[Resuelto]FanFic Brittana: Amor en Espera (Adaptada) Epílogo

Capitulo 39

—Va a ser muy raro—dijo Mercedes mientras observaba a Santana llevar otra caja por las escaleras.

—¿Por qué raro? Todavía vendré a trabajar todos los días.

—Sí, pero estoy acostumbrada a que estés aquí, cuando me voy y cuando llego.

—Bueno, ahora tendrás eso con Kurt.

—No puedo creer que él quiera vivir en ese pequeño departamento—se echó a reír—Por supuesto, viviste ahí durante seis años.

Santana puso la caja con las otras en la puerta.

El departamento era pequeño, sí, pero se había convertido en su hogar y se había acostumbrado a la comodidad de estar cerca de su oficina. Al principio, cuando sólo comenzaban, no podía permitirse otra cosa.

Mercedes le había estado diciendo los últimos años que necesitaba conseguir un verdadero hogar, pero Santana estaba contenta de estar ahí.

Era como una red protectora para ella.

Si las cosas no funcionaban con el negocio, podía empacar y marcharse. Por supuesto, las cosas habían funcionado. Su negocio se mantuvo estable y Mercedes siempre estaba agregando nuevos clientes. Estaban relativamente libres de deudas.

Había llegado el momento.

La verdad es, que era hora de seguir adelante con su vida.

Había pasado más de un mes desde que había enviado la fotografía a Brittany de la salida del sol. En ese momento, se dijo a sí misma que le daría una semana. Pero cuando paso la primera semana, le dio otra, pensando, esperando, que Brittany llamara.

Pero quién había llamado fue Quinn y Rachel.

Estaban en la casa de la playa y habían invitado a Santana para cenar una noche. Una vez más, Quinn abordó el tema de la venta. Ellas habían estado viviendo en la casa grande, del refugio, durante años y rara vez utilizaban la casa de playa.

Quinn había estado tratando en los últimos tres años, que Santana la comprara. La excusa de Santana siempre había sido que no estaba lista para establecerse, no estaba lista para comprometerse con ese tipo de inversión.

Pero sólo estaba engañándose a sí misma.

Ella estaba establecida.

Este era el lugar donde debía estar.

Así que esta vez, cuando Quinn le preguntó a Santana, dijo que sí.

Y eso había ocurrido en tres brevísimas semanas.

Tres semanas después de obtener un préstamo, de tratar con inspectores, seguros, cambios en los servicios públicos y la contratación de un pintor. Aún no habían cerrado el negocio oficialmente, pero Quinn le había dado las llaves la noche anterior.

Lo primero que necesitaba, eran muebles.

Quinn había dejado unas pocas piezas, pero la mayoría ya las había movido a la casa grande.

Sus viejos muebles de dormitorio y futón, los había dejado con Kurt.

Mercedes la había obligado a salir de compras un sábado y Santana se había sorprendido por los precios.

Cuando sugirió una tienda de muebles de descuento, Mercedes le dijo que estaba siendo ridícula y procedió a entregarle una solicitud de tarjeta de crédito.

Treinta y seis meses, sin intereses fue lo que convenció a Santana, pero su estado de libre de deudas estaba desapareciendo rápidamente.

—Estás tomando el resto de la semana libre. El lunes es un día de fiesta. Así que nos vemos el martes, ¿verdad?

—Me veras el martes.

—¿Seguro que no quieres venir el Día del Trabajo? Quiero decir…

—Sé que por lo general me uno a ustedes chicos, pero quiero instalarme completamente—se encogió de hombros—Y acostumbrarme a vivir ahí. Hay todo ese espacio, ya sabes—señaló hacia las escaleras—Estoy acostumbrada a estar ahí, cuyo espacio es el de aproximadamente el tamaño de mi habitación ahora mismo.

—Lo sé. Sólo me preocupo por ti.

—Bueno, deja de preocuparte. Estoy bien. Y estoy tomando tu consejo y seguir adelante. Este es el primer paso.

Mercedes la sorprendió con un fuerte abrazo, uno que ella regresó.

—Está bien, sal de aquí. Ve a disfrutar de tu playa. Nos vemos la semana que viene.

—Lo haré. Gracias.

