por primera vez en su vida, Rachel no supo qué hacer.

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Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: decir que solo queda un capítulo + el epílogo.

Capitulo 60 - Final

Tras una estupenda mañana de sol y una buena siesta durante parte de la tarde, Brittany salió a dar su paseo con la niña.

La tarde era soleada y al llegar a la playa bajó el todoterreno de Luna a la arena, se quitó la chaqueta y la colgó en la silla de paseo.

—¿Quieres jugar con el cubo un ratito?—preguntó Brittany y la niña asintió con la cabeza.

Con una sonrisa de madraza que nunca se hubiera imaginado, Brittany se recogió el pelo en una coleta alta y se agachó para sacar a la niña del cochecito.

Después de besarle el cuello, algo que a la niña le gustaba, la soltó en la arena y esta comenzó a gatear como una loca por la playa.

—Ven aquí, pequeñaja—rió Brittany al cogerla y la niña se carcajeó.

Pero al final tuvo que soltarla.

Aquella pequeñaja cada día pesaba más y sus riñones se resentían con el peso.

—Por favor, Luna, no te comas la arena.

Mientras Brittany hablaba a la niña, sacó de la cesta del coche un cubo con dos palas, y sentándose junto a la pequeña, comenzó a llenarlo de arena.

—¿Quieres que cantemos mientras hacemos un flan?

La pequeña volvió a asentir con la cabeza y mientras Brittany cantaba, la pequeña la imitaba.

—... Pannnnn duro que se ponga durooooooo... pannnnnnnnnn duro que se ponga duroooooooooo...—cantaba Brittany, mientras la pequeña golpeaba con las palas el cubo para hacer un flan.

Cuando Brittany quitó el cubo, la pequeña al ver la figura, sonrió...

—Oh... qué flan más chulo—rió Brittany, y la pequeña aplaudió.




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Desde el paseo marítimo, Santana las observaba sentado en un banco.

¡Iba a ser mamá y aquella cabezona se lo pensaba ocultar!

Durante el viaje pensó cómo afrontar aquello.

¿Debía enfadarse con Brittany o intentar ser amable?

Pero ahora que tenía ante ella lo que más quería y añoraba en el mundo, supo que no quería enfadarse.

La adoraba.

La amaba y necesitaba que la rubia sintiera lo mismo.

Pero un extraño sentimiento de temor creció en Santana.

¿Y si Brittany ya no la amaba?

Sin poder quitarle la vista de encima, se emocionó con las sonrisas que esta le mostraba continuamente a la pequeña y disfrutó de lo preciosa que estaba su inspectora con su típica coleta en lo alto de la cabeza, los piratas blancos y la camiseta rosa.

Cuando el día anterior Quinn le contó lo que había oído, en un principio se quedó sin habla.

¡Brittany embarazada!


Pero después de hablar con Rachel y de que ella le confesara la verdad no había marcha atrás.

Se había sometido a un tratamiento para quedar embarazada.

¡Y con sus óvulos!

Solo para darle una sorpresa a la morena y tener un hijo juntas.

¿Qué prueba más grande de amor quería?

¿Iba a ser mamá?

Iría a por la ojiazul y conseguiría que la escuchara.

Necesitaba que volviera con ella.

Por ello, sin apenas dormir cogió el coche y se fue a Benidorm.

Localizó la casa donde vivían, esperó con paciencia y nerviosismo a que Brittany saliera del portal y la siguió.

Durante un buen rato las observó.

Estaba tan nerviosa por tenerlas ante ella que apenas podía reaccionar.

Finalmente, recuperó su aplomo y su determinación y se levantó del banco.

Sin quitarse las deportivas, bajó a la playa y comenzó a andar hacia ellas.

Se moría por besar a Brittany.

Es más, se había prometido no regresar a Madrid sin ella.

Mientras se acercaba las observó jugar con el cubo, hasta que de pronto Brittany levantó la cabeza y la vio.

«¡Mi madre!... Santana», pensó e instintivamente se llevó la mano a la tripa como para proteger al bebé.

Brittany no podía dejar de mirarla mientras tragaba con dificultad.

Santana estaba muy atractiva a pesar de que escondía sus preciosos ojos negros tras sus típicas gafas de aviador. Tenía el pelo más largo que la última vez que la vio.

Iba vestida de sport, algo raro en la morena, con un pantalón negro y una sudadera celeste.

