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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 12:03 am

Capítulo 116
Brittany

 
—No —miente, y se pone de puntillas para intentar alcanzar la caja que tengo en la mano izquierda, de modo que la levanto más todavía.
—Pone mi nombre en la etiqueta —señalo, y ella baja la mirada.
¿Por qué tiene tanta vergüenza?
—Es que..., bueno, te compré algunas cosas, pero ahora me parecen tonterías, así que no hace falta que las abras.
—Quiero hacerlo —le aseguro, y me siento en el borde de la cama.
No debería haber roto esa espantosa silla.
Santana suspira y mantiene su posición al otro extremo del cuarto mientras tiro de los extremos del papel de regalo pegados con cinta adhesiva. Me fastidia la cantidad de celo que ha utilizado para envolver esta caja, pero admito que estoy un poco... ... emocionada.
No es emoción exactamente, sino felicidad. No recuerdo cuándo fue la última vez que recibí un regalo de cumpleaños de alguien, ni siquiera de mi madre. Desde una edad muy temprana dejé bien claro que odiaba los
cumpleaños, y me comportaba de una manera tan desagradable cada vez que mi madre me compraba algo que dejó de hacerlo antes de que cumpliera dieciséis años.
Mi padre me mandaba una tarjeta de mierda con un cheque dentro todos los años, pero yo me dedicaba a quemarlos. Llegué a mearme en los que envió cuando cumplí los diecisiete.
Cuando por fin abro la caja, encuentro varias cosas dentro. La primera es una copia destrozada de Orgullo y prejuicio y, en cuanto la saco, Santana se acerca y me la quita de las manos.
—Esto es una tontería..., olvídalo —dice, pero está claro que no pienso hacerlo.
—¿Por qué? Devuélvemelo —le exijo extendiendo la mano.
Cuando me pongo de pie parece darse cuenta de que es imposible que gane esta batalla, de modo que me devuelve el libro. Mientras lo hojeo veo que hay frases subrayadas en amarillo fosforescente por toda la novela.
—¿Recuerdas cuando me dijiste que habías estado subrayando a Tolstói? —me pregunta, y se pone más roja que nunca.
—Sí, ¿y?
—Bueno, pues... es que yo también subrayaba frases de libros —admite, y me mira a los ojos.
—¿En serio? —digo, y lo abro por una página que está prácticamente cubierta de marcas.
—Sí. Sobre todo éste. No hace falta que lo releas todo ni nada. Sólo pensé que... Se me da fatal hacer regalos, lo siento.
Eso no es cierto. Me encantará leer qué palabras de su novela favorita le recuerdan a mí. Éste es el mejor regalo que podrían haberme hecho en la vida. Son estas cosas, las cosas sencillas, las que me dan esperanzas de que podemos hacer que esto funcione, el hecho de que las dos estuviésemos haciendo lo mismo, que las dos leamos a Jane Austen, sin saberlo.
—No es verdad —le digo, y vuelvo a sentarme en la cama.
Dejo la novela debajo de mi pierna para que no intente quitármela de nuevo. Una leve carcajada escapa de mis labios al ver otro de los objetos  de la caja.
—¿Para qué es esto? —pregunto con una sonrisa maliciosa, sosteniendo la carpeta de anillas de piel.
—Esa cosa que usas para trabajar se está pelando por los bordes y está hecha un desastre. Mira, ésta tiene etiquetas para cada semana, o tema, lo que prefieras. —Sonríe.
Me hace gracia que me haya regalado esto porque me doy cuenta de la cara de horror que pone cada vez que me ve meter mis papeles en mi antigua carpeta. Me niego a dejar que me la organice a pesar de sus numerosos intentos, y sé que la saca de quicio. No quiero que vea lo que hay dentro.
—Gracias. —Me río.
—Eso no era un regalo, en realidad: te la compré hace tiempo e iba a tirar la otra, pero nunca tuve la ocasión de hacerlo —admite riéndose.
—Eso es porque siempre la llevaba conmigo. Te veía las intenciones —bromeo.
Me falta abrir la bolsa pequeña, y una vez más me echo a reír al ver lo que contiene.
«Kickboxing» es lo primero que leo en el pequeño ticket.
—Es una semana de kickboxing en el gimnasio de nuestro... de tu barrio. —Sonríe, claramente orgullosa de su ingenioso regalo.
—Y ¿qué te hace pensar que me interesa practicar kickboxing?
—Ya lo sabes.
Es obvio que me lo ha comprado para que libere la rabia con el deporte.
—Nunca lo he probado.
—A lo mejor te gusta —dice.
—No tanto como darle una buena paliza a alguien —contesto, y ella frunce el ceño—. Es broma.
Cojo el CD que queda dentro de la bolsa. La inmadura que llevo en mi interior quiere burlarse de Santana por haber comprado un CD cuando podría haberlo descargado directamente de internet. Disfrutaré escuchando cómo tararea sus canciones; supongo que es el segundo álbum de The Fray. Estoy convencida de que ya se sabe todos los temas a la perfección, y que le encantará explicarme su significado mientras conducimos escuchándolo.


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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 12:04 am

