[Resuelto]FanFic Brittana: Fue Un Beso Tonto (Adaptada) Epílogo

Capitulo 54

Confundida por lo ocurrido, consiguió reaccionar, se puso el abrigo y sin mirar atrás salió del hotel.

Comenzó a andar bajo la lluvia a paso rápido por el paseo del Prado.

Necesitaba soltar adrenalina y despejarse.

¿Por qué Santana la había humillado así?

El enfado que llevaba era tal que, sin importarle la lluvia que caía, caminó durante horas hasta que finalmente cogió un taxi y le pidió que la llevara hasta Somosaguas.

Se bajó en la calle donde vivía Santana y cuando el taxi se alejó, Brittany miró la enorme valla que le impedía acceder y pensó «¿qué narices hago yo aquí?».

Consciente de que el impulso de ir a casa de Santana había sido una tontería, miró a su derecha y vio una parada de autobús sin marquesina.

Sin importarle el empape total del precioso vestido largo, del abrigo y toda ella, se sentó en el banco que había junto a la parada y decidió esperar el autobús.




Media hora después, rodeada de una oscuridad total y como un pollo empapado tiritaba de frío.

De pronto sintió que algo frío le tocaba las manos. Al bajar los ojos, se encontró con la mirada alegre de Bronco.

—¡Hola, guapetón! ¿Qué haces aquí con la que está cayendo?—le saludó y entonces vio a Horacio acercarse con un paraguas.

—¡Por San Fergus! Pero ¿qué estás haciendo aquí, Brittany?

Al ver la tierna mirada del hombre, Brittany sin saber por qué, comenzó a llorar.

Sin perder un segundo, él la levantó del banco y se la llevó. Pero cuando ella vio que la llevaba hacia la casa de Santana se negó.

Finalmente, Horacio la metió en su casa.





Media hora después consiguió convencerla de que se diera una ducha caliente para entrar en calor.

Con rapidez, Horacio fue hasta la casa de Santana y cogió algo de ropa para ella.

Al entrar en el baño de la señorita, le preocupó ver el neceser y algunas ropas de Elaine, pero cogió un pantalón y una sudadera de Santana, y no de aquella mujer, y regresó a su casa.

—Brittany—llamó a la puerta del baño—, Te dejo encima de la cama algo de ropa seca de la señorita. Te estará un poco pequeña, pero de momento te valdrá. En cuanto a la ropa interior, es tuya. Te la dejaste la última vez que estuviste aquí.

—Gracias, Horacio. Eres un sol—respondió con un suspiro.




Quince minutos después, mientras el hombre preparaba café, Brittany apareció ante él vestida con la ropa que este le había dejado.

Como él dijo y ella sabía, le quedaba un poco ajustada.

Pero lo peor no era eso.

Lo peor en ese momento es que olía a Santana.

—Anda, muchacha, siéntate y tómate ese café caliente. Se te habrá congelado hasta el alma.

En un silencio total, ambos tomaron café mientras sonaba de fondo música clásica.

—De verdad, Horacio. Muchas gracias por atenderme en tu casa.

En un gesto protector, él le tocó con cariño la mano.

—Lo que no entiendo es qué hacías ahí afuera empapada y muerta de frío. Si no hubiera salido con Bronco a dar su paseo, todavía estarías ahí. ¿Por qué no has llamado?

—No quería molestar.

Horacio con gesto cariñoso la miró y dijo:

—Brittany, tú no molestas. Para mí es una alegría tu compañía.

—Horacio, hoy Santana me invitó al evento del hotel Ritz, pero...

—No tienes que contarme nada. Solo necesito que recuperes tu sonrisa y no vuelvas a llorar—dijo tocándole la cara.

Brittany sonrió por primera vez en horas y Horacio se lo agradeció.

—Ahora podemos hacer tres cosas. La primera, llamar a Santana y decirle que estás aquí.

Ella negó con la cabeza.

—La segunda, llamar a un taxi para que te lleve de regreso a tu casa, o la tercera, preparar la cama de invitados y que duermas aquí.

—La segunda opción sería la más acertada, pero mi abuela se preocupará. Mejor llamaré a Rachel, ella vendrá a recogerme—susurró con tristeza—No llames a Santana, no creo que le haga ilusión saber que estoy aquí.

—Oh, no digas eso. La señorita seguro que está preocupadísima por ti.

—Lo dudo—dijo cogiendo el teléfono—Tu señorita está muy ocupada con su ex mujercita.

Horacio se tensó mientras ella llamaba a su amiga Rachel para que fuera a buscarla.

Comenzó a planear por su cabeza el miedo de que su señorita Santana volviera con aquella horrible mujer y se olvidara del encanto de Brittany.

—No te preocupes, Brittany—dijo al verla colgar el teléfono—Santana es inteligente y...

—Regresará con su mujer—concluyó Brittany con rabia.

En ese momento desde el interior de la cabaña de Horacio se oyó llegar un coche.

Con curiosidad los dos miraron ocultos por la cortina de la ventana. A Brittany se le tensaron los músculos cuando vio que en el coche de Santana, Elaine la acompañaba.

Se sentaron de nuevo ante la mesa, Horacio se sirvió un vaso de whisky y ofreció una copa a Brittany; ella aceptó y luego repitieron.

—No me lo puedo creer...—resopló Horacio, incapaz de creer que Santana prefiriera a aquella estúpida y no a la maravillosa mujer que bebía ante él.

—Créetelo, ahí la tienes—resopló Brittany, echándose una nueva copa.





Una hora después, entre los dos se habían ventilado casi la botella de whisky escocés y estaban un poco afectados.


—Estoy por subir a su puñetera casa de diseño... hip... y decirle a la guarra esa que aparte sus manos de mi novia... hip... porque ¿sabes, Horacio? Esa morenaza que hay ahí enfrente hasta hace pocos días se empeñaba en querer ser mi novia. Pero por lo visto, cuando me convenció... hip... y consiguió hacerme cambiar de parecer, dejó de ver la magia que veía en mí. ¡La muy cabrona!

Horacio rió a carcajadas.

En ese momento sonó el portero de la entrada.

—Esa es Rachelcia—rió Brittany.

Horacio cogió un paraguas y salió a recibirla.

Cuando Rachel entró en la casita de madera y vio el estado en que se encontraba Brittany, se puso las manos en las caderas y dijo:

—¡Vaya melocotón que llevas encima, reina!

—Hola, Rachelcita... hip... ¿Quieres una copichuela?

—No, reina. Creo que ya has bebido tú por las dos—y volviéndose hacia Horacio lo saludó—Buenas noches, Horacio.

—Buenas noches, señorita Rachel.

—¡Qué coño señorita Rachel!—se quejó Brittany mientras se servía otro vaso de whisky—Llámala Rachel, o futura señora Fabray... ¡Hip!... Eso es suficiente, ¿verdad, Rachecita?

—Por supuesto, Britty—sonrió ella quitándole el vaso y sentándose a su lado—A ver, ¿me puedes explicar qué ha pasado?

—Que te lo explique Horacio que a mí me da la risa—dijo aquella bebiéndose el vaso de él mientras cambiaba la emisora de radio—¡Mi madre!... ¡Cómo me gusta esta canción!—gritó Brittany mientras comenzaba a bailar y cantar a grito pelado...






—Pss... baja la voz o la oirán en toda la urbanización—señaló Horacio.

Pero esta sin hacerle caso siguió cantando y bailando.

—Madre mía, pedazo de tajá que te has pillado, compañera—rió Rachel al ver a su amiga tan borracha y divertida bailando.