Con los nervios a flor de piel, Brittany se levantó del suelo.

Santana, ya más cerca, pudo comprobar su avanzado estado de gestación.

Estaba más guapa que nunca.

—Hola—saludó desconcertada Brittany con la mano.

Le temblaba todo, incluidas las pestañas.

—Hola, chicas.

La niña, al verla, gateó hacia la morena.

Santana observó cómo esta corría que se las pelaba en su gateo, la cogió y la besó.

¡Cuánto había echado de menos a aquella pequeñaja!

Al llegar junto a Santana, la cogió y la besó en la nariz.

—¿Cómo está mi chica preferida?

Luna chilló y poniéndole morritos la dio un beso.

Encantada y enternecida, Santana la besó en el cuello y la niña, como era de esperar, se moría de risa.

—¿Qué haces aquí?—preguntó Brittany, sentía que la tensión iba a matarla.

—Si te dijera que pasaba por aquí, no me creerías, ¿verdad?

Brittany negó con una sonrisa nerviosa.

—Entonces te diré la verdad. He venido a por ustedes, porque no puedo vivir sin ti.

Brittany suspiró y se retiró el flequillo.

Iba a comenzar a hablar, pero con un movimiento Santana le ordenó callar.

Dejó a la pequeña en el suelo y acercándose a Brittany, le susurró:

—Estás muy guapa, inspectora.

Su voz.

Aquella voz ronca que tanto había extrañado, ahí estaba.

—Necesitas gafas—bromeó Brittany—Estoy reventona.

—Yo te veo preciosa como siempre—y clavando la mirada en la incipiente barriga, preguntó directamente—¿Cuándo me lo ibas a decir?

Brittany la miró, pero no contestó.

Se había quedado sin palabras.

Había pensado cientos de veces en aquel momento, pero ahora que había llegado, no sabía qué responder.

Al final Santana dijo:

—Me he vuelto loca pensando en ti y en lo mucho que las echaba de menos a las dos. Nada es igual sin ti, sin tus sonrisas, sin tus palabras de alto impacto, sin tu amor. ¿Sabes?

Brittany la miró.

—He podido aguantar este tiempo de soledad gracias a tus consejos.

—¿De qué hablas?—susurró confundida y feliz por tenerla ahí.

—Durante tu ausencia, he intentado aprender a vivir. He conocido a tus amigos los pingüinos del Faunia; los visité en varias ocasiones y al permanecer sentado en la oscuridad durante horas, comprendí lo mágico y especial que es aquel lugar.

Brittany sorprendida la miró.

—Visité el parque de atracciones y probé las que me dijiste. Y aunque casi muero del infarto, reconozco que me vino muy bien para soltar adrenalina—rió Santana—También he visto la película Posdata: Te quiero tres veces. Y ahora entiendo por qué decías que la tenía que ver y que a todas las mujeres nos gusta esa película. Ese Gerard Butler, es muy divertido y ocurrente. Y yo no.

—Tú no eres aburrida—sonrió Brittany al escuchar emocionada aquella confesión.

—Sí, cariño, soy aburrida, muy... muy aburrida. Me he pasado la vida trabajando y me he perdido muchísimas diversiones, muchísimas cosas. Pero gracias a ti, he comenzado a conocerlas. Ahora sé que el helado de chocolate tiene distintos sabores. Que las trufas de la pastelería Mallorquina son fantásticas. Y todavía no paro de sorprenderme por la cantidad de cosas curiosas que uno puede encontrar en el Rastro de Madrid un domingo por la mañana.

Incrédula por todo lo que Santana le contaba, sonreía como una tonta, mientras sentía unas tremendas ganas de llorar, pero no de tristeza, sino de felicidad.

—Ah... Busqué en YouTube el vídeo que me dijiste del cantante inglés Robbie Williams con Nicole Kidman, el de Something Stupid, y me encantó. Es divertido y diferente y ahora entiendo por qué te gusta tanto... es más, recuerdo que cuando me hablaste de ese vídeo me dijiste que...—comenzó a quitarse la sudadera y subirse la polera mientras el daba la espalda y Brittany chilló al ver el precioso tatuaje.

—¡Mi madre! Pero San, cariño, si a ti no te gustan los tatuajes—dijo al ver que lucía en su espalda baja un tatuaje de un cruz.