Capítulo 117
Santana

 
—¿Puedo quedarme contigo esta noche? —me ha preguntado antes Brittany, mirándome a la cara para analizar mi expresión. He asentido con
efusividad. De modo que ahora que se está quitando la camiseta, la agarro con ansia y me la pongo. Observa cómo me cambio de ropa pero permanece en silencio. Nuestra relación es muy confusa. Siempre lo es, pero ahora especialmente. En estos momentos no estoy segura de quién lleva la voz cantante. Hace un rato estaba enfadada con ella por haberme dejado plantada en su cumpleaños, pero ahora estoy convencida de que ella no tuvo nada que  ver con eso, así que vuelvo a estar como hace unos días, cuando fue tan mona de acceder a llevarme a patinar sobre hielo. Después ella se ha enfadado mucho por lo mío con Dany, pero ahora nadie lo diría, dadas las sonrisas y los comentarios sarcásticos que no para de lanzarme. Puede que sus ganas de estar conmigo sean más grandes que su ira, que me haya echado de menos y ahora se alegre de que ya no esté enfadada con ella. No sé la razón, pero la verdad es que me da igual. Me gustaría que me permitiera hablar sobre Seattle. ¿Cómo reaccionará? No quiero decírselo, pero sé que tengo que hacerlo. ¿Se alegrará por mí? No lo creo; de hecho, sé que no.
—Ven aquí. —Me estrecha contra su pecho mientras se tumba de
nuevo en la cama.
Coge el mando del televisor de su soporte de la pared y empieza a
cambiar de canal antes de detenerse en una especie de documental de
historia.
—¿Qué tal con tu madre? —le pregunto al cabo de unos minutos.
No me contesta, la miro a la cara y veo que se ha quedado dormida.
Cuando recupero la conciencia hace calor, demasiado calor. Brittany
está tumbada encima de mí, atrapándome con su peso contra el colchón.
Estoy boca arriba y ella boca abajo, con la cabeza sobre mi pecho, con uno de sus brazos alrededor de mi cintura y el otro extendido en el espacio que tiene al lado. He echado de menos dormir de esta manera, e incluso despertarme sudando tapada por su cuerpo. Miro el reloj y veo que son las siete y media. La alarma de mi móvil sonará dentro de diez minutos. No quiero despertar a Brittany, está tan serena... Luce incluso una leve sonrisa en los labios, cuando normalmente tiene el ceño fruncido, incluso dormida.
En un intento de moverla sin despertarla, le levanto el brazo que
rodea mi cintura.
—Mmmm —protesta. Sus ojos se mueven bajo sus párpados. Se
revuelve un poco y se aferra a mí con más fuerza.
Miro al techo y me debato entre si debo apartarla directamente o no.
—¿Qué hora es? —pregunta con la voz ronca.
—Casi las siete y media —le digo en voz baja.
—Mierda. ¿Hacemos novillos hoy?
—Yo no puedo, pero si tú quieres... —Sonrío, hundo los dedos en su
pelo y le masajeo el cuero cabelludo suavemente.
—¿Desayunamos por ahí? —Se vuelve para mirarme.
—Es una oferta muy tentadora, pero no puedo. —La verdad es que me
apetece mucho. Desliza el cuerpo un poco hacia abajo y apoya la barbilla
justo debajo de mi pecho.
—. ¿Has dormido bien? —le pregunto.
—Sí, muy bien. No dormía así desde... —No termina la frase.
De repente me siento inmensamente feliz, y sonrío contenta.
—Me alegro de que hayas dormido un poco.
—¿Te puedo contar algo? —dice entonces. No parece haberse
despertado del todo aún, le brillan los ojos y su voz es más grave que
nunca.
—Claro. —Vuelvo a masajearle la cabeza.
—Cuando estaba en Inglaterra visitando a mi madre, tuve un sueño...,
bueno, una pesadilla.
«Ay, no.» Se me cae el alma a los pies. Sabía que tenía pesadillas otra
vez, pero me duele oírlo.
—Siento que hayas vuelto a tener pesadillas.
—No, no sólo he vuelto a tenerlas. Son peores que antes.
 —Juraría que me ha parecido notar que temblaba, pero su rostro no muestra ninguna emoción.
—¿Peores?
¿Cómo es posible que sean peores?
—Tú estabas ahí, y ellos... te lo estaban haciendo a ti —dice, y se me
hiela la sangre en las venas.
—Vaya —digo con voz débil y patética.
—Sí, era... era horrible. Era mucho peor que antes, porque estoy
acostumbrada a los de mi madre, ¿sabes?
Asiento y acerco mi otra mano a su brazo desnudo para acariciárselo
al igual que su cabeza.
—Ni siquiera intentaba volver a dormirme después. Permanecía
despierta adrede porque no podía soportar verla otra vez. La idea de que
alguien pueda hacerte daño me vuelve loca.
—Lo siento muchísimo.
Sus ojos reflejan angustia, y los míos están llenos de lágrimas.
—No me compadezcas —me pide.
Levanta la mano y atrapa las lágrimas antes de que lleguen a
derramarse.
—No lo hago. Me siento mal porque no quiero que sufras. No te
compadezco —aseguro, y es verdad.
Me siento fatal por esta chica traumatizada que sueña con que
violan y maltratan a su madre, y la idea de que mi rostro sustituya al de
Trish me mata. No quiero que esos pensamientos atormenten su mente ya
de por sí angustiada.
—Sabes que jamás dejaría que nadie te hiciera daño, ¿verdad? —
pregunta mirándome a los ojos.
—Lo sé, Brittany.
—Ni siquiera ahora. Incluso si nunca volvemos a estar como
estábamos, mataría a cualquiera que lo intentara. —Su voz es entrecortada pero suave.
—Lo sé —le aseguro con una débil sonrisa.
No quiero mostrarme alarmada ante sus súbitas amenazas porque sé
que las dice de manera afectuosa.
—Hoy he dormido bien —dice para relajar un poco el ambiente, y yo
asiento.
—¿Dónde quieres desayunar? —le pregunto.
—Has dicho que tenías...
—He cambiado de idea. Tengo hambre.
Después de que se haya abierto tanto con respecto a lo de sus
pesadillas, quiero pasar la mañana con ella. Quizá continúe con la línea de comunicación abierta. Normalmente tengo que pelearme con ella para
obtener algún tipo de información, pero hoy me ha contado eso de manera
voluntaria, y para mí eso significa muchísimo.
—¿Te he persuadido tan fácilmente con mi patética historia? —
pregunta con una ceja enarcada.
—No digas eso. —Frunzo el ceño.
—¿Por qué no?
Se incorpora y se levanta de la cama.
—Porque no es verdad. No ha sido lo que me has contado lo que me
ha hecho cambiar de idea, sino el hecho de que lo hayas compartido
conmigo. Y no digas que eres patética. Eso no es cierto.
—Apoyo los pies en el suelo mientras se sube los vaqueros por las piernas.
—. Brittany... —digo al ver que no responde.
—Santana... —se burla de mí con voz aguda.
—Lo digo en serio. No deberías pensar eso de ti misma.
—Lo sé —se apresura a decir, zanjando bruscamente la conversación.
Sé que no es perfecta ni mucho menos, que tiene numerosos defectos,
pero todo el mundo los tiene, sobre todo yo. Ojalá fuera capaz de ver más
allá de sus faltas, tal vez eso la ayudaría a solucionar sus problemas con
respecto al futuro.
—Bueno, dime, ¿voy a tenerte para mí todo el día, o sólo para
desayunar? —Se agacha para meter el pie en las Converse negras.
—Me gustan esas zapatillas, por cierto, siempre se me olvida
decírtelo —digo señalándolas.
—Ah..., gracias. —Se ata los cordones y se levanta. Para tener el ego
tan hinchado se le da fatal aceptar cumplidos.
—. No me has contestado.
—Sólo para desayunar. No puedo faltar a todas las clases. —Me quito
su camiseta y me pongo una propia.
—Está bien.
—Voy a peinarme y a lavarme los dientes —digo cuando he
terminado de vestirme.
Cuando empiezo a cepillarme la lengua, Brittany llama a la puerta.
—Pasa —farfullo con la boca llena de dentífrico.
—Hace tiempo que no hacemos esto —me dice.
—¿Practicar sexo en el cuarto de baño? —inquiero.
«¿Por qué habré dicho eso?»
—Nooooo... Iba a decir «lavarnos los dientes juntas».
 —Se echa a reír y saca un cepillo nuevo del armario—. No obstante, si lo que quieres es hacerlo en el baño... —me tienta, y pongo los ojos en blanco.
—No sé por qué he dicho eso, ha sido lo primero que se me ha pasado
por la cabeza. —Me echo a reír ante la estupidez de mi salida.
—Vaya, es bueno saberlo. —Moja el cepillo un momento y no dice
nada más.
Después de que ambas nos hayamos lavado los dientes y de
recogerme el pelo en una coleta, bajamos al piso de abajo. Karen y Ryder