—La encontré empapada y muerta de frío en la parada del autobús de la urbanización—dijo el hombre mirándola—Según me ha dicho, usted la dejó en el hotel Ritz, pero no llegó a entrar en el salón.

—¿Por qué no has entrado al Ritz?—preguntó Rachel mirándola.

—Entrar... entré... pero la doctora Pichón... cuando me vio... Hip... pasó de mí y se fue con la glamurosa y siempre elegante Elaine. Eso sí—dijo cogiendo la botella de whisky—, Me dejó tirada como a la pobre Dolores. ¡Qué pena... mi perra!... Lo que tuvo que sentir la pobre.

—¿Quién es Dolores?—preguntó Horacio, pero antes de que Rachel respondiera, lo hizo Brittany.

—Mi preciosa pastora de Massachusetts. Esa por la que Bronco se engorila cada vez que la traigo...

Y volvió a cantar:





—Britt, por Dios, trae la botella—gruñó Rachel quitándosela—Bebes más que un fregadero.

En ese momento sonaron unos golpes en la puerta y antes de que nadie pudiera hacer nada, la puerta se abrió y Santana, con gesto ceñudo, se quedó mirándolos.

—¡Mi madre!... ¡Hip!...si es la doctora Capullo en persona—dijo Brittany que continuó bailando.

—Horacio, ¿qué es esto?—preguntó Santana sin poder apartar la mirada de Brittany, que continuaba cantando.





—Disculpe, señorita. Encontré a la señorita Brittany bajo la lluvia y... y...

—Me llamaron a mí para que viniera a recogerla—finalizó Rachel, que agarró a la loca de su amiga y comenzó a ponerle una cazadora que traía—Vámonos, Britt, tengo el coche fuera.

Pero Brittany, con la vista clavada en Santana, le gritó:

—Eres una maldita hija de... ¡Hip!... ¡Oh, Dios! No voy a decir una palabra de alto impacto... bueno, sí, ¡qué coño! Eres una maldita hija de puta. ¿Y sabes por qué? Porque te empeñaste en hacerme creer que debía confiar en ti, en arriesgarme por ti, en dar una oportunidad a lo nuestro, y cuando has conseguido que yo... ¡Hip! baje mis defensas, me das sin ninguna pena una fuerte patada en el culo...

—No es eso, Britt... yo...—intentó hablar Santana, pero la rubia le interrumpió.

—¡Yo te quería, maldita imbécil!—gritó con gesto tosco—Y por ti hubiera sido capaz de ir al polo norte y volver descalza, pero ahora... ¡Hip!... no iría por ti ni a la puerta del Carrefour en rebajas.

Sin saber por qué aquel comentario hizo sonreír a Santana, y sintió que la sangre de su cuerpo se calentaba como hacía días que no sucedía.

—Cállate, reina, y vámonos. No merece la pena hablar con ella—susurró Rachel, que vio aparecer a la imbécil de su ex.

En ese momento entró Elaine que gritó con mal gesto:

—¡Quita, chucho asqueroso!—dio una patada a Bronco—Pero ¿qué hacen estas mujeres aquí, mi amor?—gritó al verlas—Horacio, tú eres tonto—gritó—¿Cómo has podido dejar entrar a esta gentuza en casa?

El hombre fue a responder, pero Brittany, escapándose de las manos de Rachel, bramó:

—Ah, no... ¡Hip!... esto sí que no. No te permito que tú so... so guarra, les hables así a mi Horacio y mi Bronco—y antes de que nadie pudiera hacer algo, le dio tal bofetada que la estampó contra la pared.

Santana acudió enseguida en ayuda de Elaine, y Brittany dijo:

—Tranquilita, guapa. Tu amor te consolará—y volviéndose hacia su amiga que contenía la risa dijo—¡Mi madre, Rachelcita! ¡Qué bien me he quedado con el soplamocos que le he zumbado!

—¡Te has vuelto loca!—gritó Santana asiéndola del brazo.

—Suéltame, CAPULLO, si no quieres recibir tú también.

Pero de pronto Elaine gritó, dejándolos a todos boquiabiertos.

—¿Qué haces aquí? Tendrías que estar trabajando el resto de la noche. Parrocha me aseguró que...

—¿Parrocha?—preguntó Rachel—¿De qué conoces tú a Andrés Parrocha?

Brittany la miró y miró a Santana.

Ahora entendía todo el acoso a que aquél la había sometido aquel día.

—¡Me cago en tu papá, en tu mamá y en tós tus antepasados, so... asquerosa!—gritó Brittany ofendida.

De pronto, Elaine se percató de que se había ido de la lengua y huyó hacia la casa de su ex.

Tendría que dar muchas explicaciones.

—Esto es increíble—murmuró Rachel atónita por lo que había oído.

—¡Qué fuerte!—rió con amargura Brittany al ver a Santana con gesto confuso—Por cierto, ricachona, rechazo la idea de que me hagas una cabaña junto a la de Horacio y me contrates de segurata. Si aquí la menda lerenda tiene que velar por la seguridad de esa pedorra, me la cargo antes que cualquier chorizo.

Santana estaba tan confundida por todo que solo pudo susurrar con suavidad.

—Maldita sea, Britt. ¿Quieres comportarte?

—No... no me sale del mismísimo asunto—y tras pestañearle con gracia, se agachó para besar a Bronco.

—Santana, olvídate de que se comporte—intervino Rachel—Con la cantidad de alcohol y pólvora que lleva en el cuerpo, O’Neill es más inflamable que las Fallas de Valencia. Te recomiendo que cierres el pico y nos dejes marchar antes de que se le encienda la mecha y te carbonice hasta las ideas.

Santana asintió.

La jerga que ellas utilizaban en ocasiones para hablar, era tan... tan descriptiva que era imposible no sonreír.

Con sus ojos negros observó cómo Brittany, tirada en el suelo, hablaba a Bronco con su típica fuente rubia sobre la cabeza.

En ese momento algo en Santana se rompió dando paso a una desesperada inquietud por retenerla junto a ella.

—Tengo que hablar con ella, Rachel.

—¡Oh, no, Santana! No es buena idea—señaló esta.

—Mira, idiota...—bufó Brittany levantándose—¡Hip! Yo nunca olvido una cara, pero contigo voy a hacer una excepción y la voy a olvidar. Por lo tanto te aconsejo que te olvides de que existo, como has hecho esta tarde cuando me has visto en el Ritz. ¿Me has entendido o te lo repito en chino?

Dolida por lo que acababa de oír, Santana miró a Rachel, que le devolvió la mirada con un gesto serio y se encogió de hombros.

Antes de que Santana pudiera decir nada, retiró a Brittany de su lado y dijo:

—Horacio, nos vamos antes de que aquí pase algo peor.

—Las acompañaré hasta el coche—dijo el hombre.

—Britt-Britt, yo...—comenzó a decir Santana, pero esta la cortó.

—Si algo me ha quedado claro es que los dioses, los todopoderosos como usted, señorita López, no cumplen las promesas... ¡Hip!...—y tocándose la ropa prosiguió—En cuanto a la ropa que llevo se la haré llegar limpia y desinfectada, no vaya a pegarle algo. Pero tras eso, no quiero volver a tener nada que ver con usted. ¡En mi vida!

Acompañadas por un serio y preocupado Horacio, salieron de la cabaña sin mirar atrás.

Llegaron al coche bajo el terrible aguacero que estaba cayendo y Rachel se metió en él para esperar que su amiga y el anciano se despidieran bajo la lluvia.

—Te voy a echar mucho de menos—dijo el hombre mientras aquella mujercita le abrazaba y contenía el llanto.