Santana tomó la última caja y se dirigió hacia la puerta.

Todavía era sofocante el calor, pero el Jeep era descapotable. Metió la caja en el remolque que había alquilado y cubrió todo con la lona de protección.

No tardó en cruzar la calzada del lago Mustang. Estaba lleno de personas, la mayoría consiguiendo una ventaja para el fin de semana del Día del Trabajo. Asumió que las playas también estarían llenas.

Estaba agradecida de que el acceso del público se limitaba a las casas de playa. Aunque no se considera una playa privada, la carretera de acceso público más cercano estaba a dos kilómetros de distancia.

La mayor parte del tráfico en la playa sería de otros propietarios y sus invitados.

Dueña de una casa.

Ella sonrió, sintiéndose muy bien por primera vez, en mucho tiempo.

Desde que había enviado la fotografía, quiso decir.

Estaba tan segura de que Brittany llamaría. Cada día que pasaba le hacía decaerse un poco más.

Pero ahora estaba siguiendo adelante.

Había aceptado el silencio de Brittany como lo que era.

No estaba interesada.

Bien.

Santana no iba a obligarla a hablar con ella.

Así que cada día lo dejó pasar un poco más, cada día la aceptación de su situación se hizo más fuerte.

Estaba continuando con su vida.

Lo siguiente que lograría, sería tener citas.

Se rió de sí misma, pensando que realmente se estaba volviendo vieja. La posibilidad de salir con alguien no era tan excitante como ser, por primera vez, la propietaria de una casa.

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Capitulo 40

Brittany miró su GPS, asegurándose de que estaba tomando la calle correcta.

Estaba tan nerviosa como una colegiala y en dos oportunidades, mientras continuaba su camino, había estado a punto de darse la vuelta y abandonar su viaje.

Por supuesto, la lógica le decía que debía haber llamado primero.

Podrían haber hecho planes para reunirse. Habían pasado tantas semanas, que pensó se había extralimitado hasta el punto de ser descortés.

Santana no sólo le había enviado un regalo hermoso y caro, a juzgar por el sitio Web de Quinn Fabray, sino que le había hecho una invitación.




Y Brittany simplemente la había ignorado.

No, gracias.

Nada.

Se dijo que nada bueno podría haber salido de ahí. No era tan tonta como para caer en esa trampa de nuevo. Pero la escena de la fotografía había sido demasiado como para que ella pudiera superarla.

Literalmente la había atrapado dentro de ella.

Se encontró mirándola, escuchando las olas, oliendo el aire. Si se quedaba el tiempo suficiente, estaba segura de poder ver el movimiento del agua, el sol moviéndose más alto, el pelícano solitario en la esquina, volando a la distancia.




Cada día se hacía más fuerte, la conexión.

Ese vínculo invisible que la ataba a Santana, ese vínculo que nunca se había roto.

No mientras Santana se alejaba de ella, no durante su alejamiento y, ciertamente, no ahora.

Era tan fuerte como siempre, tirando de ella, haciéndole señas.

Fue la semana anterior cuando se incorporó en la cama, el sueño tan real que podía oler a Santana, saborearla, sentirla. Sus ojos encontraron inmediatamente la fotografía, al lado de su cama.

Fue en ese momento que supo que tenía que ir.

No tanto el sueño, pero el hecho de que ella había movido la fotografía de una habitación a otra, de la casa a su oficina, eso le dijo que ella quería, necesitaba, ir.

Se había perdido por horas, mirándola, imaginándose a las dos ahí sentadas, mirando la salida del sol.

Imaginando mucho más.

Decir que su trabajo había sufrido era un eufemismo. No pudo mantener el entusiasmo por el trabajo por más tiempo.

Había escrito su último resquicio, redactado su último contrato.

Les dio el preaviso de un mes, pero cuando no pudieron convencerla de quedarse, ni siquiera con un aumento de sueldo generoso, le hicieron su liquidación.

No estaba realmente sorprendida.

Era un negocio despiadado y tenían intereses que proteger.

No estaba preocupada.

Su cuenta de ahorros estaba llena y sería suficiente para mantenerse sin necesidad de tocar sus inversiones. También sabía que no tendría problemas para encontrar un trabajo, pero nunca volvería a la industria del petróleo y el gas nuevamente.