están charlando en la cocina frente a unos tazones de avena.
Mi amigo me ofrece una cálida sonrisa. No parece sorprenderlo
demasiado vernos a Brittany y a mí juntas. A Karen tampoco. En todo caso, parece... ¿encantada? No estoy segura, porque se lleva la taza de café a los labios para ocultar su sonrisa.
—Hoy llevaré a Santana yo al campus —le dice Brittany a Ryder.
—Vale.
—¿Lista? —pregunta volviéndose hacia mí, y yo asiento.
—Te veré en religión —le digo a Ryder antes de que Brittany me
arrastre, literalmente, fuera de la cocina.
—¿A qué vienen estas prisas? —le pregunto una vez fuera.
Me coge la bolsa del hombro mientras salimos afuera.
—Nada, pero os conozco a Ryder y a ti, y si os ponéis a hablar ya no
nos vamos nunca, y si añadimos a Karen a la mezcla acabaré muriéndome de hambre antes de que os calléis.
Me abre la puerta del coche, se dirige a su lado y se monta.
—Cierto. —Sonrío.
Nos pasamos al menos veinte minutos discutiendo sobre si ir a IHOP
o a Denny’s, y al final nos decidimos por IHOP. Brittany dice que sirven las
mejores tostadas francesas, pero yo me niego a creerlo hasta que lo vea.
—Tendréis que esperar unos diez o quince minutos —nos dice una
mujer bajita con un pañuelo azul alrededor del cuello en cuanto entramos.
—De acuerdo —contesto al mismo tiempo que Brittany pregunta por
qué.
—Hay mucha gente y no tenemos ninguna mesa disponible —explica
la mujer dulcemente.
Brittany pone los ojos en blanco y yo la aparto de ella y me la llevo
para sentarnos en un banco en la entrada.
—Me alegro de que hayas vuelto —bromeo.
—¿Qué significa eso?
—Que parece que has recuperado tu mordacidad.
—¿Cuándo he dejado de tenerla?
—No lo sé, en la cita del otro día y anoche también un poco.
—Anoche destrocé la habitación y te insulté —me recuerda.
—Lo sé, sólo era una broma.
—Bueno, pues intenta que la próxima vez sea buena —replica, aunque
veo un atisbo de sonrisa en sus labios.
Cuando por fin nos sentamos, pedimos el desayuno a un chico joven
que lleva una barba que parece demasiado larga para alguien que trabaja
como camarero. Cuando se marcha, Brittany protesta y jura que como
encuentre un pelo en su comida le arranca la barba a puñetazos.
—Tenía que demostrarte que conservo mi mordacidad —me recuerda,
y me echo a reír.
Me encanta que esté intentando ser un poco más agradable, pero
también me gusta el hecho de que no le importe lo que la gente piense de ella . Ojalá se me pegasen algunas de esas cualidades. Continúa elaborando una lista de cosas que la irritan sobre el lugar hasta que llega nuestra comida.
—¿Por qué no puedes faltar todo el día? —me pregunta mientras se
lleva un bocado de tostada francesa a la boca.
—Porque... —empiezo. «Verás, porque voy a trasladarme a otro
campus y no quiero complicar las cosas perdiendo puntos de asistencia
antes de trasladarme en mitad del trimestre»—. No quiero arriesgarme a no sacar sobresalientes —le digo.
—Es la universidad, Santana. Nadie va a clase —me dice por enésima
vez desde que la conozco.
—¿No tienes ganas de que llegue la clase de yoga? —Me río.
—No, para nada.
Cuando terminamos de desayunar, me acerca en coche al campus y
seguimos de buen humor. Su móvil vibra sobre el salpicadero pero no lo
coge. Quiero contestar por ella, pero nos estamos llevando tan bien que no quiero fastidiarla. La tercera vez que suena, al final me pronuncio.
—¿No vas a cogerlo? —le pregunto.
—No, que dejen un mensaje. Será mi madre. —Levanta el teléfono y
me muestra la pantalla—. ¿Ves? Ha dejado un mensaje. ¿Quieres
escucharlo? —pregunta.
Mi curiosidad saca lo peor de mí y le quito el móvil de las manos.
—Pon el altavoz —me dice.
—«Tiene siete mensajes nuevos» —anuncia la voz automática
mientras aparca el coche.
Gruñe.
—Por eso nunca los compruebo.
Pulso el número uno para escucharlos.
—«Brittany... Brittany, soy Santana... Yo...» —Intento pulsar el botón de
«Finalizar», pero ella me quita el teléfono de la mano.
«Maldita sea.»
—«... necesito hablar contigo. Estoy en el coche, y estoy hecha un
lío...» —Mi voz suena histérica y me dan ganas de salir corriendo del
vehículo.
—Por favor, apágalo —le ruego, pero ella se pasa el teléfono a la otra
mano para que no se lo pueda quitar.
—¿Qué es esto? —pregunta mirando el aparato.
—«¿Por qué no lo has intentado siquiera? Dejaste que me marchara
sin más y aquí estoy, llamándote y llorándole a tu buzón de voz. Necesito
saber qué nos ha pasado. ¿Por qué esta vez ha sido distinto? ¿Por qué no seguimos peleando hasta solucionarlo? ¿Por qué no has luchado por mí? Merezco ser feliz, Brittany...»
Mi estúpida voz inunda el coche, y me atrapa dentro.
Permanezco sentada en silencio con la vista en mis manos, apoyadas
sobre mi regazo. Esto es humillante. Casi había olvidado lo del mensaje;
ojalá no lo hubiera escuchado, y menos ahora.
—¿De cuándo es esto?
—De cuando te fuiste.
Exhala sonoramente y corta el mensaje.
—¿Por qué estabas hecha un lío?
—No creo que quieras hablar de ello. —Me muerdo el labio.
—Claro que sí. —Se desabrocha el cinturón y se vuelve hacia mí.
La miro e intento pensar en la mejor manera de explicárselo.
—Ese horrible mensaje es de la noche... la noche en que la besé.
—Ah. —Aparta la cara.
El desayuno ha sido de maravilla, y ahora el estúpido mensaje que le
dejé en medio de una tormenta emocional lo ha fastidiado todo. No puede
hacerme responsable de esto.
—¿Antes o después de besarla?
—Después.
—¿Cuántas veces la besaste?
—Una.
—¿Dónde?
—En mi coche —contesto.
—Y ¿después, qué? ¿Qué hiciste después de dejar ese mensaje? —
pregunta sosteniendo el teléfono en el aire entre nosotras dos.
—Volví a su apartamento.
En cuanto las palabras salen de mi boca, Brittany apoya la frente contra
el volante.
—Yo... —empiezo.
Levanta un dedo para indicarme que me calle.
—¿Qué pasó en su apartamento? —Cierra los ojos.
—¡Nada! Estuve llorando y vimos la tele.
—Me estás mintiendo.
—No, Brittany. Me quedé dormida en el sofá. La única vez que dormí
en su habitación fue el día que te presentaste allí. Lo único que ha pasado
entre nosotras ha sido un beso, y hace unos días, quedé con ella para comer, intentó besarme y yo me aparté.
—¿Intentó besarte otra vez?
«Mierda.»
—Sí, pero entiende lo que siento por ti. Sé que la he fastidiado con
todo esto, y siento incluso haber pasado tiempo con ella. No tengo ninguna buena razón ni ninguna excusa, pero lo siento.
—Recuerdas lo que me has dicho, ¿no? Que te mantendrás alejada de
ella. —Su respiración es controlada, demasiado controlada, cuando levanta la cabeza del volante.
—Sí, lo recuerdo —digo.
No me gusta la idea de que me diga de quién puedo ser amiga y de
quién no, pero la verdad es que, si invirtiésemos los papeles, cosa que ha
estado pasando mucho últimamente, yo esperaría lo mismo por su parte.
—Ahora que conozco los detalles, no quiero volver a hablar de ello,
¿de acuerdo? Lo digo en serio. No quiero ni que su puto nombre salga de tu boca. —Está intentando mantener la calma.
—Vale —accedo, y alargo la mano para cogerle la suya.
Yo tampoco quiero volver a hablar de esto. Ambas hemos dicho todo
lo que había que decir al respecto, y volver al tema sólo nos ocasionará
más problemas innecesarios a nosotros y a nuestra ya maltrecha relación.
Es un alivio ser la causa del problema para variar, porque lo último que
necesita Brittany en estos momentos es tener otro motivo para odiarse a sí misma.
—Será mejor que vayamos a clase —dice al final.
Se me cae el alma a los pies al oír su tono frío, pero mantengo la boca
cerrada cuando retira la mano de la mía. Brittany me acompaña hasta la
Facultad de Filosofía y yo busco a Ryder por la calle, pero no lo veo.
Debe de haber entrado ya.
—Gracias por el desayuno —digo, y cojo mi mochila de la mano de
Brittany.
—De nada. —Le quita importancia y yo esbozo una sonrisa y me doy
la vuelta.
Me agarra del brazo y, antes incluso de llegar a pegar la boca a la mía,
me reclama como sólo ella sabe hacerlo.
—Te veré después de clase. Te quiero —me dice, y se marcha,