—Tanto como yo a ti. Pero no te preocupes, a mí siempre me vas a tener. Tienes mi número de teléfono, ¿verdad?

Horacio asintió.

—Yo tengo el tuyo. Te llamaré.

Tras una triste mirada por parte de los dos, Brittany se metió en el coche, y le tiró un beso cuando Rachel arrancó.

No muy lejos, Santana, hundida y enloquecida por lo que ella sola había propiciado, los observaba y maldecía.

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Pd: Me cambiaron el horario otra vez xD asik así serán las actualizaciones (aquí son las 12:20 a.m):

-Lunes, Martes, Jueves y Viernees: 12:00 am
-Miercoles, Sabado y Domingo: igual que siempre.

Capitulo 55

El mes de enero pasó y con él las angustias y los llantos.

A pesar de su fortaleza y de su fuerza interior, Brittany tuvo momentos en los que las fuerzas le fallaron.

¿Cómo podían haberle pasado tantas cosas en tan pocos meses?

Primero, la muerte de Susi, la consiguiente maternidad de Luna y, finalmente, la ruptura con Santana.

Todos aquellos sentimientos revueltos la hacían morir de tristeza.

Sue sentía el pesar de su nieta e intentó hablar con ella, pero fue inútil.

Brittany se había cerrado en banda y no había forma de hacerla entrar en razón tras su ruptura con la doctora.

Santana llamó un par de veces después de su último encuentro con Brittany, pero Sue, consciente de cómo el humor de esta empeoraba cuando llamaba, al final, con todo el dolor de su corazón, le pidió que desistiera.

Cuando Brittany se ponía así, nada se podía hacer.

Durante ese mes, la pequeña Luna lo pasó fatal con la boca.

Los dientes se empeñaban en salir todos a la vez y lloraba sin consuelo por las noches.

Esto terminó de destrozar a la inspectora.

Una noche, después de una semana sin apenas dormir, Brittany se levantó y al ir al servicio se cruzó con uno de los cachorros de Dolores; por no pisarle, terminó despanzurrada en el centro del salón.

Después de aquel episodio, Sue tuvo que hacer desaparecer los cachorros del piso.

Ante la pena que le daba llevarlos a la perrera, llamó a Santana y esta, sin dudarlo, se los llevó con ella a su hogar.



Santana no estaba mejor que Brittany.

La echaba de menos y sabía que por su culpa ninguna de las dos lo estaba pasando bien.

Intentó verla a la salida de la comisaría, pero fue inútil.

Era como si de pronto Brittany se hubiera vuelto inaccesible y no conseguía dar con ella.

Cuando tuvo que dejar de llamarla a su casa por prescripción de Sue, su angustia se acrecentó.


Por su parte, tras lo ocurrido aquella noche en su casa, Horacio apenas le hablaba.

Ya ni siquiera comentaban los partidos de baloncesto que ambos veían a través del canal satélite.

Incluso Bronco, que se hizo el jefe de la jauría perruna de Brittany, cuando Santana llegaba por la noche corría hacia otro lado del jardín para no saludarla.

La relación con su ex, Elaine, se rompió aquella fatídica noche cuando, acorralada por Santana, le confesó que ella y su mamá habían pagado una buena cantidad de dinero a Andrés Parrocha para que Brittany no pudiera llegar a tiempo al evento del Ritz.

Santana, enfurecida por lo imbécil que había sido, la metió a la fuerza en su coche, la llevó hasta la casa de su mamá y ahí se desfogó.

Su mamá, Pedro e incluso la propia Elaine se asustaron al ver a Santana en aquel estado.

Nunca la habían visto así.

Finalmente, y para que todos se enteraran, le aclaró a Elaine que su relación estaba acabada y enterrada.

Luego miró a su mamá y furiosa le dio las gracias por su ayuda para conseguir que ella no fuera feliz.

Pedro intentó calmar a su nieta y se la llevó.

Santana necesitaba hablar y él estaba ahí para eso.




Aquella noche, cuando Santana se marchó, Maribel, consciente de la desesperación de su hija, por primera vez en su vida no pensó en ella sino en Santana.

Santana era una buena hija y se merecía ser feliz, aunque la mujer elegida no fuera para ella la ideal.

Intentó hablar con Elaine, pero las cosas que decía aquella no eran normales.

—Esa maldita poli se merece ser tratada con su propia medicina—espetó Elaine—Conozco a alguien que sería capaz de hacernos un favor por una módica cantidad de dinero.

Boquiabierta y asustada, Maribel la miró.

Ella nunca haría algo tan horrible contra nadie, y menos contra la persona que su hija amaba.

—¡Por todos los santos, Elaine! ¡No digas tonterías!

—¿Tonterías? Mira cómo está Santana. Ella es la culpable de todo lo que ha ocurrido. Por su culpa ahora Santana no quiere saber nada de mí.

—Quizá nosotras tengamos la culpa de cómo está Santana, no esa muchacha. Creo que no nos hemos comportado bien con mi hija. No debimos pagar a ese tal Parrocha—dijo Maribel convencida de que a su ex nuera se le estaba yendo la cabeza.

Sin prestarle atención, Elaine prosiguió con una mirada enloquecida:

—Esa maldita bastarda y su mamá no me van a quitar lo que es mío. Santana es de mi propiedad y la recuperaré. Hablaré con alguien y...

—No te lo voy a permitir —interrumpió Maribel, ya consciente de la locura de aquella.

Elaine le clavó una terrible mirada y gritó con descaro:

—¿Qué no me vas a permitir tú a mí?

—Que hagas algo a esa muchacha o a su hija y engatuses a mi hija. Santana se merece algo mejor que tú, y hoy, por desgracia justamente en este instante, me estoy dando cuenta de ello.

Aquello no le gustó a Elaine y con una maldad desmedida comenzó a insultarla.

Le gritó todas las maldades que había pensado de ella durante años y Maribel horrorizada la escuchó hasta que gritó.

—¡Fuera de mi casa!

—¿Me echas de tu casa?—preguntó sorprendida.

—Sí. No deseo alguien como tú para mi hija.

Elaine murmuró con una pérfida sonrisa:

—Eso debería decirlo Santana, ¿no crees?

Consciente de lo que su hija había visto en ella desde hacía tiempo, Maribel espetó:

—Santana ya lo ha dicho. El problema es que yo no la escuché. ¡Sal de nuestras vidas!

—Si yo me voy de esta casa, te quedarás sola. Eres una vieja amargada que solo ha conseguido eso... quedarse sola.

Maribel, espantada ante la terrible maldad de aquella, con una fuerza hasta para ella misma desconocida, la cogió del cuello y sin pensárselo dos veces la echó de su hogar.

Elaine amenazó con no regresar y Maribel, feliz, asintió.



Después de aquel terrible suceso, la mujer organizó una cena e invitó a sus hijas con sus respectivas parejas.

Necesitaba pedirles perdón.

Pero Santana llegó sola y enfadada.

Durante la cena, Maribel tuvo que reconocer que Jake y Hanna eran unas personas amables e inteligentes, y se alegró de ver a sus hijas menores sonreír como llevaban tiempo sin hacerlo.

Aquellas risas de felicidad le tocaron el corazón y comenzó a sufrir la angustia de su hija mayor, a la que cada día encontraba más sola, delgada y ojerosa.



Rachel y Quinn continuaron adelante con sus planes de boda.

Faltaba poco para el 14 de febrero y llegaron los familiares de Quinn desde Londres.

Rachel no hablaba inglés, pero por sus miradas y sonrisas, todos supieron que se habían caído bien.