De hecho, era muy probable que cambiara de lado.

Pensó que había muchas agencias ambientales y grupos sin fines de lucro que le encantaría tener su experiencia para luchar contra las grandes compañías petroleras.

Pero todo eso podría venir más tarde.

En ese momento, tenía que encontrar Santana.

Volvió a mirar su GPS.

Estaba a sólo unas cuadras de distancia y respiró profundamente, tratando de ignorar la angustia que sentía.

Recordó la última vez que había sufrido este tipo de nerviosismo, su viaje a la reunión. Y entonces, como ahora, porque estaba a punto de ver a Santana.

No estaba tan preocupada esta vez como lo había estado entonces.

Esta vez estaba fuera de sí.

¿Y si Santana no había esperado por ella?

¿Y si Santana había renunciado a ella?

O peor, ¿y si había comenzó a salir con alguien?

No.

Santana esperaría.

Tenía que hacerlo.


Brittany se detuvo en un lugar del estacionamiento, sonriendo al cartel en la pared.




Era una escena hermosa de la playa y se preguntó si Santana lo había diseñado.

Puso a un lado su nerviosismo al llegar a la puerta y se detuvo sólo un segundo antes de abrirla.

Se detuvo de inmediato, pensando tal vez que estaba en el lugar equivocado. No sólo estaba la oficina organizada al azar, sino que un hombre y una mujer estaban bailando.

Se detuvieron, ambos con miradas de sorpresa en sus rostros, y luego riendo cuando se separaron.

—Lo siento mucho. Tengo que estar en el lugar equivocado—dijo Brittany, ahora un poco avergonzada.

—Oh, no, cariño. Ésta cree que puede aprender tango, a pesar de que tiene dos pies izquierdos.

Él caminó hacia Brittany, poniendo dramáticamente una mano en su cadera y arqueó lo que Brittany juraría era una ceja perfectamente peinada.

—¿Cómo podemos ayudarle?

La mujer también se acercó rápidamente.

—Sí, lo siento. Soy Mercedes Jones—le tendió la mano a modo de saludo y Brittany la estrechó—¿Qué podemos hacer por usted?

—En realidad estoy buscando a Santana López—dijo Brittany. Levantando la tarjeta que Santana le había enviado semanas atrás—¿Es este el lugar correcto?

—Buscando a Santana, ¿verdad?—sus manos volvieron a sus caderas—Soy Kurt, por cierto. Y ¿usted es?

—Lo siento. Brittany Pierce. Santana y yo éramos…

—Oh, Dios mío. Viniste.

—Te tomó bastante tiempo—Kurt añadió antes de que Mercedes lo empujara fuera del camino.

—No le hagas caso. Por favor, pasa—ofreció Mercedes.

—¿Santana no está aquí?—preguntó Brittany.

—No. Se fue.

El corazón de Brittany se hundido.

—¿Se fue? ¿Para siempre?

—Oh, no. No, no—dijo Mercedes—Ella vivía aquí, en el departamento de arriba. Compró una casa de playa en la isla y sólo se está mudando esta semana.

—Ya veo.

¿Una casa de playa en la isla?

¿Estaba viviendo actualmente en la playa que habían visitado?

Brittany respiró profundamente.

—Supongo que debí haber llamado antes, pero...bueno, han pasado varias semanas desde que me invitó a venir y…

—… ¿Pensaste que ella podría decir que no?—Mercedes adivinó—Y para que conste, han pasado más de cinco semanas.

—Así que te ha contado…

—Todo—agregó Kurt.

—¿No tienes trabajo que hacer?—expresó Mercedes.

—Oh, ahora que lo bueno viene, estás preocupada acerca de mi trabajo. ¿No te parecía importarte antes, cuando querías tango?—dijo Kurt.

Brittany sonrió por su conversación.

—Está bien. Tal vez sólo voy a hacerle una llamada rápida a ver si…

—No, no—dijo Mercedes sonriendo maliciosamente—Voy a darte su dirección y vas a darle una sorpresa.

—Pero…

—Oh, esto va a ser divertido. ¿Podemos ir a ver?—dijo Kurt.