dejándome jadeando y sonriendo mientras entro en el edificio.
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: EN MIL PEDAZOS (AFTER 2) BRITTANA.

Mensaje por JVM Lun Ago 01, 2016 2:40 am

Vaya... Pensé que Danny era buena persona pero esta saliendo a la luz su verdadero yo.... Y bueno con pleitos y todo las chicas están hablando de los problemas y están siendo honestas, aunque aun le falta a San decirle lo de Seattle. Sin embargo aunque ella tenga miedo de la reacción de Britt creo que si le va a afectar pero con su cambio de hacer feliz a San creo que la terminara apoyando y hasta tal vez se vaya con ella, porque como lo ha dicho no puede estar separada de su San.
Saludos, espero que estés mejor! :)
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Mensaje por micky morales Lun Ago 01, 2016 7:42 am

Ya he llegado a un punto en que me he acostumbrado a la relacion amor-odio de este par, espero que ahora santana si pda comprobar quien es la verdadera dani y que britt tome bien lo del traslado de san, seria hasta bueno para ellas!!!!
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Mensaje por 3:) Lun Ago 01, 2016 12:33 pm

Ratificó sigo detestando más a dany...
Es bueno que hablaron y se dijeron todo aunque britt aya roto todo en su habitación...
A ver que pasa ahora que britt escucho al mje y sabiendo todo pero todo lo que paso.con dany....
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Mensaje por monica.santander Lun Ago 01, 2016 6:08 pm

mmmm nada esta bien entres las chicas!!!! Esa Dany es cualquiera y encima San no le dice a Britt que se va de la ciudad!!!!!
Saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 11:03 pm

Hola Chicas, gracias por leer a aca dejos los ultimos capitulos del segundo libro, empezare la actualizacion  de la tercera parte, pero claro despues de unos dias. 
Espero  hayan disfrutado la lectura intensiva jajajaj.
Aca les dejo  del cap. 118 al 123.
Gracias por leer y comentar 

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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 11:07 pm

