[Resuelto]FanFic Brittana: Amor en Espera (Adaptada) Epílogo

Capitulo 7

—No hablas mucho ¿verdad?

Santana deseó tener lentes de sol para esconder sus ojos cuando Brittany Pierce se sentó a su lado.

El bikini negro revelaba mucho más de lo que ocultaba y la mirada de Santana se desvió hacia los pechos de Brittany antes de que pudiera evitarlo.

—Soy Brittany, por cierto.

—Lo sé—dijo Santana estúpidamente.

Brittany arqueó una ceja perfectamente peinada, esperando.

—Santana. Santana López.

Brittany se acercó más, sus ojos manteniendo cautivos a los de Santana.

—Lo sé—susurró.

Santana le costaba respirar mientras el objeto de sus fantasías adolescentes se encontraba sentada tan cerca de ella.

Y si Santana no hubiera tenido todos sus sentidos en ella, juraría que Brittany estaba coqueteando.

Por supuesto, ¿por qué Brittany Pierce, porrista, coquetearía con ella?

—Así es que, no hablas mucho ¿verdad?—dijo Brittany nuevamente.

—No.

Santana sonrió y trató de relajarse.

Los otros estaban chapoteando en la piscina, sin prestarles ninguna atención. Y ahí estaban, sentadas una al lado de la otra en las tumbonas, sus piernas desnudas extendidas, tomando el sol.

Santana arriesgó otra mirada hacia Brittany, encontrando que aún la miraba. Su corazón llegó a su garganta y apartó la mirada rápidamente.

—¿Santana?

Santana se volvió lentamente, decidiendo en ese mismo momento que le encantaba la forma en que Brittany decía su nombre.

—Sabes que Puck piensa que eres sexy ¿no?

Santana puso los ojos en blanco.

—Si sólo tuviera un cerebro.

Brittany se rió en voz alta, y luego se tapó la boca mientras los otros miraban hacia ellas.

—No sólo no tiene un cerebro, es un idiota.

Miró al chico en cuestión y Santana siguió su mirada.

Claro, Puck era lindo.

Y estaba programado para ser el titular como mariscal de campo en el equipo de fútbol el próximo año, y la mayoría de las chicas darían su brazo derecho para salir con él.

Pero era grosero, presuntuoso y tan lleno de sí mismo, que incluso si Santana no estuviera totalmente enamorada de Brittany, aun así no tendría ningún interés en Puck.

—¿Es por eso que me invitaron?—preguntó Santana, la comprensión llegando a ella.

—¿ Becky no te lo dijo?

—No—se encogió de hombros—Pensé que era extraño que ella me invitara.

—¿Por qué has venido?—preguntó Brittany.

Santana sintió que el rubor cubría su rostro y retorció nerviosamente el borde de la toalla entre sus dedos.

Santana se encogió de hombros.

—Pensé...bueno, pensé que sería genial pasar el rato con ustedes—casi saltó cuando sintió el toque de una mano cálida en su brazo.

—Genial o no, me alegro de que hayas venido.

Santana se quedó mirando la mano que le tocaba.

Su piel se sentía como si estuviera ardiendo.

Finalmente, Brittany la soltó y Santana elevó sus ojos encontrándose con unos azules que contenían un toque de desafío en ellos.

—Y no te lo tomes a mal, pero no creo que encajes con este grupo.

Santana desvió sus ojos, centrándose en el grupo chapoteando en la piscina.

No, en realidad no creía que encajaba con la gente popular.

No lo suficiente como para pasar el rato con ellos.

Fue simplemente agradable ser invitada aunque fuese una vez.

—Te dije que no debes tomarlo mal—Brittany cogió el bronceador y vertió un poco en su palma—Son poco profundos y no tienen metas—dijo—No me pareces de esa manera.

—Gracias.

Santana estaba hipnotizada mientras miraba como Brittany propagaba la loción en sus piernas.

—La secundaria va a terminar en un par de semanas. ¿Tiene planes para el verano?

—Sólo el campamento de baloncesto—dijo—Voy todos los años.

—¿Dónde?

—Louisville.

—¿Es por eso que eres tan buena? ¿Debido a que vas al campamento?

Santana se sonrojó de nuevo.

—He estado jugando desde que era una niña. Mi papá ama el baloncesto.

—Para jugar desde hace tanto tiempo eres bajita, ¿no?

Santana sonrió.

—Sí, pero la altura no es lo importante.

Brittany rió dándose cuenta de su rubor.

—Así que eres tímida y no hablas mucho. Sin embargo...

—¿Sin embargo?

—Sin embargo, a veces te sorprendo mirando…

—Vamos, chicas. ¡Es hora de mojarse!—dijo Puck mientras tomaba su brazo y el de Brittany.

Brittany logró apartarse de él.

—Acabo de ponerme loción. Pero toma a Santana—dijo sonriendo mientras hacía señas para que se alejaran.

Santana debía tener una mirada de pánico en su cara cuando miró hacia Brittany. La otra chica le dirigió una sonrisa tranquilizadora y asintió con la cabeza, sin dejarle a Santana más remedio que seguir a Puck a la piscina.

Fingió disfrutar de las bromas de los demás mientras ella entraba en el agua con ellos, pero era consciente de los ojos azules que la observaban, ojos que no se apartaban cuando por casualidad mirada en dirección a Brittany.

Santana estaba totalmente confundida.

Una cosa era saber que tenía un enorme enamoramiento con la chica, pero era un enamoramiento que abordaba desde lejos, no tenía que enfrentarse a Brittany.

Ahora, debido a que había aceptado la invitación a la estúpida fiesta de la piscina, había tenido que hablar con Brittany cara a cara.

No sólo eso, Brittany le había tocado.

Y no sólo eso, sino que juraría que Brittany estaba coqueteando con ella.

Lo que significaba una sola cosa: Brittany sabía de su enamoramiento.

Así es que ¿estaba jugando con ella?

¿Tomándole el pelo?

Santana se aferró a un lado de la piscina, sus ojos se deslizaron por el patio de concreto hacia las tumbonas, descubriendo a Brittany mirándola de nuevo.

Sus ojos se encontraron, la intensidad era tan fuerte que Santana casi pierde su agarre en el lado de la piscina.

No, esa mirada no era broma.

Y eso la confundía aún más.

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Capitulo 8

Brittany estaba de pie junto a la ventana, con la mirada ausente viajando por las oficinas de los edificios adyacentes en el centro de New York.

Su oficina, aunque no era enorme, era lo bastante grande como para compararla con la de alguno de los clientes ejecutivos que tenía.

Una de las paredes estaba formada por nada más que vidrio, dándole una visión amplia de la ciudad.

Una vista que una vez ansió e incluso disfrutó.

Se dio la vuelta apartándose de la vista, y se sentó en su lujoso sillón de cuero con un profundo suspiro.

Odiaba su trabajo.

De hecho, odiaba su vida.

Diez años había estado luchando contra el tráfico diario de esta gran ciudad. Luchando para poder estar aquí en Peters, Wells, Hancock y Bayer, una prestigiosa firma de abogados cuyos clientes incluían el más exitoso y de gran alcance negocio del gas y petróleo.

Su especialidad eran los montajes legales.