Durante aquel tiempo, Rachel consiguió quedar con Emily y Bree para sacar a Brittany de su casa y tomar unas copas.

Pero la alegría de aquella se había esfumado para dejar paso a una tristeza insoportable.

Nada la hacía sonreír ni divertirse.

Solo deseaba llegar a casa y que Luna se durmiera para poder descansar.





El ocho de febrero, Rachel tenía la última prueba del vestido en Pronovias.

Acudió acompañada de Brittany, que al ver a su amiga tan guapa con aquel vestido estilo Imperio, lloró.

—¡Joder, reina! Bueno sí que tengo que estar fea—se mofó Rachel mirándola.

—No digas tonterías. Estás preciosa. Pero últimamente soy de lágrima fácil.




Diez minutos después Brittany había conseguido retener el lagrimeo, se levantó y, mirándose en el espejo con su amiga cogida por la cintura, dijo:

—La doctora Payasa se va a caer de culo cuando te vea. Ya lo verás.

—Uf... Me sabe mal decirte esto en este momento tan glamuroso y especial. Pero estoy tan feliz que no me cabe un guisante en el culo.

Se rieron a carcajadas y la dependienta hizo los últimos retoques; luego Brittany se probó su vestido.

Rachel se había empeñado en que quería que ella y Luna fueran guapísimas.

En Pronovias habían confeccionado para ellas unos preciosos vestidos de seda salvaje en azul cielo que las haría destacar.

Cuando Brittany salió del probador, fue Rachel la que lloró.

—Ahora... ¿la fea soy yo?

—¡Oh, cállate idiota!—suspiró Rachel al verla tan bonita, pero ojerosa.




Una hora después salieron de la tienda de novias de la calle Arenal y Brittany murmuró casi desmayada:

—Tengo un hambre tremenda. ¿Nos comemos unos bocatas de calamares en la plaza Mayor?

Llegaron, los pidieron y se sentaron.

Atacaron con apetito voraz los ricos bocatas y Rachel dijo:

—¿Cuándo vas a querer hablar de ello?

—No hay nada de qué hablar.

—Britt, mírame. No estás bien. Solo hay que ver cómo estás. Pero si pareces el espíritu de la golosina a pesar de lo que comes. Además, esas ojeras que luces no me gustan nada y creo que...

—No te preocupes por mí. Estoy bien. Ahora me entra la ropa de la talla 40-42 que llevaba siglos sin ponerme. ¿Qué más puedo pedir?—bromeó ella.

Pero Rachel no sonrió.

—Te prefería cuando utilizabas una 42-44 y sonreías.

—Corta el rollo y no comiences a darme la brasa como mi abuela y April—y dando otro bocado a los calamares dijo—A ver, futura señora Fabray. Si estoy con estas ojeras y he adelgazado es porque entre la terrorista de mi hija y el trabajo no paro.

—Normal. Te vas a hacer de oro. Últimamente te presentas a todos los trabajos extras que propone Evans o quien sea.

—Necesito el dinero, Rach. Aunque tengo algo de pasta en el banco, el dinero se acaba. Además, la abuela tarde o temprano se marchará a Benidorm y tendré que pagar una guardería. Por cierto, ¿sabes lo que me va a costar?

Rachel negó con la cabeza.

—Cuatrocientos treinta euros al mes, y treinta euros más si la dejo a merendar. ¿Qué te parece?

—Carísimo. Una burrada.

—Y a eso le tengo que sumar, por lo menos, cien euros más a pagar a la chica que venga a casa a quedarse con Luna los días en que, por lo que sea, no pueda salir a tiempo del trabajo. Ah... también cuenta que la cagona y yo comemos, pagamos luz, agua, gas...

—Pero bueno... ¡Realmente casi no te merece la pena trabajar!—se quejó Rachel.

—Bueno por eso acepto todo lo que últimamente me ofrecen. Necesito tener un dinerito ahorrado para un gasto imprevisto. Además, estoy pensando en irme con Luna unos días fuera.

—¿A tu isla?... ¿Ibiza?

—Ja... Ya quisiera yo—suspiró al pensar en cuándo volvería a ir—Con mi sueldo y una pitufa a mi cargo, como mucho a Benidorm. A la casa de mi abuela.

—Bueno, no te preocupes. Me tienes a mí. Yo puedo ayudarte. Al fin y al cabo soy la madrina de la cagona, ¿no crees?

—Te lo agradezco. Siempre estarás en mi lista de ¡Socorro!

Rachel sonrió y Brittany volvió a dar otro mordisco a su bocata.

—Ayer me dijo Quinny que Santana está fatal.

Sin cambiar su gesto, ella respondió.

—Por mí como si se hunde como el Titanic.

—No disimules, Britt, sé que aún sientes algo por ella. Te conozco y sé que...

Molesta por aquel comentario dejó el bocata encima del plato y gruñó:

—Bueno si me conoces no vuelvas a hablarme de ella.

—Es que no puedo—se quejó Rachel—Son las madrinas de mi boda, y...

—Tranquila, en tu boda me comportaré. Pero una vez pase la boda, no quiero que vuelvas a hablarme de la señorita López en tu vida.

—Pobrecilla...

—Y una mierda pobrecilla. Esa ricachona consiguió engañarme con sus bonitas palabras e hizo que me enamorara de ella como una idiota. Eso no se lo voy a perdonar nunca.

—¡Joder, O’Neill! ¡Cuando te pones así no te soporto!

—No vuelvas a llamarme así—protestó.

—Valeeeeeeeeeeeeeeeeeeee—suspiró Rachel.

En ese momento sonó el móvil de Brittany.

Era Evans.

—Dime, Sam.

—Brittany, me acaban de llamar del Hospital López. El estado de mi hermana Isabel ha sufrido cambios para bien—dijo emocionado.

—¡Oh, Dios mío, Sam, eso es fantástico!—sonrió mientras le pedía a Rachel que esperara un segundo.

—Le van a hacer unas nuevas pruebas y... ¡Dios! Yo no sé cómo agradecerte esto.

—Ya te dije que a mí no me lo tienes que agradecer. El mérito en todo caso es de la señorita López. Ella desde el principio se implicó y...

Informado por Rachel de lo que ocurría con ella, Evans susurró:

—Brittany, creo que deberías darle una nueva oportunidad a esa morena.

Brittany maldijo.

—Es una buena persona, es linda y...

—Evans, cierra el pico y métete en tus asuntos. ¿O acaso ahora vas de portera?

Él sonrió.




Cinco minutos después, cuando cerró el móvil, Rachel no perdió el tiempo.

—Cuando hasta Evans te dice que Santana es una buena persona, por algo será, ¿no crees?—al ver la mirada asesina de Brittany susurró—Vale... yo también cierro el pico.

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Capitulo 56

El sábado 14 de febrero amaneció nuboso, pero no llovió.

Mercedes, la amiga peluquera de ellas, fue a casa de Rachel para peinarla y la dejó guapísima.

Cuando Sue, April y el señor Figgins subieron al piso de Rachel junto con Brittany y la pequeña, la novia se emocionó al verlos tan guapos.

—Olé... olé... y olé... ¡Lo guapa que está mi preciosa Rachel vestida de novia!—sonrió el señor Figgins.

Ella lo besó.

Para Rachel, aquellas personas que desde hacía años la cuidaban y la mimaban, eran su familia.

Una familia que nunca tuvo, pero que encontró el día en que Brittany entró en su vida.

—¡Bendito sea Dios!—susurró Sue emocionada—Rachelcita, mi amor, estás guapísima.