Capítulo 118
Brittany

 
Escucho ese mensaje por quinta vez mientras camino por la acera del campus. Suena tan angustiada... Aunque parezca retorcido, en cierto modo me alegro de escucharlo y de percibir el dolor y la absoluta tristeza de su voz mientras llora en mi oído. Quería saber si se sentía tan desgraciada sin mí como yo sin ella, y aquí tengo la prueba de que sí. Sé que la he perdonado muy pronto por besarse con esa idiota, pero ¿qué otra cosa podía hacer? No puedo vivir sin ella, y ambos hemos cometido muchos errores, no sólo Santana.
Además, esto es culpa mía, Dany sabía lo vulnerable que sería cuando rompimos. Sé que lo sabía. Y la vio llorar y demás, y no se le ocurrió otra cosa que besarla una semana después de que me dejara. ¿Qué clase de cabróna asquerosa hace eso?
Se aprovechó de ella, de mi Santana, y no pienso dejarlo pasar. Se cree muy lista y piensa que va a irse de rositas, pero no pienso consentirlo.
—¿Dónde está Dany? —le pregunto a una rubia bajita que está sentada junto a un árbol en la Facultad de Ciencias  Medioambientales.
¿Por qué cojones hay árboles gigantes en el vestíbulo de este estúpido edificio?
—En la sala de plantas, la número 218 —me informa con voz temblorosa.
Por fin llego a la sala con la placa «218» y abro la puerta antes de pararme a pensar en la promesa que le he hecho a Santana. No pensaba dejarlo estar de ninguna de las maneras, pero después de oír lo angustiada que estaba la noche que estuvo con Dany, ha empeorado todavía más la situación para ella.
La sala está llena de hileras de plantas. ¿Quién querría dedicarse a esta mierda todo el día?
—¿Qué haces aquí? —la oigo decir antes de verla.
Está de pie junto a una caja grande o algo parecido; cuando se asoma, avanzo hacia ella.
—No te hagas la tonta, sabes perfectamente lo que hago aquí. Sonríe.
—No, me temo que no tengo ni idea. El estudio de la botánica no requiere poderes psíquicos —se burla de mí con esas estúpidas gafas en la cabeza.
—¿Cómo puedes haber sido tan imbecil?
—¿Respecto a qué?
—A Santana.
—Yo no soy la imbecil. Eres tú la que la trata como una mierda, así que no te cabrees si viene corriendo a mí por tu culpa.
—¿Cómo se te ocurre ser tan idiota de meterte con algo que es mío?
Se aparta de la caja y recorre el pasillo que tengo al lado.
—Ella no es tuya. No es una posesión —me desafía.
Alargo los brazos por encima de las cajas de plantas, la agarro del cuello y le estampo la cara contra la barrera de metal que nos separa. Oigo un fuerte crujido, así que ya sé lo que ha pasado. Pero cuando levanta la cabeza y grita: «¡Me has roto la nariz!» mientras forcejea para librarse de mí, he de admitir que la cantidad de sangre que empapa su rostro resulta un poco alarmante.
—Durante varios meses te advertí que te mantuvieras alejada de ella, y ¿qué haces tú? Besarla y meterla en tu puta cama.
Me dirijo al pasillo para ir a por ella de nuevo. Se está cubriendo la nariz rota con la mano y la sangre roja inunda su rostro.
—Y yo te dije que me importaba una puta mierda lo que tú dijeras —ruge viniendo a mi encuentro—. ¡Me has roto la puta nariz! —grita otra vez.
Santana me va a matar.
Debería marcharme ya. Merece que le dé una buena paliza, otra vez, pero se va a poner furiosa cuando se entere.
—Tú me has hecho algo peor. ¡No paras de marear a mi novia! —le respondo.
—Santana no es tu novia, y eso no es nada comparado con todo lo que pienso marearla.
—¿Me estás amenazando?
—No lo sé, ¿tú qué crees?
Doy otro paso hacia ella y me sorprende cargando contra mí. Su puño impacta contra mi mandíbula y me tambaleo hacia atrás hasta que tiro una caja de madera llena de plantas, que caen al suelo mientras me recupero.
Ataca de nuevo con furia, pero esta vez bloqueo su golpe y me aparto a un lado.
—Pensabas que era una blandengue, ¿verdad? —Sonríe como una posesa y su boca ensangrentada avanza hacia mí—. Te creías muy dura,¿no? —Se ríe y se detiene para escupir sangre sobre las baldosas blancas del suelo.
La agarro de la tela de su bata de laboratorio y la empujo contra otra hilera de plantas, que caen al suelo al igual que nosotras. Me monto encima de ella para asegurarme de que no tenga el control. Veo con el rabillo del ojo que levanta el brazo, pero para cuando me doy cuenta de lo que está pasando, me estampa una de las pequeñas macetas contra la sien. 
Me quedo aturdida y parpadeo rápidamente para recuperar la visión.
Soy más fuerte que ella, pero por lo visto es mejor luchadora de lo que me había dejado creer.
Sin embargo, por nada del mundo pienso permitirle que saque lo peor de mí.
—De todos modos, ya me la he follado —me suelta mientras la agarro del pelo y le golpeo la cabeza contra el suelo. En estos momentos me importa una mierda si la mato o no.
—¡No, no lo has hecho! —grito.
—Claro que sí. Qué cosa tan estrechita —me provoca con voz ahogada cuando tengo las manos todavía en su rostro.
La golpeo en la sien y ella lanza un alarido. Por un breve momento considero agarrarla de la nariz rota para causarle aún más dolor. Patalea frenéticamente debajo de mí para intentar levantar mi cuerpo del suyo.
Imágenes de Dany tocando a Santana inundan mi mente y me llevan a un
estado de furia que no había alcanzado jamás.
Se agarra a mis brazos intentando apartarme de nuevo de encima.
—No volverás a tocarla en la vida —digo, y la cojo de la garganta.—.Si crees que vas a arrebatármela, te equivocas.
Le aprieto el cuello con más fuerza. Su rostro ensangrentado se vuelve rojo. Intenta hablar, pero sólo oigo jadeos entrecortados en el aire.
—¿Qué diablos está pasando aquí? —grita un hombre detrás de mí.
Cuando me vuelvo para mirar, Dany intenta agarrarme del cuello, pero eso no va a pasar. Un puñetazo en la mejilla basta para hacer que deje caer los brazos a los costados.
Una mano me agarra del brazo y me la quito de encima. 
—¡Llamad a seguridad! —grita la voz, y yo me apresuro a quitarme de encima de Dany. «Mierda.»
—No, no es necesario —digo, y me pongo de pie tambaleándome.
—¿Qué está pasando? ¡Sal de aquí! ¡Espera en la otra sala! —grita el hombre de mediana edad, pero yo no me muevo. Supongo que es un profesor. «Mierda.»
—Ha entrado aquí y me ha atacado —dice Dany, y empieza a llorar.
Empieza a llorar, literalmente.
Se cubre con la mano la nariz hinchada y torcida mientras se pone de pie. Tiene la cara ensangrentada y la bata blanca llena de manchas rojas. Su sonrisa de superioridad ha desaparecido.
—¡Ponte cara a la pared hasta que llegue la policía! ¡Lo digo en serio!
¡No te muevas ni un milímetro! —ordena con aire autoritario el hombre, señalándome.
Mierda, va a venir la policía del campus. Estoy jodida. ¿Por qué coño he tenido que venir aquí? Prometí que me mantendría alejada de ella si Santana también lo hacía.
Y ahora que he roto otra de mis promesas, ¿romperá ella la suya?
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 11:11 pm