Ella había escrito un sinnúmero de contratos con montajes legales escondidos, la mayoría para eludir las leyes ambientales.

Y podía encontrar aún los más discretos montajes legales escritos por los abogados de la competencia, les ahorraba a sus clientes millones de dólares en el proceso.

Había discutido contratos con los jurados y jueces, convenciéndoles de montajes legales, aunque no hubiera ninguno.

Era buena en su trabajo, sin embargo, lo odiaba.

Como Kitty había dicho, tenía un trabajo cómodo con un salario exorbitante. Se le permitía vivir en un condominio muy caro rodeado de zonas verdes en una ciudad de concreto, un sendero para caminatas, una pista para bicicletas y un campo de golf, los cuales le gustaba.

Era una chica de pueblo, todavía no está acostumbrado a la ciudad.

Dudaba que alguna vez pudiera aceptar de todo corazón la ciudad, pero ahí era donde su profesión la había llevado.

Lejos de la pequeña ciudad de Lima, Ohio.

Suspiró de nuevo, dando vueltas en la silla para quedar frente a las ventanas, una vez más.

Su reunión de secundaria estaba a menos de dos meses. Se había convencido de que no tenía más remedio que ir.

Era lo esperado.

No era como si nunca hubiera visto a esa gente.

Ella lo hacía.

Visitaba a sus padres un puñado de veces al año y siempre se topaba con alguien de la secundaria que nunca se había mudado. Habían estado hablando de su reunión de los quince años, los dos últimos.

Y en realidad, era algo que normalmente ella esperaba.

A excepción de este año, tenía la sensación de que ella estaría ahí. Y no estaba segura de poder manejar la situación.

Lo que era una locura.

No había visto a Santana desde su primer semestre en la universidad.

De hecho, rara vez le dedicaba un pensamiento.

Dios, eso era una mentira.

Se puso de pie con rapidez, una vez más fue hacia la ventana, mirando pero sin ver nada.

La verdad era que Santana López cruzaba por su mente mucho más de lo que debería. Un romance adolescente que terminó mal, eso era todo lo que era.

Sin embargo, casi quince años después, todavía no había encontrado a nadie que le tocara como Santana lo hacía.

La intensidad entre ellas, el calor y la pasión, era algo que había intentado imitar sin éxito.

Si se trataba del producto de las hormonas adolescentes o no, el sexo entre ellas era...bueno... simplemente increíble.

Y hasta el momento, en su vida adulta, nada se había acercado.

Se dio la vuelta, sintiendo el cálido rubor en su rostro. Ella cerró los ojos, dejando surgir las imágenes que había tratado de suprimir todos estos años.

Imágenes de las dos, desnudas y adoloridas por la necesidad del toque de la otra, imágenes de momentos robados en el que se escondían bajo las sombras de la noche, imágenes de besos apasionados y húmedos cuando no podían apartarse la una de la otra.

Y las imágenes olvidadas del sol, la hierba alta, una manta y un almuerzo tipo picnic, sus manos y sus bocas incapaces de detenerse, incluso el tiempo suficiente, para aparentar que estaban en un picnic.

No, los momentos preciosos cuando se quedaban a solas, que solo los pasaban haciendo una de dos cosas: hablando o haciendo el amor.

Sus manos se cerraron en puños, apretándose con fuerza.

Ella expulsó esas imágenes y las sustituyó por otras que eran mucho más dolorosas.

La de Santana rompiendo con ella, su figura alejándose de ella, y luego más, las imágenes de Santana besando a otras chicas.

Santana riendo con otra persona como si se burlase de ella.

Santana saliendo del dormitorio de otra chica a medianoche, su cabello y sus ropas en desorden, evidencia de lo que acababa de hacer.

Maldita sea ella.

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Capitulo 9

Brittany cerró la puerta de su habitación y se dejó caer sobre la cama.

Los sonidos de las charlas y risas flotaban por las escaleras mientras su hermano y hermana gritaban los nombres de sus amigos.

Su mamá sólo le había dado el visto bueno a cada uno para que invitaran a un amigo en las vacaciones de verano para la playa. Era un viaje que hacían cada verano en junio, alquilaban una casa en el lago de Mustang.

Los dos últimos veranos, Brittany había invitado a Sugar y su mamá asumió que Sugar volvería.

Brittany se quedó mirando el teléfono en su escritorio.

Sugar estaría esperando ir.

Eran amigas.

La mayoría pensaba que eran las mejores amigas.

Se dio la vuelta sobre su costado, metiendo sus manos contra su mejilla. A pesar de lo que todos pensaban, ella realmente no tenía una mejor amiga.

Ella y Sugar nunca hablaban de otra cosa que no fuera chicos o porristas o de su grupo de amigos.

Nunca hubo nada más profundo.

Sus conversaciones eran tan superficiales como su amistad.

Lo que realmente quería hacer era invitar a Santana López para que fuera con ella al lago playa.

Pero ¿se atrevería?

La escuela había terminado casi tres semanas atrás y no la había vuelto a ver desde el último día en la escuela.

La había alcanzado justo antes de que Santana se alejara a toda velocidad en su bicicleta. Brittany le había ofrecido llevarla a casa en su coche. Mientras se miraban la una a la otra, Brittany se dio cuenta de lo estúpida que había sido su oferta y transparente.

Santana tendría que tomar otro aventón de regreso a la escuela para recuperar su bicicleta.

En los pocos segundos que sus ojos permanecieron unidos, Brittany casi sugirió que pusieran la maldita bicicleta en la parte de atrás de su coche, cualquier cosa para pasar tiempo con Santana.

Pero fue demasiado tarde.

Santana le dio un guiño y una leve sonrisa de complicidad mientras empujaba su bicicleta.

Brittany rodó sobre su espalda nuevamente, mirando al techo.

Después de la fiesta de la piscina, se había puesto el objetivo de hablar con Santana en la escuela.

Cada vez que lo hacía, la atracción se volvía más fuerte.

Era casi como si ella ansiara su cercanía.

No lo entendía.

No del todo.

Era…era una atracción, sí.

Tragó saliva y cerró los ojos.

No había nada sexual, por supuesto.

Ella no era una de esas chicas.

¿O lo era?

No, por supuesto que no.

El hecho de que no hubiera ni una chispa con alguno de los chicos de Lima, Ohio no quería decir que nunca habría una chispa con un chico.

Miró de nuevo el teléfono.

Realmente quería que Santana fuera con ella.

Quería conocerla.

Tenía la sensación de que su amistad no sería superficial.

Así que se puso de pie rápidamente, abriendo uno de los cajones de su escritorio y encontrando el directorio telefónico de Lima, Ohio.

Había dos López en el listado.

Cogió el teléfono y marcó el primero, el corazón le latía nerviosamente mientras sonaba.

Una señora respondió con un alegre "hola" y Brittany dejó escapar el aliento.

—¿Puedo hablar con Santana, por favor?

—Oh, querida, lo siento. Ella no vive aquí. Soy su tía Lou.

—Está bien. Voy a intentar el otro número.

Colgó rápidamente, avergonzada. Se quedó mirando el segundo número, memorizándolo, pero decidió no llamar. Ella garabateó la dirección, notando que la calle no estaba muy lejos de la escuela.