Mercedes lo fulminó con la mirada y luego se volvió a Brittany.

—Si hubieras llamado, ella no hubiera dicho que no. Me va a matar por decir esto, pero estaba tan afligida, tan sin vida cuando no tuvo respuesta tuya. Compró esta casa en un arrebato y me alegro de que lo haya hecho. Eso puso un nuevo brillo en sus ojos. Pero tú eres lo que ha estado esperando. En todos los años que la conozco, nunca le ha interesado nadie. Ahora sé por qué.

Brittany no sabía qué decir.

Ella miró de Mercedes a Kurt, luego de regreso a Mercedes.

No conocía a estas personas y no estaba dispuesta a compartir sus sentimientos con ellos. Pero saber que Santana estaba esperándola, que siempre le había esperado, casi le rompió el corazón.

Tantos años perdidos.

—Si no crees que a Santana le importaría, apreciaría que me dijeras dónde está.

—Será un placer.

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Capitulo 41

Santana abrió la casa, dejando entrar la brisa.

Incluso en un día tan caluroso, la brisa hacía que fuera soportable. Su espalda le estaba doliendo de llevar cajas apiladas por las escaleras hasta la casa de la playa, por lo que tomó un descanso, salió a la terraza, sus ojos visualizando el agua, mirando lo que era esencialmente su patio trasero.

Le iba a encantar estar aquí.

Bajando por la cubierta para su carrera de la mañana, por la tarde para sus paseos por la playa, mirando las estrellas por la noche. Por supuesto, había una cosa que falta en esa foto, pero ella no quería estar ahí.

En cambio, planeó un bonito fin de semana largo, sola.

Pondría la casa en orden, instalaría la enorme televisión que compró y clasificaría la cocina. Disfrutaría algunas tradiciones navideñas como encender la parrillera a gas en la cubierta, gracias a Quinn que insistió que venía con la casa. Haría un filete o una hamburguesa a la parrilla, disfrutaría de la arena, el sol y la playa.

Sonrió.

Sí, le iba a encantar vivir aquí.

Pero todavía tenía la mitad de un remolque por descargar, por lo que se apartó del agua y volvió a entrar.

—Hola.

Santana saltó visiblemente, entonces jadeó.

—Jesucristo—dijo sosteniendo su pecho con una de sus manos—¿Qué estás haciendo aquí?

Brittany se encogió de hombros.

—Dijiste que viniera a verte.

—Bueno, te tomó bastante tiempo.

Santana se acercó más, sin estar segura si un abrazo estaba justificado o no.

Hizo un gesto en el desorden de la habitación.

—Lo siento. Estoy mudándome.

—Lo sé.

—Y tengo el aire acondicionado apagado, así que hace un poco de calor aquí. Estaba entrando y saliendo, así que no vi la razón de ponerlo a funcionar.

Santana se dirigió al panel de control en la pared y encendió el aire acondicionado.

—San, está bien—Brittany dio un paso hacia ella—Siento no haberte llamado.

—¿Quieres decir después de la reunión?

—Eso también. Me encantó tu regalo.

—Bueno. Esperaba que te gustara—Santana mostró un poco su herida—Por supuesto, cuando no escuché nada de ti, supuse que la fotografía no significaba nada para ti y…

—Significa todo para mí—Brittany llegó a ella, acercándola más—Lo siento, Sanny—dijo nuevamente.

¡Sanny!

Brittany la había vuelto a llamar “Sanny”.

Santana se acercó y sus brazos la abrazaron fuertemente. La sensación de plenitud casi la abrumó.

—Yo también lo siento, Britt-Britt.

Brittany se apartó de ella.

—No tienes nada que lamentar.

—Sí, lo creo. Todos estos años…

—No—dijo Brittany deteniéndola—No, eso está en el pasado. Se ha terminado—agarró sus manos, apretándolas con fuerza—¿Podemos hablar, San? ¿Podemos solo hablar? ¿Podemos ser honestas la una con la otra y solo... hablar?

Santana asintió.

—Está bien. Voy a empezar—dijo tragando su miedo—Yo…

Brittany llevó un dedo a sus labios deteniéndola.