—Una vez te dije que no me gustaban las hamburguesas, pero sí la chica que me invitaba. Y si este tatuaje, mi querida O’Neill, te hace ver que por ti soy capaz de ir a la luna y traértela, me hará feliz. Porque no pienso desistir ni ahora ni nunca en mi empeño en que me quieras porque yo, cariño mío, no puedo vivir sin ti, mí Britt-Britt.

Brittany no se lo podía creer.

Santana le estaba diciendo las cosas más preciosas que ella nunca esperó oír.

Estaba tan emocionada que apenas podía moverse.

Parecía que le habían pegado los pies a la arena.

—¡Ay, Dios! Cuando tu mamá vea esto, me odiará.

—Mi mamá está deseando que mi mujer y sus nietos la perdonen. Porque tú eres la mujer que yo quiero. Mi mujer. Y Luna y el bebé que crece en tu interior son mis hijos. Y no permitiré que nadie diga lo contrario, porque los adoro tanto como a ti.

Sin poder contenerse más, Santana se acercó a Brittany y cogiéndola por la cintura la atrajo hacia ella, y con una dulzura exquisita la besó.

Hechizada, conmovida por aquella preciosa declaración y enamorada, le respondió mientras Santana le susurraba con amor:

—O’Neill, me encantan tus besos tontos.

Luego separándose de Brittany, sacó del bolsillo del pantalón un Mp3, le puso en el oído uno de los auriculares y la morena se puso el otro, y luego le dio al play.

Comenzó a sonar la canción Something stupid.

—Cariño, ¿bailas conmigo?

Brittany incrédula, la miró.

Pero Santana sin esperar a que contestara, la besó en el cuello, le tomó las manos, se las puso sobre su cuello y comenzó a moverse junto a la rubia mientras le susurraba al oído:

—La primera vez que te vi y me besaste, sonaba esta canción en la voz de Sinatra y ahora, gracias a ti, me gusta más esta versión por muchas cosas. Y una de ellas es que quiero prometerte lo mismo que dice la canción.

Brittany emocionada la miró y Santana prosiguió:

—Intentaré sorprenderte todos los días para que nuestra vida sea especial. Intentaré que las estrellas se vuelvan rojas y la noche azul, pero en nuestro caso yo no arruinaré todo cuando te diga algo estúpido como «te quiero».

Entonces Brittany reaccionó.

Y tras posar sus labios sobre los de Santana y ver que sonreía, dijo agarrándola con amor:

—Cariñito, te estaba buscando para bailar nuestra canción.

Divertida, Santana recordó aquel primer día en que Brittany le dijo aquello, la miró, y feliz por saber que de nuevo volvían a estar unidas, apretándola llena de pasión contra ella, dijo:

—¿Por qué has tardado tanto, O’Neill?

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Epílogo

El siete de noviembre, cuando la dulce y pequeña Susi tenía casi tres meses y su hermana Luna ya había cumplido un año, en casa de Santana López-Pierce se celebraba una enorme y bonita fiesta.

Aquella mañana, Santana y Brittany habían contraído matrimonio y la morena todavía no se lo podía creer.

Su vida con Brittany era plena y feliz, y a pesar de que discutían cada dos por tres, no podía vivir sin su Britt-Britt.

Después de un banquete opíparo, todos bailaban en el enorme salón los ritmos que Brittany y los invitados ponían.

—Oy... oy... oy... ¡No quiero ni pensar en lo que tiene que ser limpiar esta casa todos los días!—dijo April a Sue y a Maribel, quienes, tras limar primeras asperezas, se llevaban bien aunque Maribel aún se asustaba de las cosas que a veces decían.

—Bueno es Horacio quien mantiene la casa tan estupenda—respondió Sue en un tono de voz que a su amiga April le dijo mucho.

—¡Ay, Sue, Suesita, Sue! No me lo digas que te lo noto en los ojuelos—susurró April riéndose—¿Qué hay entre Horacio y tú?

Maribel se sorprendió.

—¡Bendito sea Dios! ¡Qué mentes más calenturientas!—rió Sue, pero al cruzar una mirada con Horacio, que en ese momento bailaba con Brittany, dijo en un susurro—Horacio y yo solo somos amigos. Es un hombre tan correcto y caballeroso que es imposible no llevarse bien con él.

—En eso te doy la razón, Sue—rió Maribel—, Caballeroso es un rato.

—¿Huele también a Varon Dandy como tu difunto Gregorio?—preguntó April y todas rieron.