Capítulo 119
Santana

 
Cuando pego el boli al papel, mi intención es escribir acerca de mi abuela, que dedicó su vida al cristianismo pero, sin saber cómo, el nombre de Brittany aparece en tinta negra.
—¿Señorita Lopez? —dice el profesor Soto con voz suave, aunque lo bastante fuerte como para que todos los de la primera fila lo oigan.
—¿Qué? —Levanto la vista y mi atención se dirige directamente a Ken.
«¿Qué hace el padre de Brittany aquí?»
—Santana, necesito que vengas conmigo —dice, y la rubia impertinente que tengo detrás dice «uuuh», como si estuviésemos en sexto de primaria.
Probablemente ni siquiera sepa que Ken es el rector de la facultad.
—¿Qué pasa? —le pregunta Ryder mientras yo me levanto y empiezo a recoger mis cosas.
—Hablamos fuera —señala Ken con voz insegura.
—Voy con vosotros —dice Ryder, y también se pone de pie.
El profesor Soto mira a Ken.
—¿Está usted de acuerdo?
—Sí, es mi hija —le dice, y nuestro profesor abre unos ojos como platos.
— Ah, disculpe. No lo sabía; y ¿ella es su hija? —le pregunta.
—No —responde Ken secamente. Parece preocupado, y está empezando a asustarme.
—¿Le ha ocurrido algo a...? —comienzo a decir, pero Ken me guía hacia la puerta con Ryder detrás de mí.
—Han arrestado a Brittany —explica en cuanto salimos.
Me quedo sin respiración.
—¿Qué?
—La han arrestado por pelearse y por destrozar una propiedad del campus.
—Dios mío —es lo único que consigo articular.
—¿Cuándo? ¿Por qué? —pregunta Ryder.
—Hace veinte minutos. Estoy haciendo todo lo posible para mantener este asunto bajo la jurisdicción del campus, pero ella no me lo está poniendo fácil.
Ken camina a toda prisa y casi tengo que correr para seguir su ritmo.
Me vienen a la cabeza un millón de preguntas: «¿Han arrestado a Brittany? Ostras, ¿por qué habrá sido? ¿Con quién se ha peleado?».
Sin embargo, ya sé la respuesta a esa última pregunta.
¿Por qué no ha podido dejarla correr por una vez en su vida? ¿Estará bien? ¿Irá a la cárcel? ¿A una cárcel de verdad? ¿Estará bien Dany?
Ken abre las puertas de su coche y los tres montamos en él.
—¿Adónde vamos? —pregunta Ryder.
—A la oficina de seguridad.
—¿Ella está bien? —pregunto.
—Tiene un corte en la mejilla y otro debajo de la oreja, o eso me han dicho. —¿«Te han dicho»? ¿Aún no has ido a verla? —inquiere Ryder.
—No, no he ido. Tiene uno de sus ataques de furia, así que sabía que  era mejor que fuera Santana primero —dice meneando la cabeza en mi dirección.
—Sí, buena idea —coincide Ryder.
Yo no digo nada.
¿Un corte en la cabeza y en la oreja? Espero que no le duela. Por favor, esto es una locura. Debería haber accedido a pasar el día entero con ella. De haberlo hecho, hoy no habría venido al campus.
Ken conduce a toda prisa por varias calles secundarias y, al cabo de cinco minutos, aparcamos delante de un pequeño edificio de ladrillo que alberga la oficina de seguridad del campus. Hay una señal de prohibido aparcar justo en el sitio donde ha estacionado, pero supongo que aparcar donde te da la gana es una de las ventajas de ser rector.
Los tres corremos al interior del edificio, y mis ojos empiezan a buscar a Brittany inmediatamente.
No obstante, antes de verla, la oigo...
—¡Me importa un carajo, no eres más que un gilipollas con una placa falsa! ¡Eres un segurata de centro comercial, capullo de mierda!... Rastreo su voz y giro por el pasillo en su busca. Oigo a Ken y a Ryder detrás de mí, pero lo único que me importa es llegar hasta ella.
Encuentro a varias personas reunidas... y entonces veo a Brittany  paseándose de un lado a otro en una pequeña celda. «Joder.» Lleva los brazos esposados a la espalda.
—¡Que os den a todos por el puto culo! —grita.
—¡Brittany! —brama su padre por detrás de mí.
Mi chica furibunda gira la cabeza al instante en mi dirección y abre unos ojos como platos en cuanto me ve. Tiene un buen corte justo debajo del pómulo, otro desde la oreja hasta la nuca y el pelo manchado de sangre.
—¡Estoy intentando que esto no vaya a peor y tu actitud no ayuda! —le grita Ken a su hija.
—¡Me tienen aquí atrapada como si fuera un maldito animal! ¡Esto es una mierda! ¡Llama a quien tengas que llamar y haz que abran esta puta reja! —grita Brittany intentando sacar las manos de las esposas.
—Para —le digo con el ceño fruncido.
Su actitud cambia al instante. Se calma un poco, aunque sigue igual de enfadada.
—Santana, tú ni siquiera deberías estar aquí. ¿De qué genio ha sido la idea de traerla? —silba Brittany a su padre y a Ryder.
—Ya basta —digo a través de los barrotes—. Tu padre está intentando ayudarte. Tienes que calmarte.
Esto no parece real, estar hablándole mientras está esposada y encerrada en una celda. No puede ser verdad. Pero esto es lo que pasa en el  mundo real. Si atacas a alguien, te arrestan, en el campus o donde sea. Cuando me mira a los ojos sé que puede ver lo mal que me siento por ella en estos instantes. Quiero pensar que ésa es la razón por la que por fin cede y asiente suavemente:
—Está bien.
—Gracias, Santana—dice Ken. Y después añade dirigiéndose a su hija
—: Dame cinco minutos para que vea lo que puedo hacer. Mientras tanto, tienes que dejar de gritar. Estás empeorando la situación para ti, y el lío que has organizado ya es bastante grande.
Ryder me mira, luego mira a Brittany y se marcha con Ken por el estrecho pasillo. Apenas llevo unos instantes aquí y ya detesto este lugar; todo es demasiado blanco y negro, y huele a lejía.
Los agentes de seguridad del campus sentados detrás de su mesa están hablando de sus cosas en este momento, o al menos han fingido hacerlo desde que el rector de la universidad ha aparecido para tratar con su hija.
—¿Qué ha ocurrido? —le pregunto a Brittany.
—Me ha arrestado la policía del campus —resopla.
—¿Estás bien? —le pregunto, desesperada por acariciarle la cara.
—¿Yo? Sí, estoy bien. Parece peor de lo que es —contesta, y cuando la examino más de cerca veo que tiene razón.
Los cortes no son profundos. En los brazos tiene algunos arañazos leves que, mezclados con la tinta negra, le dan un aspecto aterrador.
—¿Estás enfadada conmigo? —me pregunta con voz suave, a años luz de cómo sonaba hace unos instantes cuando le gritaba a la policía.
—No lo sé —respondo con sinceridad.
Claro que estoy enfadada, porque sé con quién se ha peleado... Bueno, no es difícil adivinarlo. Pero también estoy preocupada por Dany y quiero saber qué ha pasado para que haya acabado en este lío.
—No he podido evitarlo —dice, como si eso justificara sus acciones.
—Te dije en su día que no iría a verte a la cárcel, ¿lo recuerdas? — Frunzo el ceño y observo la celda en la que está atrapada.
—Esto no cuenta. No es una cárcel de verdad.
—A mí sí me lo parece —replico golpeando los barrotes de metal para mostrar a qué me refiero.
—No es una cárcel real, es sólo un calabozo de mierda en el que me retendrán hasta que decidan si llaman a la policía de verdad o no —dice lo bastante alto como para que los dos oficiales levanten la vista.
—Para ya. Esto no es ninguna broma, Brittany. Podrías meterte en un buen lío.
Pone los ojos en blanco.
Ése es el problema con ella: aún no se ha dado cuenta de que sus actos tienen consecuencias.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 11:18 pm