No era de extrañar que Santana montara su bicicleta.

Ella agarró sus llaves y bolso y salió corriendo de su dormitorio, bajando las escaleras de dos en dos. Hizo caso omiso de Blaine y Tina que ahora estaban enganchados frente a la TV.

Encontró a su mamá en la cocina haciendo sándwiches para el almuerzo.

—Voy a salir—dijo Brittany elevando sus llaves para dar énfasis.

—¿A dónde? Es casi la hora del almuerzo.

Brittany apoyó la cadera contra el mostrador al lado de su mamá.

—Mamá, no creo que quiera invitar a Sugar al lago este año—dijo.

Su mamá la miró, luego volvió a cucharear mayonesa del tarro.

—Pensé que habías pasado un buen rato con ella el año pasado.

—Lo hice. No es eso. Es sólo que...bueno, quiero invitar a una nueva amiga.

—¿Oh? ¿Quién?

—Santana. Santana López.

Su mamá se detuvo, volviéndose para mirarla.

—¿Santana López? Nunca te había escuchado mencionarla.

Brittany cambió su peso, sabiendo que no tenía ninguna razón para estar nerviosa, pero lo estaba.

—Ella fue a la escuela católica por lo que sólo ha estado con nosotros desde el primer año. Estuvo en la fiesta de la piscina de Becky el mes pasado—añadió como si eso hiciera toda la diferencia.

—Ya veo—su mamá la miró por un momento, luego volvió a sus sándwiches—Bueno, cariño, puedes invitar a quien quieras.

Brittany sonrió con alivio y se inclinó besando a su mamá en la mejilla.

—Gracias, mamá. Voy a hacia su casa, ¿de acuerdo?

—Está bien. Ten cuidado.



Brittany estaba casi mareada mientras conducía por la ciudad.

Estaba muy emocionada para estar nerviosa y demasiado nerviosa como para pensar en lo que iba a decirle a Santana.

Eso era, presumiendo que Santana estuviera en casa.

Podía tener un trabajo de verano. O peor, podía estar en su campamento de baloncesto.

Brittany se mordió el labio inferior.

¿Y si su campamento de baloncesto era en la misma semana de sus vacaciones?

—Oh, no. Por favor, eso no—susurró al coche vacío.

Redujo la velocidad al pasar por la calle donde ella normalmente cruzaba para dirigirse a la escuela, siguió otras dos cuadras antes de girar a la izquierda. Condujo hasta el final, viendo las señales en las calles hasta que encontró la casa de Santana.

Respiró profundamente, girando lentamente mientras sus manos se apretaban en el volante.

Tal vez esto era demasiado pronto.

Tal vez debería pensar en ello.

Tal vez debería llamar en lugar de estar aquí.


Pero cuando se acercó a la modesta casa de López, encontró a Santana golpeando una pelota de baloncesto en el estacionamiento, rotando y ejecutando un salto perfecto para tirar hacia la malla rota del aro de baloncesto.

Estaba hipnotizada, mirando los músculos de las piernas de Santana mientras driblaba, disfrutando de la fluida gracia de sus movimientos, su piel color canela y un leve vislumbre de su vientre plano cuando su camiseta se elevó mientras saltaba nuevamente.

Entonces Santana se detuvo y se volvió, sus ojos se encontraron a través del parabrisas del coche.

Brittany se dio cuenta de que todavía estaba en el medio de la calle, parada. Quitó su pie del freno, entrando fácilmente al estacionamiento de los López mientras Santana se movía hacia un lado.

Santana se inclinó y miró por la ventana abierta.

—¿Qué estás haciendo en los suburbios de este lado de la ciudad?

Brittany rió.

—Buscándote.

—Bueno, me encontraste.

Santana dio un paso atrás, abriéndole la puerta. Brittany salió, su nerviosismo regresó cuando se paró frente a Santana.

Aunque no era exactamente alta, Brittany todavía le ganaba en altura a Santana.

Santana también parecía un poco nerviosa mientras jugueteaba con el balón.

—¿Es aquí donde practicas?

—En su mayoría.

Brittany metió las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos, tratando de parecer despreocupada, como si estuviera acostumbrada de aparecer en la casa de una chica sin previo aviso.

Se quedaron ahí, con los ojos mirando alrededor, encontrándose, y rápidamente mirando a lo lejos, sólo para volver a encontrarse nuevamente.

—Entonces ¿estás disfrutando del verano?—preguntó Brittany, mentalmente poniendo los ojos en blanco por su pobre intento de conversación.

—Ha estado bien. No he hecho nada, en realidad.

—¿Cuándo es el campamento de baloncesto?

—A finales de julio.

Brittany sonrió ampliamente.

—Grandioso.

—¿Grandioso?

—Sí, grandioso—Brittany dio un paso más cerca, incapaz de resistir la atracción—¿Quieres ir al lago conmigo?—le mencionó.

Las cejas de Santana se elevaron.

—¿Al lago?

Brittany asintió.

—Mi familia alquila una casa en el lago cada verano.

—¿Dónde?

—El lago de Mustang, cerca de Port Aransas.

—Suena divertido.

—¿Quieres venir conmigo?

Pasaron unos segundos mientras los ojos de Santana buscaron los de ella, en busca de que, Brittany no lo sabía.

Brittany le sostuvo la mirada, esperando que Santana encontrara lo que estaba buscando.

—¿Cuando...cuando te vas?—preguntó Santana, su voz sonaba extraña para Brittany.

Santana se aclaró la garganta, y luego sonrió:

—Creo que sería divertido.

—Nos vamos dentro de dos semanas. Vamos a estar ahí para el 4 de Julio y tienen un gran espectáculo de fuegos artificiales—sin pensarlo, su mano encontró la de Santana y apretó sus dedos—Por favor, ven.

Se dio cuenta de que sonaba como si estuviera prácticamente rogando y tal vez lo estaba.

No podía explicarlo, pero necesitaba que Santana fuera con ella.

—Sí—la voz de Santana era casi un susurro. Se aclaró la garganta—Por supuesto, voy a tener que asegurarme de que está bien para mi mamá—dijo señalando a la casa.

—Ella puede...ella puede llamar a mi mamá.

Brittany volvió a su coche y encontró un trozo de papel arrugado en el bolso. Garabateó el número de sus padres, y luego debajo de eso, agregó el número de su línea privada.

—Aquí. Ese es nuestro número. El que está en la parte inferior, es el número de mi habitación.

—¿Así que si quiero hablar con tu dormitorio, puedo llamar a este?

Brittany rió.

—No, tonta. Vas a hablar conmigo. Estaré en mi habitación.

Una vez más, esa atracción invisible le guio a acercarse aún más.

No podía resistirlo.

Santana no se apartó.

Brittany permaneció muy cerca, tratando de pensar en algo que decir, algo que prolongara su visita.

—¿Tu...quiero decir, tú y tus padres, toman vacaciones durante el verano?

Santana sacudió la cabeza.

—No, en realidad no. Mi papá, él trabaja en Gas Ashwood por lo que pasa mucho tiempo fuera. Si vamos a alguna parte es para ver a mi abuela.

—Suena divertido—dijo Brittany—¿Y vas al parque acuático?