—Oy... oy... oy... Eres una novia preciosa—gimió April y entregándole un anillo añadió—Este anillo me lo dio mi esposo el día que nos casamos para que se lo entregara a mi hija o una nuera. Como no he tenido hijos y yo te quiero a ti como si fueras mi hija, te lo regalo para que el día de mañana tú se lo des a tu hija, ¿vale, mi amor?

Con los ojos llenos de lágrimas, Rachel tragó el nudo de emociones que no la dejaba hablar y asintió.

—Ten, preciosa—el señor Figgins le entregó un sobrecito—Con este dinero, April, Sue y yo te deseamos que seas muy feliz.

Rachel lloró por aquellos gestos.

Los adoraba y los iba a echar mucho de menos cuando se trasladara a vivir a la casa de Quinn.

Al ver aquello y sentir la emoción que se agitaba en el aire, Brittany tomó aire para no llorar y dijo:

—Bueno... bueno... bueno... Rach, estás que crujes. Cuando te vea la doctora Agobio, sinceramente creo que se va a quedar sin palabritas.

La novia miró a su amiga, que con la pequeña Luna en brazos estaba adorable, las abrazó y el señor Figgins comenzó a hacer fotos.

Todos sonrieron.





Diez minutos después, Brittany se despidió; un taxi la esperaba.

Tenía que ir a casa de Quinn para acompañar a la otra novia hasta el altar.

Tomaron esa decisión, las amigas irían cruzadas.

Mientras iba en el taxi rezó para no encontrarse con Santana, aunque tarde o temprano se la encontraría.

Cuando llegó a la casa de Quinn, la rubia y su familia la recibieron con cariño.

Brittany no les entendía, no sabía hablar inglés, pero el cariño que le demostraron todos ellos, la hicieron estar feliz y tranquila.




A las doce y media partieron las dos en su cochazo biplaza hacia la iglesia.

A Brittany comenzó a temblarle la pierna.

Lo que llevaba tiempo evitando, en media hora no lo podría esquivar.

—Relájate, Brittany, te noto muy tensa—dijo Quinn mientras conducía.

—Sí, sí... es que estoy muy feliz por vuestra boda. No te preocupes.

Quinn no quiso decir nada más.

El color ceniciento de su tez la preocupaba.

Pero no quería agobiarla.

Sabía por Rachel que Brittany no quería hablar de Santana.




Quince minutos después, Quinn aparcó el coche y del brazo de una sonriente pero pálida Brittany, llegó a la iglesia donde Evans, Noah, Tina, Mike y demás ya esperaban.

Mientras todos bromeaban con Quinn sobre si la poli la había cercado para que no escapara, Brittany vio llegar a Hanna y Emily junto a Jake y Bree.

Al verla se acercaron a saludarla, mientras Quinn se fue a colocar su vestido de novia.

Poco después, mientras los compañeros seguían bromeando con una sonriente novia, por el rabillo del ojo vio llegar a Maribel con Pedro.

Rápidamente se alejó y fue a saludar a sor Marley y su esposa Kitty.




Diez minutos después, llegaron April, el señor Figgins y Sue.

Brittany, al no ver a su pequeña, se acercó a ellos y preguntó:

—¿Dónde está Luna?

—¡Ay, hermosa! No me mates. Pero cuando la niña ha visto llegar a Santanita se ha tirado a sus brazos y no ha habido manera de arrancarla de ella.

—¡Joder, abuela! ¿Por qué me lo pones tan difícil?—resopló al pensar en ello.

—Créela, guapetona. La niña se ha puesto a llorar de tal forma cuando hemos intentado arrebatarla de esa morenaza, que al final no nos ha quedado más remedio que dejarla con ella—aseguró el señor Figgins.

—Es que mi nieta tiene mucho gancho con las mujeres—bromeó Pedro acercándose.

Pero al ver el gesto de Brittany, se arrepintió.

—Hola, Pedro. ¡Qué guapo te veo!—intentó bromear Brittany, pero en su mirada se veía la tristeza.

—Tú sí que estás guapa, preciosa—saludó besándola con afecto.

Por el rabillo del ojo volvió a ver a Maribel junto a aquel, y dándose la vuelta se marchó mientras ellos se saludaban.

Pero al ver acercarse el cochazo de Santana, el corazón comenzó a latirle con tal desenfreno que si no hubiera sido porque Evans la agarró por la cintura, se habría caído al suelo.

—¿Te encuentras bien?—preguntó este con disimulo.

Ella asintió una sonrisa nerviosa.

Cuando la puerta del piloto del coche se abrió y apareció Santana, tan guapa e impresionante con aquel vestido verde, asustada cerró los ojos.

«Mierda... mierda... Brittany... haz el favor de espirar e inspirar y demostrar la raza española que el señor Figgins siempre se empeña en que tienes», se regañó y abriendo los ojos, sonrió y se dispuso a ganar el Goya a la mejor interpretación.

Como si hubiera resurgido de las cenizas, Brittany se acercó hasta el coche, saludó a Santana con la cabeza y cogió a su pequeña para que la novia pudiera salir del coche.

—¿Estás bien?—preguntó Rachel al verla.

—Perfectamente—respondió con una encantadora sonrisa.

Santana todavía no había reaccionado y se quedó como un pasmarote al lado del coche mientras Brittany sacaba a la niña y, sin mirarla, se la llevaba a su abuela.

Llevaba casi un mes sin verla y en ese momento deseó abrazarla para no soltarla más.

Estaba preciosa con aquel bonito vestido azul y el pelo recogido en un moño italiano, aunque la encontró más delgada y con unas oscuras ojeras que el maquillaje intentaba tapar.

Como si le hubieran metido un petardo en el culo, Brittany no paró de moverse hasta que por fin llegaron al altar.

Ahí se sentó al lado de Quinn y suspiró por el mal momento pasado, pero no dejo de admirar lo hermosa que se veía vestida de novia.



Durante la misa, Santana intentó mirarla con disimulo.

Parecía muy atenta a lo que el cura decía.

Al cruzar sus miradas cuando el sacerdote dijo que se dieran la paz, con rapidez Brittany le ofreció la mano y Santana disfrutó de aquel pequeño contacto.

Acabada la ceremonia y las correspondientes fotos, Brittany con su niña agotada, se metió en el coche de Artie junto a Sugar y Noah para ir al salón.

Durante la comida, la pequeña Luna pasó de mano en mano como la falsa moneda.

Todos se partían de risa con ella.

Aquella niña era una monada.

No extrañaba a nadie y con todo el mundo era feliz.

Cuando la comida se acabó para alegría de Brittany, las señoras Fabray-Berry abrieron el baile y Brittany sonrió al ver a Rachel.

Se le notaba en la cara la felicidad.

Por fin había encontrado a esa persona especial que siempre había buscado y Brittany, de todo corazón, les deseó lo mejor.

Consiguió escaquearse del baile de las madrinos, que para más inri, las puñeteras señoras Fabray-Berry encargaron que fuera Something stupid.

Artie, su simpático compañero, la encontró fumándose un cigarro fuera del salón.

La hizo reír, la retó a que no sabía bailar la canción del Coyote Dax que sonaba en ese momento y luego la hizo entrar a la fiesta donde bailó con él y con todos los compañeros de comisaría.

Eso hizo feliz a Rachel y aún más a su abuela.

Con la tensión por las nubes, Brittany se dio cuenta de que Santana no le quitaba ojo de encima, y cuando hizo ademán de dejar de bailar, la morena caminó hacia ella.

Eso la asustó y decidió seguir en la pista bailando.

Era la única manera de que Santana no se le acercara.




Media hora después, agotada y con la lengua fuera, comprobó que Santana se sentaba junto a su mamá y su abuelo.