—Yo voy a empezar—dijo—Voy a empezar diciendo porque me fui de Lima, Ohio—dio un paso atrás—Un día contigo...un día y me enamoré nuevamente de ti. Me fui porque no quería que me hicieras daño de nuevo. No quería pasar unos días contigo, estar contigo, hacer el amor contigo, para que entonces me dejaras. Yo no podía hacerlo. Así es que…

—Así que me dejaste—Santana terminó por ella—Al principio, pensé que era una venganza por lo que pasó veinte años atrás.

—No, San. Nunca haría eso. Pero pensé que tal vez podrías llamar, que tal vez también hubiera significado algo para ti.

Santana hizo un gesto hacia la terraza y Brittany la siguió.

El sol de la tarde se había desplazado, ofreciéndoles la sombra en la terraza.

Me enamoré de ti nuevamente.

¿Era verdad?

¿Podríamos algún día borrar juntas la traición, el odio, la ira?

—Significó algo para mí—admitió Santana—Por eso me sorprendió tanto cuando te fuiste. Debo haber leído la nota un centenar de veces—dijo Santana—Es por eso que no había llamado. A veces la leía y pensaba que tal vez querías que te llamara—se encogió de hombros—Y otras veces, sonaba tan definitivo. No quería ponerme en contacto contigo si no tenías ningún deseo de verme—dijo.

—Fue estúpido de mi parte dejar la nota—dijo Brittany—Entonces me sentí tonta por dejarla, suponiendo que querías verme y tratando de cortarte aún sin saber si aún querías verme en primer lugar.

—Iba al parque de la isla—dijo Santana—Solía ir ahí a correr. Siempre fue muy tranquilo para mí, reconfortante. Nunca me di cuenta antes, pero era donde te sentía. Después de la reunión, cuando fui ahí, me di cuenta. Los años que había estado viviendo aquí, era por eso, por eso permanecí en la playa. Me hacía sentir cerca de ti, parte de ti. O tal vez tu eras una parte de mí, no lo sé—Santana tomó su mano, dejando que sus dedos se entrelazaran—Una noche, justo al atardecer, el cielo estaba lleno de colores, el día llegaba a su fin y yo estaba pensando en ti. No quería dejar pasar otro día sin llegar a ti, pero no quería simplemente llamar. No quería obligarte a hablar conmigo si no querías. Me sentía tan conectada contigo aquí, pensé que tal vez tú lo sentías también. Así que fui a la galería de Quinn en Rockport. Vi la fotografía y sabía que era la ideal. Un hermoso amanecer, el comienzo de un nuevo día. Tal vez una nueva vida.

—Oh, San. Lamento que me haya tomado tanto tiempo venir. Estaba muy asustada. Necesitaba…

—Te amo, Brittany. Siempre te he amado.

Sus ojos se encontraron durante largos segundos, ninguna se separó. En esas profundidades azules, Santana vio la incertidumbre desvanecerse, la duda derretirse.

Esperó, finalmente vio lo que tenía que ver.

Brittany se movió hacia sus brazos.
—Dímelo otra vez, San.

Santana la besó lentamente, sin la urgencia que había sentido la última vez.

—Te amo, Britt-Britt—susurró contra sus labios.

Atrapó a Brittany fuertemente entre sus brazos, en su corazón, en su alma.

Nunca la dejaría ir otra vez.

—Tal vez deberíamos ir dentro—Brittany sugirió cuando sus besos se volvieron apasionados—Me encantaría un recorrido por la casa.

—¿Un recorrido? Claro—Santana cerró la puerta detrás de ellas y luego extendió las manos—Sala de estar—señaló—Cocina. El lavandero esta…

—Quiero ver tu habitación, Sanny—dijo Brittany en voz baja—Realmente, realmente me gustaría ver tu habitación.

—Ya veo—Santana dio un paso más cerca de ella—¿Así que el viaje fue sólo una estrategia?

—Sí.

—Imagínate eso.

Brittany cerró la distancia entre ellas.

—Probablemente deberíamos hablar primero, pero sólo quiero estar contigo—sus manos se movieron bajo la franela de Santana, buscando su sujetador—Te lo juro ¿alguna vez llevas un sujetador?