—Sí. He estado un par de veces.

—¿Tienes un hermano o una hermana?

—No. Sólo yo. ¿Y tú?

—Las dos cosas. Son mellizos. No se parecen en nada. Ninguno la verdad. Tienen diez años. Actúan como si fueran de ocho la mayoría de las veces—dijo con una sonrisa—Y cada uno va a invitar a un amigo para ir con ellos, así que prepárate.

Santana asintió con la cabeza y se jugó con la pelota entre sus manos.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Por supuesto. ¿Qué?

—¿Por qué yo?

Brittany sintió el rubor cubrir su rostro inmediatamente.

Sí, ¿por qué Santana López?

¿Por qué no alguien más seguro, como Sugar?

¿Más seguro?

Trató de pensar en una razón para darle a Santana y no pudo encontrar nada más que la verdad.

—Quiero conocerte—admitió finalmente—Creo que podemos ser muy buenas amigas.

—¿Lo crees?

—¿No es así?—Brittany le sostuvo la mirada—Me gustas.

Brittany no estaba preparada para el revoloteo de su corazón cuando Santana le regresó esas palabras a ella.

—Tú también me gustas—dijo Santana casi en un susurro.

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Capitulo 10

Santana aceleró por la carretera, el viento azotando su cabello en el jeep descapotable mientras dejaba atrás Lago Christi y se dirigía hacia la calzada.

El lago era donde normalmente se iba cuando tenía que pensar, cuando un diseño o un jingle le eludía, o cuando sólo necesitaba un poco de tiempo a solas.

Como ahora.

Se volvió hacia la carretera del parque estatal, mostrando su pase anual en la puerta.

El asistente le indicó que pasara sin mirar.

A estas alturas todos conocían su Jeep.

Era un miércoles a principios de mayo y el estacionamiento en el área de uso diurno estaba casi vacío.

Estacionó en su lugar habitual en una de las palmeras y salió, tomando una botella de agua con ella mientras caminaba.

Se dirigió al sur, con los pies descalzos y fríos por las olas que salpicaban la orilla, y luego regresaban de nuevo.

Tomando una profunda bocanada de aire salado y húmedo, dejó que su mente vagara donde debía, mientras caminaba sin rumbo escuchando el sonido de las aves mientras venían a inspeccionar, con la esperanza de una limosna.

No se sorprendió al encontrarse a sí misma trayendo a la superficie sus recuerdos nuevamente.

Era algo que había estado haciendo desde que llegó esa maldita invitación de la reunión de los 15 años.

No sabía por qué le había afectado tanto.

Cuando llegó la invitación para la reunión de los 15 años, la había mirado, se había encogido de hombros y la había tirado a la basura, sin darle más vueltas.

Por supuesto, quince años atrás seguía disfrutando de la libertad de la vida en Chicago, salía con los estudiantes de posgrado, seguía las presentaciones de la música en vivo o se relajaba en la playa con un grupo de amigos ruidosos.

Estaba contenta trabajando para alguien más, aprendiendo su oficio en una de las más grandes agencias de publicidad en la ciudad, cumpliendo con su turno de ocho a cinco y luego olvidándolo hasta la mañana siguiente.

Todavía estaba en sus días de "perra puta" como Mercedes le había llamado.

No estaba muy segura de cuando finalmente había crecido y se había dado cuenta de que ya no tenía veinte años.

Tal vez fue en una de las tantas resacas, en una de las tantas mujeres sin rostro y sin nombres en su cama o en una de las tantas aventuras insatisfactorias.

O tal vez simplemente se había cansado de huir.

Porque eso era lo que había estado haciendo.

Huyendo de su vida.

Huyendo del fantasma de Brittany.

Huyendo de un antiguo amor perdido.

Huyendo de sus recuerdos.

Fue por pura casualidad que se encontró con Mercedes, su antigua amiga de la universidad.

Habían dejado de verse el día después de la graduación, Mercedes se dirigió a casa en la cosa en Chicago y Santana rumbo a Kentucky.

Ellas habían mantenido el contacto de forma esporádica, finalmente se distanciaron cuando nuevos amigos tomaron sus lugares.

Nunca esperó encontrarse con ella en una tienda de comestibles, una noche.

Habían reiniciado su amistad donde la habían dejado, Mercedes la invitó a una visita a su casa en la costa en Chicago para conocer a su esposo Sam e hijos Jake y Wade.

Esa visita fue todo lo que necesitó para convencer a Santana para que dejara Kentucky.

La paz que había estado buscando, la encontró ahí, en la playa.

El único lugar que ocupaba los recuerdos más preciados para ella.

Hizo una pausa, mirando hacia el horizonte, reflexionando sobre el pasado, así como estuvo haciendo las últimas dos semanas.

Se preguntó cuál sería la reacción de Brittany si supiera que Santana se había asentado ahí, teniendo un lugar tan parecido al lago Mustang como su paraíso.

Habían venido aquí dos veces juntas, una vez el verano antes de su penúltimo año de la secundaria, y luego el verano antes de su último año.

Por supuesto, para el segundo verano, ya eran amantes, escondiéndose donde fuera para poder estar juntas.

Pero era el primer verano el que más recordaba.

Ese verano fue uno de descubrimientos, de amor y de anhelo, de una nueva amistad que se convirtió en mucho más al final de semana.

Porque eso fue todo lo que se necesitó.

Una corta, una increíble, semana para caer profundamente enamorada de Brittany Pierce.

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Capitulo 11

—Este es nuestro dormitorio—dijo Brittany mientras colocaba la maleta en el armario.

Santana estaba en la puerta, mirando la única cama doble en la esquina de la habitación.

Nuestro dormitorio.

Nuestra cama.

Sería un milagro si ella sobrevivía la semana sin hacerse un completa tonta de sí misma.

El control que tenía sobre sus hormonas en ebullición era tenue.

—Vamos. Vamos a cambiarnos, San.

Los ojos de Santana se abrieron al escuchar como la había llamado, pero se abrieron más cuando Brittany se quitó su camisa, de pie sin nada más que su sujetador y sus pantalones cortos, mientras abría su bolso en busca del traje de baño.

Cuando lo encontró, el sujetador se unió a la camisa en el suelo. Santana se quedó clavada en el suelo, con sus ojos deambulando ansiosos sobre el cuerpo semidesnudo de Brittany.

Santana desde un principio se dio cuenta que tenía más pecho que Brittany, pero eso no importaba, igual se quedó sin habla.

Oh, sus pechos estaban bien formados, permaneciendo firmes y tensos mientras deslizaba la parte superior de su bikini.

Santana se obligó a girarse, sabiendo que se desmayaría si Brittany se quitaba los pantalones y la ropa interior de la misma forma que había hecho con la camisa y el sujetador.

—¿Eres tímida?—Brittany preguntó en voz baja.

Santana no se volvió mientras buscaba entre sus ropas, tratando de decidirse entre el traje de una sola pieza o el bikini que se había atrevido a incluir.

—Soy un poco tímida, sí—dijo Santana.

Era por supuesto, una mentira.

Estaba en el equipo de baloncesto.

Estaba acostumbrada a desnudarse y ducharse en un puesto de grupo con otras diez chicas a la vez.