Con rapidez se escabulló y fue hasta la barra para pedir algo de beber.

Estaba seca.

Desde su privilegiado sitio, Brittany vio que su abuela pasaba con la niña cerca de Santana y cómo la pequeña al verla comenzó a llorar y a extender sus bracitos hacia ella.

Santana, enternecida, se levantó, la cogió y se sentó con la pequeña junto a su mamá.

—Maldita chaquetera—susurró Brittany molesta con la niña.

La pequeña era feliz con Santana.

Se volvía loca con la morena, incluso parecía besarla con pasión.

Eso hizo sonreír a Maribel.

Nunca había visto a su hija tan atontada con un bebé en brazos. Y verla con aquella muñequita de pelo rubio y ojos azules tan parecidos a los de Brittany, la emocionó.

—Esta niña es una preciosidad—susurró Maribel acercándose a Santana.

La canija pareció entenderla.

Alargó su manita, le tocó la nariz a Maribel y sonrió. Aquello los hizo reír y Maribel, feliz, vio por primera vez en muchos días a su hija sonreír.

Desde el otro lado del salón, Brittany veía furiosa la escena.

¿Qué hacían esos idiotas con su hija?

Pero no podía hacer nada.

No quería aguar la boda de su amiga.

Finalmente decidió salir a tomar el aire.

Apoyada en una columna, Brittany se fumaba un cigarrillo, mientras escuchaba la música sonar en el salón.

—Tienes una hija preciosa.

Al volverse se quedó sorprendida al encontrarse con Maribel. Enjoyada como siempre, la miraba desde cierta distancia.

—Gracias. Ya lo sé—respondió volviéndose para no mirarla.

Pero al notar que aquella continuaba plantada ahí, preguntó:

—¿Qué quiere señora López?

—Quisiera pedirte perdón por lo mal que me porté contigo. Te juzgué sin conocerte y me he dado cuenta que eso es algo inadmisible.

Brittany la miró, apagó el cigarro y dijo con educación:

—La honra decirme eso, pero discúlpeme, no quiero continuar hablando con usted.

—Lo entiendo, y asumo mi culpa—asintió desesperada la mujer—, Pero mi hija San...

—Mire, señora—gruñó Brittany tras respirar con fuerza—, Oír hablar de su hija Santana es lo último que me apetece en este mundo.

Luego entró en la sala donde todo el mundo bailaba.

No quería oírla.



El resto de la velada fue una tortura para ella.

Ver a Santana y sentir su mirada la estaba volviendo loca.

Por ello a las nueve de la noche, cuando la niña ya estaba insoportable por no haber dormido la siesta, Brittany se acercó a su amiga, ahora la señora Fabray-Berry, le dio un beso y quedó en llamarla al día siguiente.

Por sus compromisos laborales, las novias no podían tomarse vacaciones hasta un mes después.

Evans, que durante aquel tiempo había conseguido hablar con Brittany en un par de ocasiones como amigos, al ver que ella cogía el bolso y a la niña, se ofreció a llevarla.

Pero ella con una sonrisa le contestó que se marchaba con su abuela, April y el señor Figgins en el coche de este.

Brittany se despidió de todos, excepto de Maribel y Santana, y con su pequeña en brazos salió del salón.

Pero antes de poder dar dos pasos, Santana estaba junto a ella agarrándole el brazo.

Durante unos segundos se miraron.

Sue aprovechó para quitarle a la pequeña de los brazos e ir hacia el coche con April y Figgins.

Al quedar solas, Brittany resopló y Santana sonrió.

—No sé dónde le ves la gracia—protestó Brittany con gesto serio.

—Te echo de menos, Britt-Britt. Añoro tu risa, tu voz...

—Cómprate un loro, y no me digas así—dijo Brittany dándose la vuelta.

Santana de nuevo la paró.

—Quiero hablar contigo.

Brittany furiosa por aquellas palabras, para desagradarle gruñó:

—Vete a la mierda, López.

—¿Cómo puedes ser tan borde?—preguntó Santana.

—Con práctica, morena—resopló con chulería.

Santana volvió a sonreír.

Esa era su rubia, su Britt-Britt.

La mujer de las contestaciones ingeniosas.

—Por favor, dame un minuto. Necesito hablar contigo.
Pero Brittany no quería y cada vez más borde, espetó:

—Bueno yo contigo, no. Creo que la última vez que nos vimos todo quedó muy clarito.

—La última vez que nos vimos estabas borracha y...

Brittany, con gesto serio, la cortó:

—Te equivocas. La última vez que nos vimos estábamos en el hotel Ritz y me ignoraste. Me humillaste. ¿Qué pretendes ahora?

—Pretendo pedirte perdón. Fui una necia, una idiota, una imbécil. Cariño, mi vida sin ti no tiene sentido. Odio cómo me comporté contigo el último mes que...

—Olvídame, señorita López. No quiero saber nada de ti.

—Te quiero, Britt-Britt, por Dios, créeme—dijo desesperada Santana.

Brittany notó que las piernas le temblaban, pero sin querer dar su brazo a torcer dijo:

—Sólo creo en que lo poco gusta y lo mucho cansa. Y cuando conseguiste de mí ese mucho... te cansaste de mí.

—Teniente O’Neill, estoy loca por ti y no voy a dejar de repetírtelo hasta que te des cuenta de que digo la verdad.

Al oír cómo la llamó, durante unos segundos la miró embobada. Pero se obligó a no creerle.

No se lo merecía.

La había tratado como a una mierda.

—Bueno no es por desmoralizarte, ricachona, pero te vas a quedar afónica—y con rabia añadió—Gracias a ti, he vuelto a dejar de creer en esa tontería llamada amor y ahora por parte de las mujeres.

—Haré todo lo que esté en mi mano para que vuelvas a creer.

—Lo llevas claro, hermosa—se mofó mientras caminaba hacia su abuela.

Santana la siguió.

No le importaba que la oyeran.

Solo le importaba que Brittany lo supiera.

—Te quiero, inspectora.

—A palabras necias, oídos sordos—respondió negándose a mirarla.

Incapaz de darse por vencida Santana gritó:

—Volveré a hacer que me quieras.

Con una frialdad que los dejó pasmados a todos, Brittany respondió:

—Cuanto más conozco a las personas, más quiero a mi pistola.

Sin dar crédito a la mofa de Brittany, la volvió a agarrar del brazo y atrayéndola hacia ella la besó.

A Brittany la pilló tan de sorpresa aquel beso que fue incapaz de reaccionar hasta pasados unos segundos; entonces le dio un pisotón con el tacón y Santana, dolorida, se apartó.

—Vuelve a hacer eso y te juro que te tragas los dientes—siseó enfadada.

Mientras la veía alejarse con gesto enfadado, Santana suspiró.

Adoraba a esa mujer e iba a hacer todo lo posible para reconquistarla.

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Capitulo 57

Una semana después de la boda, Brittany estaba de los nervios.

Santana no paraba de enviarle flores a casa y a la oficina.

Ambos lugares parecían el jardín del Edén.

—¡Pierce!—gritó Evans al ver entrar al repartidor de flores—Haz el favor de decir a tu admiradora que deje de enviar flores a la comisaría. Esto parece Interflora.

Varios de los compañeros sonrieron.

Brittany no.

—Tiene razón el jefe—dijo Artie divertido—Con tanta flor por aquí nos vamos a amariconar.

—Sería una sorpresa para tus innumerables conquistas—resopló Sugar sorprendiéndolos.

«Vaya... vaya... la novata está coladita por nuestro Artie»—pensó Rachel divertida.