Capítulo 120
Santana

 
—¿Quién empezó? —pregunto, esforzándome por no sacar mis propias
conclusiones como de costumbre.
Brittany intenta mirarme a los ojos, pero aparto la mirada.
—He ido a buscarla después de acompañarte a clase —dice.
—Me prometiste que la dejarías en paz.
—Lo sé.
—Y ¿por qué no lo has hecho?
—Se pasó de la raya. Empezó a provocarme. Me dijo que habíais follado. —Me mira con absoluta desesperación—. No me estás mintiendo respecto a eso, ¿verdad? —pregunta, y casi pierdo la compostura.
—No pienso volver a contestar a esa pregunta. Ya te he dicho que no ha pasado nada entre nosotras, y aquí estás, volviendo a preguntármelo en una maldita celda —digo frustrada.
Pone los ojos en blanco y se sienta en el pequeño banco metálico del calabozo. Me está cabreando de verdad.
—¿Por qué has ido a buscarla? Quiero saberlo.
—Porque tenía que darle una paliza, Santana. Quería que supiera que no debe volver a acercarse a ti. Estoy harta de sus putos jueguecitos y de que crea que tiene posibilidades contigo. ¡Lo he hecho por ti!
Me cruzo de brazos.
—¿Cómo te sentirías tú si yo hubiera ido a buscarla después de haberte dicho que no lo haría? Creía que las dos estábamos intentando
hacer que esto funcionara, pero me has mentido descaradamente. Sabías que no ibas a cumplir tu parte del trato, ¿verdad?
—Sí, lo sabía, ¿vale? Pero eso ahora ya no importa, lo hecho hecho está —resopla como una niña furiosa.
—A mí sí me importa, Brittany. No paras de meterte en líos innecesariamente.
—Era muy necesario, San.
—¿Dónde está Dany? ¿También está en la cárcel?
—Esto no es una cárcel.
—Brittany...
—No sé dónde está, ni me importa, y a ti tampoco. No vas a acercarte a ella.
—¡Deja de ser así! ¡Deja de decirme lo que puedo o no puedo hacer! ¡No lo soporto, joder!
—¿Estás diciendo tacos? —replica con una sonrisa divertida.
¿Por qué le parece gracioso? Esta situación no tiene ninguna gracia.
Empiezo a alejarme de ella y la sonrisa desaparece de sus labios.
—Santana, vuelve —me pide, y me doy la vuelta.
—Voy a buscar a tu padre para ver qué pasa.
—Dile que se dé prisa.
Le gruño literalmente mientras me alejo. Piensa que porque su padre es el rector se va a ir de rositas y, sinceramente, espero que así sea, pero me pone de los nervios ver la poca importancia que le da a todo este asunto.
—¡¿Qué cojones miráis?! —la oigo gritarles a los policías, y me froto las sienes con los dedos.
Encuentro a Ken y a Ryder hablando con un hombre mayor de pelo cano y bigote. Lleva una corbata y unos pantalones negros de vestir, y por su porte diría que es alguien importante. Cuando Ryder advierte mi
presencia, se acerca a mí.
—¿Quién es ése? —le pregunto en voz baja.
—Es el decano.
—Eso es el vicerrector, ¿verdad?
Mi amigo parece preocupado.
—Sí.
—¿Qué pasa? ¿Qué dicen? —Intento escuchar la conversación, pero no oigo nada.
—Pues... la cosa no pinta bien. Ha habido muchos daños en el laboratorio donde estaba Dany. Estamos hablando de miles de dólares de desperfectos. Y, además, Dany tiene la nariz rota y una conmoción cerebral. Se la han llevado al hospital. Empieza a hervirme la sangre. No le ha dado a Dany una simple paliza. ¡Ha estado a punto de matarla!
—Además, Brittany tiró a un profesor al suelo. Una chica que va a la misma clase que Dany ya ha firmado una declaración en la que dice que Brittany iba buscándola. La cosa pinta muy mal. Ken está haciendo todo lo posible para evitar que Brittany vaya a la cárcel, pero no sé si será posible.
—Ryder suspira y se pasa los dedos por el pelo—. Lo único que evitará que la encarcelen es que Dany decida no presentar cargos. E, incluso así, no sé si será posible.
La cabeza me da vueltas.
—Expulsión —oigo decir al hombre de pelo cano, y Ken se frota la barbilla.
«¿Expulsión?» ¡No pueden expulsar a Brittany! Dios mío, esto es un desastre.
—Es mi hija —dice Ken en voz baja, y yo me acerco a hurtadillas a ellos.
—Lo sé, pero atacar a un profesor y destrozar bienes de la universidad no es ninguna tontería —repone el hombre.
Maldita sea Brittany y su temperamento.
—Esto es un desastre —le digo a Ryder, y él asiente hoscamente.
Quiero tirarme al suelo y echarme a llorar o, mejor aún, quiero entrar en la celda donde está encerrada Brittany y darle un puñetazo en toda la cara. Pero ninguna de esas dos cosas va a ayudar.
—¿Y si hablas con Dany y le pides que no presente cargos? —sugiere Ryder.
—Brittany se volvería loca si se enterara de que me he acercado a ella.
Aunque no debería hacerle caso. Ella no me lo hace a mí.
—Lo sé —responde Ryder—, pero no se me ocurre qué más sugerir.
—Supongo que tienes razón. —Miro de nuevo a Ken y me vuelvo en dirección al pasillo, hacia el lugar donde está Brittany.
Ella es mi principal prioridad, pero me siento fatal por lo que le ha hecho a Dany, y espero que la chica esté bien. Tal vez si voy a hablar con ella pueda convencerla de que no presente cargos. Eso al menos eliminaría un problema.
—¿Sabes a qué hospital la han llevado? —le pregunto a Ryder.
—Creo que me ha parecido oír que estaba en el Grandview.
—Vale. Bien, iré allí primero.
—¿Quieres que te acerque a tu coche?
—Mierda. Me ha traído Brittany.
Ryder se mete la mano en el bolsillo y me entrega las llaves del  suyo.
—Toma. Conduce con precaución.
Sonrío a mi mejor amigo.
—Gracias.
No tengo ni la menor idea de qué haría sin él pero, puesto que va a marcharse pronto, supongo que tendré que averiguarlo. Me
entristece pensarlo, pero aparto la idea de mi mente; ahora no puedo pararme a pensar en la marcha de Ryder.
—Yo iré a hablar con Brittany para contarle lo que está pasando.
—Gracias otra vez. —Le doy un fuerte abrazo.
Cuando llego a la puerta, la voz furiosa de Brittany retruena por el pasillo.
 —¡Santana! ¡Ni se te ocurra ir a verla! —grita.
Hago caso omiso y abro la puerta doble.
—¡Lo digo en serio! ¡¡¡Santana!!! ¡Vuelve ahora mismo!