—Lo siento. Voy a ser más cuidadosa, San.

Santana se volvió entonces, encontrando a Brittany muy cerca de ella, sus pantalones cortos desabrochados pero aún puestos, gracias a Dios.

Tragó saliva y sacudió su cabeza, usando toda su fuerza de voluntad para mantener los ojos alejados de los pechos de Brittany, ahora cubiertos por el pequeño bikini.

—Está bien, Britt. No me importa.

Se quitó su propia camiseta, observando el rubor en el rostro de Brittany y sus ojos oscurecidos.

Se sorprendió por la reacción de Brittany.

Sorprendida y confundida.

Seguro fue porque le dijo “Britt”.

La boca de Brittany abrió y cerró varias veces antes de que las palabras salieran.

—Yo...Yo debería...quiero decir...yo podría...si tú…

Por primera vez en su corta vida, Santana se sintió poderosa cuando la verdad le golpeó.

Brittany estaba teniendo la misma reacción hacia el cuerpo de Santana así como el que Santana había tenido hacia el suyo.

Sin pensarlo, se quitó su nuevo sujetador deportivo, quedando desnuda así como Brittany había estado antes.

Oyó la inhalación brusca de Brittany mientras sus ojos se posaron en los pechos de Santana. Santana se volvió entonces, sus manos temblaban mientras elegía el bikini en vez del traje de baño de una sola pieza.

—No soy tan tímida—dijo Santana, su espalda todavía hacia Brittany—Estoy segura de que al final de semana, vamos a estar acostumbradas a vernos una a la otra, Britt.

—Yo...yo supongo que sí—dijo Brittany.

Santana escuchó la cremallera de los pantalones cortos de Brittany e imaginó a Brittany quitándoselos.

Se quitó sus propios pantalones cortos, al mismo tiempo, sin atreverse a voltear a ver si Brittany estaba mirándola o no. Se puso la parte inferior del bikini, agradecida de que había pasado las últimas dos semanas tomando el sol con él.

Incluso había usado su bikini mientras practicaba sus movimientos de baloncesto.

Su piel estaba bronceada de un color dorado, igualando el de Brittany. Lo más probable, era que el bronceado de Brittany era el resultado del tiempo transcurrido en la piscina, de tomar el sol en una tumbona en el jardín trasero de la casa de sus padres.

Cuando se volvió, Brittany estaba mirándola, con su chanclas en una mano y una toalla en la otra.

—Te ves bien—dijo Brittany su rostro se puso rojo cuando las palabras le golpearon—Quiero decir, ese traje de baño se ve bien en ti.

Santana sonrió.

—Gracias. Te ves...te ves muy bien, también—dijo Santana sintiendo que el rubor se apoderaba de su propio rostro.

Se miraron la una a la otra, sonriendo, luego riendo. Y finalmente se relajaron.

—Vamos—dijo Brittany uniendo su brazo con el de Santana—Vamos al lago.




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—¿Qué es lo que quieres estudiar en la universidad?

Santana echó la cabeza hacia un lado, mirando a Brittany.

La otra chica estaba boca abajo, con la cabeza apoyada en las manos.

Durante tres días, habían jugado en el lago, habían participado en el juego "mantente alejado" con los cuatro niños de diez años de edad, habían ayudado a construir castillos de arena y habían jugado al voleibol con una pequeña red que los padres de Brittany habían levantado.

Ahora, cubiertas de arena y felizmente cansadas, se acostaron sobre las toallas de playa, tomando el sol de la tarde.

La mamá de Brittany les dijo que tenían dos horas hasta la hora prevista para las hamburguesas a la parrilla, comida de la noche.

—No puedo decidir—dijo Santana—Me gusta dibujar, esbozar, pero no sé lo que podría hacer con eso.

—¿Arquitectura?—sugirió Brittany.

—Viendo como apenas pasé geometría, no lo creo—Santana se puso de lado, frente a Brittany—¿Qué hay de ti?

—Todavía no tengo ni idea. Negocios de algún tipo, supongo. Contabilidad, tal vez—sus ojos se cerraron—Siempre imaginé que tendría esta gran oficina en un rascacielos en alguna parte. Habrá ventanas por todas partes y podré ver la ciudad, ver el centro.

—Mudarte de Lima, Ohio ¿verdad?

Brittany rió.

—Sí—sus ojos se abrieron de nuevo—Me gusta haber crecido en un pueblo pequeño, pero nos falta mucho ¿No te parece?

—Tal vez. Me gusta cuando voy a Louisville cada año. Hay tanto que hacer. Es como, que no importara qué hora es, de día o de noche, algo siempre está abierto.

—Sí. Nada se cierra a las cinco como en Lima, Ohio.

—Pero me gusta esto también—dijo Santana—Nunca había estado en este lago. Esto es divertido.

—Hemos venido aquí cada año desde que puedo recordar.

—¿Siempre podías invitar a alguien?

—Sí.

—¿Quién vino el año pasado?

Santana miró a Brittany, viendo la expresión pensativa en su rostro, su pequeña sonrisa.

Santana alzó las cejas, esperando.

—Sugar. Vino los últimos dos años.

—¿Y por qué no otra vez este año?

Brittany suspiró.

—¿Pensé que habíamos cubierto esto?

Santana rió.

—Oh, sí. Querías llegar a conocerme.

Brittany se volteó sobre su lado, imitando a Santana.

—¿Por qué la escuela católica?

—Mis padres querían que me salvara de la corrupción de la escuela pública—dijo con una sonrisa—Fue realmente el deseo de mi abuela Alma.

—¿Así que eres católica entonces?

—Técnicamente, supongo.

—¿Qué significa eso?

—Somos latinos, estamos impregnados de las creencias de Dios, pero no vamos a la iglesia con regularidad. Ya no, de todos modos. No desde que estoy en la escuela pública. En aquel entonces, era algo mal visto que sus estudiantes no se presentan a misa los domingos.

—Somos metodistas, técnicamente. Mamá y los gemelos van mucho. Papá nunca va. Yo solía hacerlo, pero ahora me dejan decidir.

—¿Y no vas?

—No tanto. Suelo salir de ahí con más preguntas que respuestas.

—Sí. Sé lo que quieres decir.

—Es como si, tenemos un cerebro, pero confiamos en que alguien nos diga qué creer, qué pensar, cómo actuar. Lo odio. Lo siguiente que sé, es que nos dirá cómo votar—rodó sobre su espalda, mirando al cielo—Tal vez voy a ser una maestra—dijo después de un rato.

—Lo odiarías.

Volvió la cabeza para mirar a Santana.

—¿Eso crees?

—No tendrás grandes altura, con vista a la ciudad.

—Sí. Y no creo que pueda hacer frente a los niños todo el día.

Permanecieron en silencio mientras se miraban la una a la otra y Santana dejó que sus ojos vagaran libremente por el rostro de Brittany, tanto como Brittany estaba haciendo.

Finalmente hizo la pregunta que había estado molestándola desde la fiesta de la piscina.

—¿Por qué no tienes novio?

—No quiero.

—¿Por qué?

—Yo...no lo sé. Ninguno de los chicos en la escuela me interesa. No veo el punto de tener un novio por el simple hecho de tener uno.