—Aprovecha el tirón y regala flores a quien quieras, Artie—suspiró Brittany, molesta por tanta flor—Tienes para elegir desde las simples margaritas a las rosas roja de la pasión.

En ese momento llegó sor Marley con cara de circunstancias y un nuevo ramo de flores en la mano.

—Marley, te he dicho mil veces que tires las puñeteras flores a la basura—gruñó Brittany.

—Por Dios, Brittany, ¿cómo voy a hacer eso? Son preciosas y cuestan un pastón. Además, las pobres flores no tienen la culpa de nada—y sin hacerle caso, soltó el ramo en su mesa y se marchó.

Rachel, que frente a ella comía Lacasitos, dijo:

—Si no coges y lees lo que pone en la tarjeta antes de que yo cuente hasta cinco, te juro que voy yo y la miro.

Con gesto cansado, Brittany arrancó la tarjeta de las flores, abrió el sobrecito y leyó:


[center]Cada hora, minuto y segundo del día y de la noche, pienso en ti. Te quiero.

Doctora Pichón, tu Sanny.[center]


Con una angustia que no la abandonaba tiró la tarjeta a la basura y mientras llevaba las rosas a recepción, Rachel cogió la tarjeta, la leyó y la volvió a tirar.

—Como se te ocurra abrir tu piquito de oro, me voy a enfadar, señora Fabray-Berry—bufó Brittany al regresar.

Rachel sonrió y calló.






Una hora después, Evans reunió a todo su equipo.

Debían ir a la calle Rubén Darío con urgencia.

Estaban atracando una sucursal bancaria.

Con rapidez todos corrieron a los coches patrulla.

Mike, Rachel y Brittany se montaron en uno.

Pero cuando llegaron a la sucursal, los atracadores huían en una furgoneta oscura. Sin parar, los coches policiales comenzaron a perseguirlos por las calles de Madrid.

De pronto, un coche se les cruzó y se estrellaron contra ellos.

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Capitulo 58

El ruido intenso de las sirenas había desaparecido.

Brittany solo oía un murmullo de voces en medio del silencio.

—Britt... Britt... ¿Me oyes?

Abrió los ojos, y aunque al principio lo veía todo distorsionado, al final su vista se aclaró y se encontró con la mirada preocupada de su compañera.

—¿Qué ha pasado?

—¡Oh, Dios! ¡Qué susto!—suspiró Rachel abrazándola.

De pronto, Brittany lo recordó todo.

Se habían estrellado contra un coche.

Cogiendo a su compañera de la pechera gritó:

—¿Dónde está Mike?

—Está fuera hablando con el jefe. No te preocupes, está bien.

—¿Tú estás bien?—preguntó preocupada al verla con un brazo en cabestrillo.

—Sí, tranquila. De esta me salvo—sonrió con cariño—Y mi preciosa nariz no ha sufrido ningún daño.

Sentándose en la camilla, se llevó la mano la cabeza y al notarse puntos, susurró:

—¡Ay, Dios! ¡Me han dado puntos en la frente!

—Sí, pero tranquilízate. Te has dado un buen golpe en la cabeza y han tenido que darte seis puntos encima de la ceja. Pero no te preocupes, estás bien.

En ese momento pasó un doctor que miró a Brittany y preguntó:

—¿Cómo se encuentra?

—Bien... Me duele un poco la cabeza, pero bien.

—El dolor y el aturdimiento son normales—dijo el doctor—Se ha dado un buen golpe contra el cristal del coche. Por eso le hemos tenido que dar seis puntos encima de la ceja. No se asuste si dentro de unas horas aparece un gran hematoma en la cara. Eso es normal.

Brittany pensó en su abuela y en el disgusto que aquello le ocasionaría.


—Uf... no se preocupe doctor—sonrió Rachel—Los hematomas y nosotras somos compañeros de trabajo.

El hombre sonrió, miró unos papeles que traía en la mano y dijo:

—Señorita Pierce, tengo que hablar con usted en privado.

Al escuchar aquello Brittany, la miró y dijo:

—Bueno hable.

El médico miró a Rachel y esta dijo con rotundidad:

—Diga lo que tenga que decir porque de aquí no me mueve ni la grúa municipal.

El doctor vio que Brittany asentía y dijo:

—Señorita Pierce, ¿sabía usted que está embarazada?

Brittany se quedó sin habla.

Miró a Rachel y de nuevo a aquel hombre y susurró:

—Imposible. Yo no estoy embarazada. Ha debido confundirse usted.

—Le hicimos una analítica y los valores demuestran que no me equivoco. ¿Recuerda usted la fecha de su último periodo?

Brittany comenzó a marearse.

Embarazada.

Pero ¿cómo podía estar embarazada?

Santana no la podría embarazar.

Entonces Brittany recordó su “sorpresa” para Santana.

Si había resultado.

Pero ¿cómo pasarle también aquello?

De las posibilidades de que resultara la primera vez, ¿le tenía que resultar a ella?

El médico al ver su estado, la ayudó a tumbarse en la camilla y ella respondió tapándose la cara, consciente de la cruda realidad.

—Creo que fue en noviembre o diciembre... pero no lo recuerdo bien. En casa lo tendré apuntado en el calendario.

—¡Mi madre!—exclamó Rachel alucinada.

—Estamos casi en marzo, señorita Pierce—señaló el doctor, y sin darle tiempo a hablar dijo—Tome este volante. Lléveselo a su médico de cabecera y él le asignará un tocólogo. Y por favor, cuídese. Debe estar usted de tres meses o más.

Dicho esto el hombre salió.

Brittany comenzó a agobiarse y con rapidez Rachel entró en acción.

—A ver, reina mora... espira... inspira... espira...—y con guasa señaló—¡Joder! ¡Parece que ya estás de parto!

Pero Brittany no quería reír.

Solo quería soltar palabras de alto impacto y gritar.

—¡Ay, Dios mío! ¡Joder... joder... y joder!—gritó finalmente—He estado tan liada con la niña, el trabajo y mi desgraciada vida personal que no me he dado cuenta de ello—tapándose la cara susurró—¿Cómo fue que resultó?

Rachel la miro nerviosa.

—¿El que resultó?

—Yo…yo… ¡hay Rach!—Brittany se tapó la cara—Es que para intentar solucionar las cosas con Santana… ¡mi madre!

—¿Que fue lo que hiciste Brittany Susan Pierce?

—Yo… me… me sometí a un tratamiento para quedar embarazada de Santana, pero las posibilidades de que resultara al primer intento era casi nulas, no lo pensé bien, pero los problemas con Santana y no la quería perder y como ella quería un bebé… pensé… pensé…—confeso sin tomar aire—Esto no me puede estar pasando a mí.


—Bueno por lo que me dices, me encantaría decirte que no—dijo Rachel mirando unos papeles—Pero aquí lo pone muy claro. Embarazo. Positivo. Felicidades, si te resulto.

—Tienen que haberse equivocado—dijo Brittany incorporándose—Yo no puedo estar embarazada. Ya tengo una niña y esos tratamiento no siempre resulta la primera vez. ¿Cómo coño voy a estar embarazada?

—Pero siguen estando esas posibilidades, esos milagros, y si no fuera eso, solo me queda preguntarte una cosa—se guaseó Rachel—¿El papá es Lucas Fernández? ¿Ese que guardas en la mesilla de noche y que tras su uso te deja la cama para ti solita?

Al oírla y verle la cara, Brittany, inexplicablemente, comenzó a reír.

Era todo tan surrealista que era imposible no reír.