Santana contuvo el aliento cuando las manos de Brittany se cerraron sobre sus pechos.

—No. No estoy segura de que hagan sujetadores para mis pechos—dijo antes de que la boca de Brittany encontrara la suya.

—Son prefectos—murmuró Brittany. Inclinó la cabeza hacia atrás, mirando los ojos de Santana—Te amo. No quiero estar lejos de ti por más tiempo.

Santana asintió.

—Yo tampoco. New York está tan lejos. Pero podría…

—No. Debemos estar juntas aquí, Sanny—dijo Brittany—Además, como que renuncié a mi trabajo.

Santana alzó las cejas.

—Así que... ¿cómo que estás un poco libre, entonces?

—Un poco, sí.

—¿Así que puedes quedarte conmigo el fin de semana?

—Sí.

Todo golpeó a Santana de repente.

Ahí estaban, discutiendo con calma su futuro, actuando como si no hubieran pasado dos meses y medio después de la reunión.

Pero entonces, siempre había sido así entre ellas.

Después de años de estar separadas, habían recogido todo justo donde lo habían dejado, volviendo a conectar, dejando que la naturaleza siguiera su curso entre ellas.

Ambas debieron saber que no podían luchar contra ella.

Sonrió, sacando las manos de Brittany de debajo de su camisa.

—Me encanta como hacemos esto.

—¿Hacer qué?

—Simplemente seguir adelante como si nada hubiera pasado.

—Lo siento. Yo sólo…

—No, Britt. Lo digo con sinceridad. Podríamos hacer de esto un montón de drama, pero ¿para qué? Las dos sabemos que debemos estar juntas. Estamos conectadas—dijo, señalando a su corazón—Siempre hemos sido así, Britt-Britt.

—Sí, Sanny.

—Me encanta que me digas así. Esto es lo que siempre he querido. Una vida contigo. Los últimos quince años han sido tan malditamente vacíos. No podemos recuperarlos, pero espero que podamos compensar la pérdida—respiró profundamente—Te he amado durante todos estos años, Britt. Prometo amarte hasta que me muera.

Los ojos de Brittany se llenaron de lágrimas.

—Y yo prometo estar siempre a su lado. Te doy mi corazón, mi alma...mi vida. Te doy mi amor.

Santana se inclinó rozando ligeramente sus labios.

—¿Acabamos de casarnos?

Brittany rió mientras se limpiaba las lágrimas.

—Si lo hicimos, entonces estoy lista para la noche de bodas.

—Estoy lista también.

Santana le tomó de la mano, llevándola por el corto pasillo hasta el dormitorio.

Se detuvo en la puerta.

—Nuestro dormitorio.

Brittany entró en la habitación, su mirada se desplazó sobre el nuevo inmobiliario, el suelo de madera pulida y la nueva alfombra, los cuatro grandes ventanales que ofrecían una vista infinita.

Poco a poco volvió a Santana.

—Es una preciosidad. Todo es tan hermoso.

—Me alegro que te guste. Si quieres muebles diferentes, siempre podemos…

—Oh, no. Esto es precioso. Es perfecto aquí.

Santana asintió, satisfecha de que le gustara. Pero sintió que habían hablado lo suficiente.

Sacó su franela sobre su cabeza, viendo como la mirada de Brittany viajaba a sus pechos.

Brittany se acercó y se detuvo. Se quitó lentamente su propia camiseta, con su ardiente mirada fija en la de Santana mientras también se quitaba el sujetador.

—Nunca he visto una mujer más hermosa que tú, Britt—susurró Santana.

—San, tú, mi amor, eres una diosa. Y voy a hacer el amor contigo y te mostraré lo mucho que realmente te amo—dijo deslizando sus manos sobre los hombros de Santana acercándola hacia ella.

Hizo una pausa, con sus labios a sólo una pulgada de distancia.

—Eres mía, Santana López. Nunca te dejaré ir otra vez.

Santana bajó la cabeza, uniendo sus labios, sus bocas abriéndose la una para la otra.

Santana la llevó a la cama y se acostó tirando de Brittany con ella.

Fiel a su palabra, Brittany tomó el control, besando a Santana con tanta pasión, que casi lloriqueó. Quería decirle a Brittany que se diera prisa, pero la mirada en sus ojos le dijo a Santana que sería una lenta y gloriosa tortura hacerle el amor.