—Pero eres una porrista. Eres una de las chicas más populares en la escuela. Se supone que debes tener un novio.

Brittany puso los ojos en blanco.

—Odio animar. Mi mamá me hizo hacerlo mientras estaba en el séptimo grado. Siempre he pensado que las porristas no eran más que rubias, alocadas y tontas—dijo con una risa—No quiero ser estereotipada de esa manera.

—Bueno, tienes que admitir que la mayoría lo son.

—¿Te refieres a Sugar?

—Ella no es rubia y es un poco boba, sí. Pero esta en el grupo de moda, al igual que tú.

—Estoy en el grupo de moda porque soy una porrista, vivo en el lado norte de la ciudad, y mis padres me dieron un auto deportivo cuando cumplí dieciséis años. No hay otra razón.

Santana asintió.

—La política de la secundaria.

—Sí. Tiene sus ventajas, no me malinterpretes—dijo—Te invitan a todas las fiestas geniales. Pero a veces pienso que estoy madurando demasiado rápido. Más rápido que ellos, de todos modos.

—¿Qué quieres decir?

—Mis amigas, ellas se preocupan por las citas, la moda, celebridades y películas. Y los chismes. No están interesadas en sus estudios, ni si quiera han pensado en la universidad. Parecen tan inmaduras todavía—se puso boca abajo otra vez—Pero tú no. Creo que esa es una razón por la que quería llegar a conocerte mejor. Eres diferente a ellas.

—Sí. Estoy preocupada por la universidad, pero sobre todo cómo voy a pagar por ella. Mis padres nunca fueron a la universidad. Mi mamá, trabaja a tiempo parcial en el juzgado. Mi papá ha trabajado sin haber ido a la universidad así que no están realmente presionándome. Dijeron que me ayudarían a pagar si me iba a una escuela técnica, pero yo no quiero eso. Quiero ir a la universidad—Santana se puso boca abajo, mirando a Brittany—Es por eso que practico tanto el baloncesto. Si puedo conseguir una beca, entonces serán capaces de ayudarme.

—Wow. Mis padres han estado hablando acerca de la universidad desde que tengo memoria. Tengo una cuenta de ahorros que comenzaron cuando era una niña.

—Siempre me dijeron que mi dinero de la universidad fue para pagar la escuela católica.

—Sí, pero esa fue su elección, no la tuya ¿Cierto?

Santana se encogió de hombros.

—No sabía bien. Fue hasta hace poco que me enteré de que mi abuela era quien había pagado la matrícula, no mis padres. Estoy agradecida de que me dejaran ir a la secundaria pública.

—Yo también—Brittany cambió de nuevo, esta vez a su lado, frente a Santana—¿Acaso alguna vez Puck te invitó a salir?

—Sí.

—¿Y?

—Le dije que no.

A Santana le sorprendió la mirada de alivio en el rostro de Brittany.

—¿Por qué?

—Había oído que iba a hacerlo ¿Por qué dijiste que no?

—No estoy interesada en él.

Brittany sonrió.

—No creo que alguien le haya rechazado antes.

—¿Tú?

—Puck sabe que yo sólo lo tolero. Él nunca me pediría salir.

Brittany recogido un puñado de arena y la dejó caer lentamente entre sus dedos.

—¿Por qué no tienes novio, San?

Santana se detuvo, preguntándose cómo responder.

—Yo no...No me gustan—dijo finalmente.

No sabía si Brittany lo había tomado como si no le gustaban los chicos o simplemente que no le gustaban los de Lima, Ohio.

Brittany pareció considerar su respuesta, sus ojos mirando fijamente a Santana, pero no investigó más allá.

—¿Lista para refrescarte en el agua?

Santana asintió con la cabeza, siguiendo a Brittany hacia el agua que enfrió su piel caliente.

Ellas se zambulleron en el agua, y luego hundiendo sus cabezas en las demás, sintiendo la fuerza de la corriente a medida que avanzaban hacia aguas más profundas.

Cuando ya no podían tocar fondo, comenzaron a nadar hacia la orilla, hasta que el agua choco contra sus cinturas. Se rieron cuando una gran ola las golpeó llevándolas hacia abajo y Santana instintivamente llegó hasta Brittany, tirando de ella hacia arriba.

Era la primera vez que Santana la había tocado, se dio cuenta mientras sus manos se deslizaban suavemente sobre la piel húmeda de Brittany, rodeando su cintura pequeña para mantenerla en posición vertical.

Se quedaron ahí, sus miradas conectadas mientras el agua se arremolinaba a su alrededor.

Santana sintió que se ahogaba en los ojos de Brittany.

Eran tan azules como el cielo en un día de frío invierno, la sostuvo sin esfuerzo mientras Brittany descubría dentro de su alma, sin dudar los secretos que Santana había estado tratando de esconder con esfuerzo.

Brittany no dijo nada.

Simplemente sonrió y apretó el brazo de Santana, sus dedos persistentes, quemándole la piel.

—Gracias, San.

Santana no podía hablar.

Asintió con la cabeza.

Finalmente liberó a Brittany, sus manos cayendo lejos de ella. Se sentía aturdida y confusa, tropezó hacia la orilla, agarrando la toalla y sacudiendo la arena fuera de ella.

—¿San?

Cerró los ojos, de espaldas a Brittany.

Dios, le encantaba la forma en que Brittany decía su nombre.

—¿Estás bien?

Santana asintió con la cabeza, sintiendo que Brittany se acercaba.

No sabía qué decir.

Tenía miedo de que Brittany supiera, miedo de que Brittany pudiera percibir la atracción que Santana sentía, miedo de que Brittany se alejara de ella.

—Probablemente es hora de las hamburguesas. ¿Estás lista para irte?

—Sí. Me muero de hambre.










Santana se estremeció cuando sus hombros golpearon la cama.

Su piel estaba caliente.

Incluso la ducha fría no había ayudado.

—¿Estás tan quemada por el sol como yo?—preguntó Brittany.

—Sí. ¿Que estábamos pensando, al permanecer tanto tiempo afuera?

—No lo sé, pero dudo que voy a ser capaz de dormir.

—Siento que mi piel está ardiendo—levantó las mangas de su camiseta, dejando al descubierto la mayor parte de sus hombros, tanto como pudo.

—Debemos quitarnos nuestras camisas—dijo Brittany en voz baja.

Santana se quedó inmóvil, las palabras emitidas en voz baja aun dando vuelta en su cerebro.

¿Quitarse sus camisas?

Entonces estarían...desnudas.

Su autocontrol se encontraba en un punto de quiebre. Se había dado cuenta de eso mientras estaban en el agua.

¿Cómo podría soportar estar en la cama con Brittany, desnudas de la parte superior?

Vio como Brittany se levantaba de la cama, la luz de la luna era tan brillante a través de las finas cortinas, que podía seguir sus movimientos.

Ella rebuscó en su bolso y luego regresó a la cama, deteniéndose sólo unos pocos segundos antes de despojarse de su camiseta sobre su cabeza.

Santana sintió que se quedaba sin aliento, sintió que su corazón latía con nerviosismo mientras Brittany retiraba las mantas.