Ahora entendía su malestar general, sus ojeras y su continuo sueño, algo que achacaba a la ruptura con Santana, a Luna y a su agotamiento general.

En ese momento, como si de una tromba se tratara, se abrió la puerta.

Ante ellas aparecieron Quinn y Santana con gesto de preocupación.

Quinn, al ver a Rachel, suspiró y rápidamente la abrazó.

Santana no se movió.

—Pero bueno—dijo Rachel al ver la efusividad de su esposa—¿Quién ha sido el listo que te ha avisado antes que yo?

—Evans. Me llamó para decirme que habían tenido un accidente de coche y que las traían en una ambulancia al Hospital Doce de Octubre—suspiró Quinn mientras comprobaba que su mujercita estaba entera.

—Este Evans es una auténtica portera—resopló Brittany.

—¿Por qué no han dicho a los del Samur que las llevaran al Hospital López?—dijo con voz autoritaria Santana, mirándolas.

—Ese hospital no es de la seguridad social y no nos corresponde—contestó Brittany con voz estridente.

Santana la miró enfadada.

Pero al ver su gesto cansado y su frente de nuevo hinchada y con puntos, se acercó a ella y con deseos de abrazarla, le susurró.

—Cariño, me vas a matar cualquier día con tus sustos.

«Uff... doctora Pichón, si tú supieras», pensó Rachel pero calló.

Su voz hizo que Brittany cerrara los ojos.

Le encantaba aquel acento con que le hablaba, y le encantaba en especial, cuando le hacía el amor.

¡Amor!...

En ese momento se acordó de lo que el médico le había dicho, y sin querer mirar a Santana, llamó a su amiga.

—Rach. Pídeme un taxi. Quiero irme echando leches a mi casa.

—De eso nada—afirmó Santana—Ahora mismo las dos y Mike se vienen con nosotras para el López. Ahí les haremos un chequeo general. No me fío de la seguridad social.

Brittany abrió los ojos y gritó:

—Y una mierda. Yo no voy contigo a ningún lado y menos a tu puñetero hospital.

—Esto tiene rápida solución—se guaseó Quinn mirándola—Te enseñamos una jeringuilla y dejarás de replicar.

Brittany la miró con gesto serio y dijo:

—Por tu bien, cierra el pico si no quieres vértelas conmigo.

—Y conmigo—aseguró Rachel, y al verla tan nerviosa dijo acercándose a su amiga—A ver... espira... inspira... espira...

Una vez le hizo caso y controló su respiración, pidió ayuda a su amiga con la mirada.

Rachel la entendió y dijo:

—Por favor, doctoras, ¿serían tan amables de esperar fuera un segundito?

—Ni lo pienses—gruñó Santana.

Santana no pensaba ir a ningún sitio si no era con aquella cabezona delante.

—O te vas ahora mismo o te juro que me pongo a chillar como una energúmena hasta que te echen—gritó Brittany.

Rachel miró a su esposa, le hizo un puchero para que le ayudara y susurró:

—Doctora Agobio, por favor.

Sin poder negarle aquella ayuda, Quinn cogió a su amiga del brazo y dijo:

—Doctora Pichón, salgamos un momento.

—No—repitió la morena sin quitarle la vista de encima a Brittany.

—Vamos a ver—insistió su Quinn—Hay dos opciones: o le enseñas una jeringuilla para que se calle o sales conmigo.

Finalmente, Santana claudicó y con gesto serio abandonó la habitación momentáneamente.

Rachel con rapidez se acercó a su esposa y le dio un beso, pero este antes de salir, le cuchicheó.

—Cuando lleguemos a casa, tú y yo vamos a hablar muy seriamente de esto. Y prepárate porque te voy a hacer pagar, muy caro, el susto que me has dado.

Una vez quedaron solas las dos, Brittany se levantó con rapidez de la camilla y le pidió a su amiga:

—Necesito que me ayudes. Santana no puede enterarse del embarazo.

Rachel la miró boquiabierta y sujetándola por el brazo, preguntó:

—¿Cómo que no se lo vas a decir?

—No sé lo que voy a hacer, ¡joder! Ya tengo una hija y me está volviendo loca. ¿De dónde crees que voy a sacar el dinero para mantener a dos?

—¿Britt, para que te sometiste al tratamiento entonces? La otra mamá de esos niños está ahí afuera. No lo entiendes.

—Santana no es su mamá—dijo sin querer gritar para que nadie se enterara.

—¡Ah, vale! Se me olvidaba la posible paternidad de Lucas Fernández—se mofó, pero mirándola volvió al ataque—Deja de hacer el tonto. Santana es tan mamá de Luna como del pequeño fetillo que crece en tu interior.

—Pero ¿qué dices?

—Digo la verdad, y si me dices que Santana no es también la mamá de Luna, tú tampoco eres su mamá. ¿Me entiendes ahora?

—No, no te entiendo.

Con las miradas enfrentadas como pocas veces en su vida, Rachel añadió:

—Mira, guapa. Un papá o una mamá es quien te cuida, quien te arropa por las noches, quien te saca de paseo, el que te hace creer que la magia de los Reyes Magos y Papá Noel existen, quien se desvive cuando enfermas y quien nunca permite que estés solo. Y eso te lo digo yo, que me he criado en la soledad de un orfanato hasta que los conocí a ustedes y por fin pude tener mi propia familia. Por lo tanto, si me dices que Santana no es también la mamá de Luna porque su sangre no corre por sus venas, tendré que dejar de sentir que tú eres mi hermana, que Sue es mi abuela y que April y el señor Figgins son mis tíos. Y si por tu culpa.

Brittany gimió.

—Yo dejo de pensar eso, te voy a odiar como nunca antes te odié.

Al oírla y verla llorar, Brittany se emocionó y lloró.

Sin haberlas pronunciado nunca, ambas sentían así las palabras de Rachel.

Al final, Brittany susurró:

—Si fueras mi hermana no te podría querer más, so tonta. Pero por favor, necesito tiempo para pensar qué voy a hacer con mi vida o te juro que me voy a volver loca.

Rachel asintió justo en el momento en que la puerta se abría.

Santana y Quinn entraban y se preguntaban por qué lloraban.

—Pero MacGyver, ¿por qué lloras?—dijo Quinn tomándole la mano.

—Porque soy muy feliz y tengo una familia encantadora—le dio un beso en los labios y se dirigió a Santana, que con gesto de preocupación miraba a su compañera—Santana, sé que eres una mujer maravillosa y quieres a Brittany, pero por favor, ella está cansada y quiere regresar a su casa sin ti. No hagas que ella monte en cólera ni nada por el estilo. Necesita descansar.

—Cariño, yo me quedaría más tranquila si les hiciéramos un chequeo en el López—insistió Quinn.

—Estamos bien, Quinny, ¿no nos ves?—sonrió Rachel con tristeza.

Saber lo que sabía y no poder decirlo, le amargaba la existencia, pero quería tanto a Brittany que no podía traicionarla.

—Ahora mismo las llevo al López a las dos. Después regresan a sus casas—siseó Santana, molesta por cómo la miraban.

—Santana—habló Brittany partiéndole el corazón—, No tengo fuerzas para discutir contigo. Nunca te he pedido nada. Pero esta vez te pido por favor que me dejes marchar a mi casa. Lo necesito. Por favor.

La voz de Brittany, el cansancio que reflejaba su cara y el ojo que por momentos se le ponía morado, lograron que Santana desistiera.

No podía seguir atosigándola de aquella manera.

La miró con intensidad, asintió y se marchó.

Al verla desaparecer, Brittany se llevó las manos a la cara y comenzó a llorar.

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