—Calla, canalla, si no quieres que yo te pregunte a qué huele Pedro—cuchicheó Sue ante la cara de incredulidad de Maribel, la hija de aquel.

—¿Mi papá? ¿Hablan de mi papá?

—Oy... oy... oy...—rió April mirándola—Tranquila, hermosa, y no pienses nada raro. Que tu papá es mucho Pedro, pero yo soy mucha April.

Todas rieron.

—Por cierto, alma cántaro, ¿a que huele el señor Figgins?

Maribel se quedó sin habla.

—No sé por qué me da que entre ustedes existe algo más que una simple amistad.

Con coquetería Maribel se colocó el pelo y susurró en petit comité:

—A Brumel, y como dice él, mejor cuanto más cerca.

Las risotadas de aquellas tres mujeres apenas se oyeron por los decibelios de la música.

Quinn y Santana, apoyadas en el quicio de la puerta, controlaban a las niñas y miraban felices bailar a sus mujercitas con sus compañeros.

—¡Vaya con Terminator! A pesar de su tripilla sigue con mucha marcha—dijo Santana a su amiga mientras disfrutaba de su mujer y no le quitaba ojo.

—Uf... no sabes tú bien la marcha que tiene mi mujercita—rió Quinn; luego levantó la copa y brindó con Santana—Doctora Pichón, desde hoy eres oficialmente una mujer casada.

—Felizmente casada y con unas hijas preciosas—brindó emocionada.

En ese momento sus chicas se acercaron hasta ellas y las besaron.

Quinn le ofreció una silla a Rachel, que sentándose dijo:

—¡Oh, Dios! Llevaba tiempo sin bailar tanto. ¡Cómo me gusta Chenoa!

—Descansa un poco, Terminator, o me vas a dar la noche—bromeó su esposa.

Pero Rachel puso los brazos en jarras y gritó:

—¿Qué has intentado dar a entender?

—Nada, cariño—suspiró Quinn y miró a Santana, que sonrió.

Malhumorada y como una olla a presión, Rachel se levantó y antes de marcharse, dijo:

—Es que... es que... a veces no te soporto, doctora.

—Pero bueno, ¿qué les pasa?—preguntó Brittany.

—Las hormonas la tienen descontrolada—resopló Quinn.

Santana dio un rápido beso a su preciosa mujer y le susurró:

—Anda, ve a ver qué le pasa a Terminator antes de que se haga el harakiri.

Brittany se marchó y Santana oyó los grititos de la pequeña Luna.

—Mami—gritó la niña.

Con rapidez, Santana la cogió.

—¿Quieres bailar, princesa?

—Chi...—dijo la niña y ante la mirada divertida de su amiga, Santana comenzó a bailar con la niña.




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Mientras tanto, en el baño Brittany y Rachel hablaban.

—Esa Lady Di de pacotilla ha querido dar a entender que esta noche ronco como un hipopótamo.

—Bueno yo no he entendido eso—sonrió Brittany feliz.

—Piensa mal y acertarás… La próxima en quedar embarazada será ella—asintió Rachel, tocándose la barriga.

Llevaba un par de días molesta y eso la hacía estar de mal humor.

—Pero mira que eres mal pensada, so... gorda—rió Brittany retirándole el pelo de la cara con cariño—No seas tonta y no discutas. Sé de lo que hablo porque hasta hace unos meses yo estaba en la misma situación que tú.

Consciente de lo histérica que estaba, Rachel sonrió y susurró:

—Ay, reina, tienes razón. Mi pobre doctora se preocupa por mí y yo soy una auténtica petarda, ¿verdad?

—Bueno sí. Tremendamente petarda, y ahora ayúdame y sujeta la cola del vestido de novia, que tengo la vejiga a punto de reventar.

—Oh, habló doña vejiga generosa—se guaseó Rachel.



Cinco minutos después, y mientras las dos se peinaban en el baño, entró Sugar, la oficial nueva y tras pintarse los labios y reír un rato con ellas, dijo:

—¿Se pueden creer que Artie, el muy idiota, me ha dicho delante de Evans y compañía que por qué hablo tanto con Rory?

—¿Te ha dicho eso?—preguntó Rachel y la otra asintió.

—Es que Sugar, hermosa—sonrió Brittany—, El doctor Rory Flanagan es mucho doctor.

—Es un cañón de tío—asintió Sugar peinándose.