—Loción. Podría ayudar—dijo mientras se acercaba a Santana, tirando de su brazo—Vamos. Quítate la camisa.

Las palabras fueron pronunciadas en apenas un susurro, sin embargo, era una orden que Santana no pudo rechazar.

Dejó de pensar, dejó que su mente se quedara en blanco, diciéndose a sí misma que era algo totalmente inocente.

Ambas se habían quemado con el sol.

Eran miserables con la ropa puesta.

La loción les haría sentir mejor, razonó.

Así que se sentó, quitándose su camiseta y la arrojó en el suelo junto a la cama.

—Voy a ocuparme de tu espalda—dijo Brittany mientras se acercaba aún más.

Santana se sentó con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, incapaz de contener el pequeño gemido que liberó con el primer contacto.

La loción, efectivamente, se sentía fría en su piel mientras las manos de Brittany se movían suavemente a través de la carne caliente de sus hombros.

Trató de mantener su respiración lo más normal posible, pero estaba teniendo un momento difícil, ya que las suaves manos acariciaban su espalda una y otra vez.

—Date la vuelta, San—una vez más, la orden fue susurrada.

Santana sabía que no podría rechazarla.

Se dio la vuelta en la cama frente a Brittany que estaba arrodillada a su lado.

—¿Cómo se siente?—preguntó Brittany.

—Maravilloso—murmuró Santana, sin importarle si Brittany pensaba si se refería a la loción o a su caricia.

Contuvo el aliento cuando Brittany tocó su clavícula y se movió hacia su cuello, sus manos resbalaban suavemente sobre su piel.

Santana finalmente fue lo suficientemente consiente para notar el cambio en la respiración de Brittany mientras sus manos se movían peligrosamente cerca de sus pechos.

El aire estaba cargado de tensión, el sonido de su respiración, los sutiles gemidos que Santana no podía contener.

Mantuvo los ojos cerrados, disfrutando de la sensación del tacto de Brittany mientras se movía a través de sus brazos, hasta los hombros y a su cuello nuevamente.

Los labios de Santana estaban entreabiertos, su respiración era rápida, su corazón latía con fuerza, tan fuerte que estaba segura de Brittany podía escucharlo.

Por último, las manos de Brittany se detuvieron, apoyadas en los antebrazos de Santana.

Abrió los ojos, buscando los de Brittany en las sombras.

La respiración de Brittany era tan dificultosa como la suya y se quedó quieta mientras los dedos de Brittany se clavaron en sus brazos. Finalmente se relajó liberando los de Santana.

—¿Te gustaría...te gustaría que hiciera lo mismo?—Santana preguntó en voz baja con mucho miedo de que Brittany dijera que no.

—Sí. Me gustaría.

Pero Brittany no se sentó como Santana lo había hecho.

Se acostó boca abajo con los brazos extendidos, dejando al descubierto su bronceada y suave espalda.

Santana vertió loción en la palma de su mano, tomando una respiración profunda antes de tocar a Brittany. Ella frotó suavemente con ambas manos moviéndose al unísono a través de su piel caliente.

Estaba emocionada por el gemido que provocó en Brittany.

Los ojos de Brittany estaban cerrados, pero tenía la boca abierta mientras tomaba aire.

Santana tocó cada centímetro de su espalda, sus dedos memorizaron sus curvas, se atrevió a profundizar hacia la parte baja de sus caderas, y luego por sus costados, sintiendo la suave curva de sus pechos mientras permanecían aplastados contra la cama.

Santana no tenía experiencia sexual a menos que contara los pocos besos robados que le había permitido a Alison el año pasado en la cancha de baloncesto.

Pero los besos y las caricias que habían compartido no le habían hecho sentir nada de lo que estaba experimentando es ese momento.

Si tenía alguna duda de que era lesbiana, estaban siendo contestadas esta noche mientras sus manos se movían a través de la piel desnuda de Brittany Pierce.

Se quedó quieta, teniendo que aclarar su garganta antes de hablar.

Ahora era su turno de ordenar.

—Date la vuelta, Britt.

Brittany hizo lo que le dijo, volteándose sobre su espalda.

Los ojos de Santana se posaron en sus pechos, las sombras no eran suficientes para ocultar los pezones erectos, el rápido ascenso y descenso del pecho de Brittany al respirar.

Santana tragó, su boca de repente muy seca.

Elevó su mirada encontrándose con la de Brittany quién le observaba de cerca. No sabía si debía disculparse por mirar, pero no lo hizo. Vertió más loción en su mano, mirando a los ojos de Brittany nuevamente.

Sus ojos se cerraron cuando Santana le tocó y un sensual gemido escapó de los labios de Brittany.

Las manos de Santana se movieron tan lentamente, tan suavemente, acariciando la piel de Brittany sin ni siquiera fingir que era sobre quemaduras de sol y loción.

No lo era.

Su respiración era dificultosa ahora, como era la de Brittany.

Sin saber si se sentía valiente y audaz, o simplemente sin considerar las consecuencias, Santana dejó que su mano derecha viajara entre los pechos de Brittany hacia su estómago, sus dedos se movieron en un movimiento circular.

Brittany estaba casi jadeando y sus ojos se abrieron encontrándose con los de Santana.

Santana se detuvo, esperando, temiendo que había sobrepasado los límites, temiendo que había ido demasiado lejos.

—Me encanta...Me encanta la forma en que me tocas, San—Brittany susurró.

Llevó su mano hacia arriba, cubriendo la de Santana, presionándola con fuerza contra su costado.

Santana esperaba, sin saber qué quería Brittany.

Entonces los ojos de Brittany se cerraron de nuevo y tomó la mano de Santana, moviéndola muy lentamente por su cuerpo.

Santana tembló al darse cuenta de la intención de Brittany. La mano de Brittany cayó de nuevo sobre la cama, dejando la de Santana descansando justo debajo de la curva de su pecho izquierdo.

Santana vaciló, sabiendo que Brittany había dejado la decisión en sus manos.

Santana se quedó mirando sus pechos, fascinada por los pezones erectos, sintiendo una dolorosa necesidad de tocarlos, sentirlos contra la palma de su mano.

No se detuvo a pensar cómo afectaría esto su floreciente amistad, cómo cambiaría su relación.

No pensaba en otra cosa más que la abrumadora necesidad que tenía que tocar a Brittany.

Así que ella deslizó su mano más arriba, sin molestarse en tratar de contener su gemido cuando sus dedos se movieron a través del pecho de Brittany, el pezón estaba tan duro al tacto como ya sabía estaría.

Su mano se cerró alrededor de él, sintiendo como Brittany se arqueaba aún más, escuchando el gemido de Brittany mientras apretaba su pecho antes de encontrar el pezón con sus dedos, frotando suavemente, sintiendo que se endurecían aún más.

—San—Brittany respiró—Por favor.

Por favor ¿qué?

Santana no sabía qué estaba suplicando Brittany o lo que quería.

Sus dedos continuaron jugando con el pezón de Brittany, encantada con los sonidos que Brittany estaba haciendo.

Todo su cuerpo estaba latiendo dolorosamente.

Entonces Santana se quedó inmóvil cuando la mano de Brittany se movió entre ellas, moviéndose a través de su cuerpo hasta que sus dedos rozaron el pecho de Santana.