Cedió a las manos y a la boca que se movían sobre su cuerpo, cediéndole el poder a Brittany.

No había necesidad de apresurarse.

Tenían el resto de sus vidas para amarse la una a la otra.

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Pd: solo decir que queda un cap mas y el epílogo.

Capitulo 42 - Final

—Vamos, levántate.

Brittany gimió y se dio la vuelta, sin ver nada más que oscuridad fuera de las ventanas.

—Es una broma ¿verdad?—murmuró.

—No. Quiero mostrarte algo.

—Sanny, por favor. Acabamos de dormirnos. Estoy agotada.

—Lo sé. Estaba contigo ¿recuerdas?

Brittany abrió de nuevo los ojos.

—¿Cómo puedes estar tan alegre? Hemos tenido quizás dos horas de sueño.

—Tú eras la que me despertaba para que tú pudieras…

Brittany cubrió la boca de Santana con la mano.

Sabía perfectamente lo que había hecho. Y la idea la excitaba de nuevo, a pesar de su agotamiento.

Cogió a Santana, tratando de tirar de ella hacia abajo, pero Santana se resistió.

—Oh no, no lo harás, rubia—dijo Santana poniéndose de pie otra vez—Arriba. Tienes que ver esto.

Brittany gimió de nuevo y se sentó, frotándose los ojos.

Su estómago rugió.

—¿Lograremos siquiera comer esta noche?

—No.

—No es de extrañar que me muera de hambre ¿Estás tratando de matarme?

—¿Yo? Tú eres la que…

—Está bien, está bien—dijo Brittany levantando su mano, deteniéndola—Así que me puse un poco loca anoche. Era tan perfecto, y se sentía tan bien estar contigo.

—Britt, no podemos compensar años en una noche. Vamos a matarnos.

Brittany sonrió, viendo como la mirada de Santana viajaba hacia las ventanas.

El cielo nocturno estaba mostrando signos de la luz.

El amanecer.

Santana se volvió hacia ella.

—Tenemos que darnos prisa, Britt-Britt.

Finalmente Brittany entendió.

La salida del sol.

Ella asintió con la cabeza.

—Está bien.

Se puso los pantalones cortos que había descartado horas y horas atrás, luego se puso ciegamente una camiseta que reconoció de inmediato como la de Santana.

—Se ve bien en ti.

Brittany siguió a Santana al salón.

—¿Café?—preguntó esperanzada.

—Sí.

Dos tazas esperaban en el mostrador y Santana las llenó. Buscó a través de una caja sin desempacar, sacando una bolsa de azúcar morena.

—¿Servirá esto?

—Perfecto.

—No hiciste crema ¿verdad?

—Verdad.

—Bien. Porque no tengo. No he hecho la compra todavía.

—Podemos ir juntas—ofreció Brittany.

Tomó un sorbo de su café con un gemido de satisfacción.

—Vamos. Prometo llevarte a desayunar más tarde.

Salieron por la parte trasera y bajaron las escaleras hasta la arena.

Santana tenía una toalla bajo el brazo y llevó a Brittany más cerca del agua. Santana se detuvo, mirando hacia atrás a la casa de playa, contando en silencio.

—¿Qué estás haciendo?

—Ya lo verás.

Caminó tres pasos hacia el este, luego le entregó a Brittany su taza de café para poder colocar la toalla. Se sentaron lado a lado, bebiendo tranquilamente de su café caliente, esperando que el día cobrara vida.

Brittany apoyó la cabeza en el hombro de Santana, sintiendo una satisfacción total y absoluta.

Lo cual, teniendo en cuenta el último par de meses de agitación, fue un cambio enorme.

Santana estaba en lo cierto.

Había estado tratando de compensar años la noche anterior.

Se sentía tan bien estar juntas.

Tan correcto.

No había angustia, ni miedo, ni temor.

No había preocupación en cuanto a lo que el mañana podría traer.

Estaban juntas.

No había juegos entre ellas.

Ellas hicieron un pacto esa noche, que no importara lo que pasara, siempre lo hablarían.

Se comunicarían.