—Uf... reina—apuntilló Rachel—, Eso solo quiere decir una cosa: ¡Nuestro Artie está encelao!

Se rieron todas y Sugar se marchó.

Justo cuando iban a salir del baño, Rachel se miró los pies y con un gesto de verdadero terror gritó:

—¡Ay, Dios mío! Me estoy meando encima y no puedo cortar el chorro.

Brittany miró al suelo y vio un charco cada vez más grande.

—A ver... espira... inspira... espira... mientras voy a buscar a Quinn y te llevamos inmediatamente al hospital.

Pero antes de que pudiera dar un paso, Rachel la agarró y con gesto de terror chilló:

—¡Ni se te ocurra! Hoy es tu boda y no quiero perdérmela.

—No digas tonterías—rió Brittany al oírla.

Pero cuando volvió a intentar marcharse, Rachel de nuevo la retuvo.

—Noooooooooo—comenzó a gemir—Yo no quiero ir al hospital... seguro que me va a doler muchooooooooooo.

—Cielo, relájate—se conmovió Brittany—Piensa que eres como un huevo Kinder y el regalo ya va a salir.

—Nooooooooo—y mirándola gritó de pronto—Oh... ¡mierda!... qué dolor... ¡Qué dolor!

Después de conseguir soltarse de un tirón, Brittany salió hasta la puerta y alertó a su esposa y Quinn de lo que ocurría.

Al final fue Santana quien llevó el coche. Quinn estaba más nerviosa que Rachel y si conducía que ella, se estrellarían por el camino.


Cuando llegaron al hospital, Quinn no se dejó amilanar por las amenazas de su mujer, que no quería entrar ahí, y la acompañó al paritorio.




Dos horas después, tras un parto rápido, y cuando todos los de la fiesta habían llegado, salió con cara de tonta, vestida de verde y con un precioso bebé blanquito y de pelo negro en las manos.

—Este es Blaine y ¡soy mamá!—gritó y todos comenzaron a aplaudir.





Dos horas después, todos habían pasado por la habitación de Rachel para besarla y darle la enhorabuena.

Brittany entró y la encontró con la sorpresa de su huevo Kinder en los brazos.

—¡Mi madre! Rachelcita, este niño es el vivo retrato de Montoya.

—Anda, cállate, so tonta—rió Rachel, y después de besarla dijo—Tenía razón la gitana de Ibiza. El año pasado fue nuestro último año de solteras y sin hijos.

Brittany asintió con una sonrisa, y entonces se abrió la puerta de la habitación y entró la orgullosa mamá junto a Santana.

—Cielo, como ya ha pasado todo el mundo a verte, ahora vas a descansar—dijo Quinn mirándola con cariño—¿Ves cómo me ibas a dar la noche?

Rachel sonrió a su esposa y la besó.

Adoraba a aquella doctora.

—Bueno, tortolitas, nosotras nos vamos también—se despidió Santana con una sonrisa.

—Disfruten su noche de bodas. Hoy que están solitas y sin niñas en casa, ¡disfruten!—se mofó Quinn.

—Te aseguro que la disfrutaré—asintió Santana con una sonrisa divertida mientras Brittany y Rachel se despedían.



En el coche, las recién casadas reían de felicidad por el curioso día que habían pasado.

Al llegar a su casa, donde ya nadie estaba, Santana se dirigió a la cocina mientras Brittany ponía música.

Santana descorchó una botella de champán, cogió dos copas y las llenó.

Vio llegar a su flamante mujer hasta ella, la cogió como a una pluma, la sentó aún vestida de novia encima de la encimera de la cocina, y mientras le ofrecía una copa, dijo:

—Brindo por ti, inspectora O’Neill. Porque siempre me quieras como me quieres y porque nuestra vida juntas sea larga y feliz.

Brittany la besó.

La adoraba como a nadie.

Levantó su copa, la miró con gesto pícaro y dijo:

—Yo brindo por ti, doctora Pichón. Porque siempre me quieras como me quieres y porque Dios te pille confesada como se te ocurra dejar de quererme.

Santana rió divertida y encantada.

Atrayéndola hacia ella, la besó con toda la pasión y el amor que sentía, mientras sonaba Something stupid y comenzaba a hacerle con delicadeza el amor.

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Hola, aquí el final de otra linda historia. MUCHAS GRACIAS, a todas las personas que se dieron el tiempo de leerla y mas aun de comentarla!

Ya subo el prólogo de la siguiente!

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