Santana respiró profundo mientras esa mano se cerraba sobre su pequeño pecho.

—Oh, Dios—susurró Santana mientras sus ojos se cerraron de golpe.

—Estás temblando, San.

—Sí.

—¿Te gusta la manera en que esto se siente?—preguntó Brittany mientras sus propios dedos frotaban el pezón de Santana ligeramente.

—Sí—susurró Santana, mordiendo con fuerza su labio, tratando de detener su temblor.

—Quiero...quiero besarte. Quiero que nos besemos.

Santana se obligó a abrir los ojos, con su mano aun cubriendo el pecho de Brittany, Brittany seguía cubriendo el de ella.

—Britt, ¿qué estamos haciendo?—susurró de repente temerosa.

Quería que se besaran, sí.

Quería que hicieran todo tipo de cosas.

Pero tenía miedo de adonde les guiaría esto.

Miedo de que su elección generara algo de lo que Brittany se arrepentiría más tarde, mañana.

—Lo siento—dijo Brittany alejando rápidamente su mano—Tienes razón. Lo siento. Esto es una locura.

Razón acerca de que, Santana no estaba segura.

Pero sabía una cosa.

No lograría dormir esta noche.

¿Cómo podría?

Tenía un dolor palpitante entre sus piernas así como la extraña humedad que abundaba entre ellas. Su cuerpo estaba en llamas y no tenía nada que ver con la quemada por el sol, y todo tenía que ver con Brittany Pierce acostada desnuda a su lado.

Pero ella se recostó junto a Brittany, sus cuerpos muy cerca.

El silencio en la habitación era perturbado sólo por el sonido de sus respiraciones aceleradas.

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Capitulo 12

—El hecho de que tuvieras una amante femenina cuando estabas en la secundaria no es tan impactante para mí como saber que eras porrista—Marley bromeó—Eso está mal. Las lesbianas no deberían ser porristas.

Brittany miró a Kitty notando que estaba disfrutando de las bromas de Marley tanto como Marley lo disfrutaba.

—¿Tiene que contarle todo?

—Por supuesto. Has sido nuestra fuente de entretenimiento las últimas dos semanas. ¿Por qué crees que te invitamos a cenar?

Brittany robó una aceituna de la bandeja de aperitivos, tratando de no tomar como algo personal que Kitty y Marley la usaran como entretenimiento.

Y realmente, quién podría culparlas.

Especialmente esta semana, cuando había estado casi en estado de pánico después de la llamada telefónica.

La llamada telefónica de Sugar Motta diciendo:

—No vas a creer quién hizo su confirmación de asistencia.

Pero por supuesto que lo creía.

Había estado esperando, temiendo.

No sabía cómo lo sabía, pero habría apostado dinero que este año, Santana López asistiría a su reunión de secundaria.

Podía sentirlo en sus entrañas, podía sentirlo en el corazón.

Y que vergonzoso sería el tener que enfrentarse a ella, ver a Santana, sin duda con una hermosa amante colgando de su brazo, y aquí Brittany estaría, por siempre soltera.

Soltera y marcada debido a Santana, se recordó a sí misma.

Soltera porque no podía recuperar la magia, la pasión, que habían tenido.

Y marcada porque Santana López había destrozado su corazón en pedacitos, dándole una jodida excusa sobre ellas necesitando espacio, necesitando ver a otras personas, necesitando salir.

Oh, sí, Santana salió muy bien.

Ella salió y entro de diferentes camas, eso pasó.


—¿Por qué frunces el ceño?

Brittany devolvió sus pensamientos al presente, odiando que cada hora del día lo dedicara a Santana López, una mujer que juró odiaría hasta su último aliento.

Agitó su mano con desdén.

—Pensando en la ruptura—dijo.

—¿La que pasó hace casi quince años?—preguntó Marley.

—Mira, sé que es difícil de entender, pero estaba tan enamorada de ella, pensaba que todo era perfecto. Realmente éramos almas gemelas. O al menos esa era mi percepción en ese momento. Así es que…que ella rompiera conmigo, faltando dos meses para iniciar nuestra carrera universitaria…bueno…estaba devastada.

—Cuéntale la historia—Kitty dijo mientras se dirigía hacia el interior—Es hora de poner las hamburguesas.

—¿Quieres otra cerveza?—preguntó Marley, mirando la botella vacía a la que Brittany estaba dando vueltas sin rumbo en la mesa.

—Sí, por favor.

¿Contarle la historia?

¿Qué parte de la historia?

¿La ruptura?

¿Cuándo se enamoró?

O la parte en que, ahora, luego de quince años, todavía podía recordar cómo se sentía ser amada por Santana López.

—Todavía no puedo entender en mi cabeza como tú fuiste una porrista—Marley dijo mientras le daba otra cerveza.

Brittany rió.

—Renuncié en mi tercer año. Nunca fue una de mis pasiones, sólo de mi mamá.

—¿Eso fue porque encontraste una nueva pasión?

—Se podría decir eso—se echó hacia atrás en la silla, mirando por encima de su patio trasero—Es gracioso, la verdad. Santana sabía que era gay. Dijo que lo había sabido incluso antes de la secundaria. ¿A mí?...nunca me pasó por la mente. Sólo sabía que ninguno de los chicos de Lima, Ohio me interesaba, pero no me pregunté por qué—hizo una pausa—No conocía a Santana hasta que fuimos estudiantes del primer año. La descubría mirándome a veces. No éramos muy amigas, casi no hablábamos, pero sabía que estaba ahí. Había algo en la forma en que me miraba. Me sentía atraída por ella.

—¿Finalmente consiguió llevarte a un rincón oscuro y darte el beso que te dejó sin sentido?

Brittany se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa.

—Lo creas o no, yo hice el primer movimiento.

—Pensé que no sabías que eras gay.

—No lo sabía. La invité en unas vacaciones familiares de verano antes del tercer año. Siempre alquilábamos una casa en el lago Mustang, durante una semana—sonrió recordando la excusa de que se desnudan por primera vez—Una noche, las dos estábamos quemadas por el sol. Nos quitamos nuestras camisas y nos pusimos loción una a la otra. No tenía ni idea de que sus manos sobre mí se sentirían tan bien—tragó saliva recordando las manos de Santana cuando le tocaron por primera vez—Yo...yo hice que fuera algo más. Me di cuenta de que estaba excitada. Demonios, las dos lo estábamos. Yo...yo la animé para que tocara mi pecho. Ella lo hizo. Dios mío, pensé que me iba a desmayar—sonrió—Quería besarla en ese instante, pero ella se apartó. En ese momento, pensé que era lo mejor que debíamos hacer. En el estado en que estábamos, habría ido mucho más allá de un beso.

—¿No te asustaste?

—No. Quiero decir, estaba un poco avergonzada a la mañana siguiente. Ella lo estaba también. Pero no hablamos de eso. Y realmente no teníamos mucho tiempo para estar solas. Mis padres nos llevaron a un centro comercial, luego a almorzar y luego a ver una película, así que realmente no tuvimos la oportunidad de hablar de ello—miró a Marley sonriendo—Pero esa noche...oh, Dios.

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