Construirían una vida, juntas.

—Escucha—susurró Santana.

Brittany lo hizo, por fin escuchó los primeros movimientos de las aves. Las gaviotas en la distancia, la llamada distintiva de una garza que volaba hacia la bahía, los pequeños gorjeos de las aves playeras cuando regresaban por su comida de la mañana, los sonidos que recordaba de hacía mucho tiempo.

Siguió la mirada de Santana cuando los primeros colores de la mañana comenzaron a pintar el cielo, el más suave rosa antes de que apareciera un rojo más oscuro.

Bajó su taza de café, acurrucándose más cerca de Santana mientras el sol se asomaba fuera del agua, la esfera gigante transformó el cielo en un hermoso color carmesí, los colores cubrían hacia todas las direcciones.

El cielo, el agua, todo estallaba en rojos y naranjas.

Lo absorbió todo, sorprendida por la familiaridad de todo. Habían pasado años desde que se había sentado y visto un amanecer, sin embargo, se sentía como si fuera ayer.

Se enderezó, con los ojos muy abiertos.

—Oh Dios mío—susurró.

—¿Lo ves ahora?

—Esto es...esto es la fotografía—dijo Brittany, sabiendo que era verdad.

Había mirado esta escena durante horas y horas, esta playa, esta salida del sol.

—Sí. Quinn me dijo que había tomado esa foto aquí. Es la razón principal por la que compré la casa. Pensé que tal vez, incluso si no estuvieras aquí conmigo, tal vez mirarías esa imagen de vez en cuando. Y estarías viendo lo que yo estaba viendo.

—Oh, Sanny. Eso es tan romántico. Esa foto fue lo cosa perfecta para enviarme. Me quedaba mirándola constantemente. La foto se convirtió en ti. La llevaba conmigo a todas partes. Al trabajar, al volver a casa de nuevo. Dormía con ella al lado de mi cama. Era mi conexión contigo.

Santana se inclinó y la besó suavemente.

—Está justo aquí. Estoy aquí, Britt.

Sí, Santana estaba aquí mismo, en sus brazos.

Donde Brittany prometió que siempre estaría.

—Te amo, Santana. Siempre.

—Te amo. Eres la luz de mi vida. La luz que estaba necesitando—la besó de nuevo y luego se puso de pie, tirando de Brittany con ella—Te prometí el desayuno—dijo.

—Después de este hermoso y romántico amanecer ¿quieres desayunar? Estaba pensando algo como desayuno en la cama.

—Dijiste que te estabas muriendo de hambre—Santana le recordó mientras caminaban de regreso a la casa.

—Bueno, eso es cierto.

—Desayuno. Compras. Desempacar.

—¿Desempacar?

—Sí. Porque si vamos de compras y desempacamos las cajas de la cocina, entonces no tendremos que volver a salir—movió las cejas burlonamente—Eso significaría desayuno en la cama.

Brittany estaba en el escalón superior, haciéndola más alta que Santana. Se acercó y la besó intensamente.

—No puedo creer como todo se arregló—dijo—Es casi demasiado perfecto.

—Creo que lo merecemos. Hemos estado tanto tiempo sin amor.

Brittany le tocó la cara, acariciando su piel suavemente.

—Me alegro de que esperaras.

—No había otra opción. Nunca ha habido nadie más que tú, Britt. Te hubiera esperado el resto de mi vida.

Brittany asintió.

—Sí. También lo habría hecho—volvió a besarla—Llévame a desayunar ahora o te llevo a la cama—murmuró contra sus labios.

Santana abrazó a Brittany, levantándola de las escaleras y girándola en un círculo, haciendo que Brittany riera de alegría mientras se sostenía con fuerza.

Santana la dejó en el suelo y metió las manos debajo de la camiseta de Brittany.

El deseo sustituyó el hambre inmediatamente.

—El desayuno puede esperar ¿hmm?—preguntó Santana, mirando a los ojos de Brittany mientras sus manos cubrían sus pechos.

Brittany asintió.

—Oh, sí—se acercó, presionando su cuerpo con el de Santana—El desayuno puede esperar. El amor no puede.

Se separaron, corriendo por las escaleras y hacia su nueva vida.

Juntas.

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