El aire frío amortigua su voz cuando salgo. ¿Cómo se atreve a decirme lo que tengo que hacer de esa manera? ¿Quién se ha creído que es?
Está hecha un asco porque es incapaz de controlar su temperamento y sus celos. Estoy intentando ayudarla a solucionar esto. Tiene suerte de que no le haya dado un guantazo por haber roto su promesa. Joder, es
desesperante. Cuando llego al hospital Grandview, la mujer en el puesto de enfermería se niega a proporcionarme información sobre Dany. No me confirma si está aquí ni si ha venido en algún momento.
—Es mi novia, y necesito verla —le digo a la joven rubia de bote.
Hace un globo con el chicle y se enrosca un mechón de pelo en el dedo.
—¿Tu novia? ¿la chica lleno de tatuajes? —Se echa a reír, está claro que no me cree.
—Sí. Ésa mismo —digo en tono severo, casi amenazador, y me sorprende lo intimidante que puedo llegar a sonar.
Parece ser que funciona, porque se encoge de hombros y me indica:
—Por ese pasillo. Es la primera puerta a la izquierda —y se marcha.
Bueno, no ha sido tan difícil. Debería mostrarme así de contundente más a menudo. Sigo las instrucciones que me ha dado y llego a la primera puerta a la izquierda. Está cerrada, de modo que llamo despacito antes de entrar. Espero que no se haya confundido de habitación.
Dany está sentada en el borde de la cama del hospital. Sólo lleva puestos unos vaqueros y unos calcetines. Su cara...
—¡Dios mío! —exclamo sin remedio al verla.
Ya sabía que tenía la nariz rota, pero su aspecto es espantoso. La tiene totalmente hinchada, y los dos ojos morados. Su pecho está cubierto de vendajes. Sólo el conjunto de estrellas que lleva tatuadas debajo de la
clavícula está descubierto y sin cortes.
—¿Estás bien? —pregunto acercándome a la cama.
Espero que no esté enfadada conmigo por haber venido aquí, al  hospital; al fin y al cabo, todo esto es por mi culpa.
—No mucho —contesta tímidamente.
Exhala hondo y se atusa el pelo antes de abrir los ojos. A continuación da unas palmaditas sobre la cama a su lado y me acerco para sentarme junto a ella.
—¿Quieres contarme lo que ha pasado?
Dany me mira a los ojos con los suyos de color caramelo y asiente.
—Yo estaba en el laboratorio, no en el que estuvimos el otro día, sino en el de tejidos vegetales. De repente ha llegado y se ha puesto a decirme que me alejara de ti.
—Y ¿qué ha pasado después?
—Le he dicho que no le perteneces y me ha estampado la cabeza contra una barrera de metal.
Me encojo de dolor al oírlo y ver su nariz.
—¿Le has dicho que te acostaste conmigo? —le pregunto, sin saber si creérmelo o no.
—Sí, se lo he dicho. Y lo siento muchísimo, pero tienes que entender que me estaba atacando, y sabía que ésa era la única forma de detenerla.
Me siento como una imbecil por haber dicho eso, lo siento mucho, Santana.
—Me prometió que no te haría nada si me mantenía alejada de ti —le digo.
—Bueno, pues parece ser que ha vuelto a romper otra de sus promesas
—replica señalando su nariz.
Me quedo callada un minuto intentando reproducir la pelea en mi mente. Estoy furiosa con Dany por haberle dicho a Brittany que nos acostamos juntas, pero me alegro de que lo haya admitido y se haya
disculpado. No sé con cuál de las dos estoy más enfadada. Es difícil enojarse con Dany cuando la tengo aquí al lado, con tantas lesiones por mi culpa, y a pesar de eso sigue mostrándose amable conmigo.
—Lamento que esto siga sucediendo por mi culpa —le aseguro.
—No es culpa tuya. Es mía, y de ella. Ella sólo te ve como una especie de propiedad, y me saca de quicio. ¿Sabes qué me dijo? Que no debería «meterme con algo que es suyo»; así es como habla de ti cuando no estás delante, Santana—dice con voz sosegada y tranquila, muy distinta de la de Brittany.
A mí tampoco me gusta que piense que le pertenezco, pero me preocupa que los demás también lo vean. Brittany no es capaz de dominar sus emociones, y nunca había tenido una relación.
—Sólo está siendo territorial.
—No puedo creer que la estés defendiendo.
—No es eso. No sé qué pensar. Está en la cárcel... Bueno, está en una celda en el campus, y tú estás en el hospital. Todo esto es demasiado para mí. Sé que no debería quejarme, pero estoy harta de tanto drama todo el tiempo... Cada vez que siento que puedo respirar tranquila, pasa algo que lo fastidia. Me estoy asfixiando.
—Ella te está asfixiando —me corrige.
No es sólo Brittany. Es todo: esta facultad, la traición de mis supuestos amigos, Brittany, Ryder me abandona, mi madre, Dany...
—Esto me lo he hecho a mí misma.
—Deja de culparte por sus errores —responde Dany algo irritada—.
Hace estas cosas porque no le importa nadie que no sea ella. Si le importaras, no habría venido a por mí y no habría roto su promesa. No te habría dejado plantada la noche de su cumpleaños... Podría ponerte mil ejemplos.
—¿Me escribiste mensajes desde su móvil?
—¿Qué? —Apoya la mano en la cama para acercarse a mí—. ¡Joder!
—Silba de dolor.
—¿Necesitas algo? ¿Llamo a una enfermera? —le ofrezco, distrayéndome momentáneamente de mi pregunta.
—No, voy a vestirme para largarme de aquí. Deben de estar terminando de prepararme el alta. Bueno, ¿qué decías de unos mensajes?
—pregunta.
—Brittany cree que fuiste tú quien me escribió unos mensajes la noche
de su cumpleaños fingiendo ser ella para que pensara que iba a venir cuando ella no sabía nada.
—Está mintiendo. Yo jamás haría algo parecido, y lo sabes.
—No lo sé, ella cree que estás intentando hacer que la odie o algo así.
La mirada de Dany es tan intensa que me siento obligada a apartar la mía.
—Eso ya lo está consiguiendo ella solita, ¿no?
—No —le contesto. Por muy enfadada que esté con ella y por mucho que me estén confundiendo las palabras de Dany, quiero defender a Brittany.
—Sólo dice eso para que pienses que soy una especie de villana o algo así, cuando no lo soy. Yo siempre he estado ahí para ti cuando ella no estaba. Ni siquiera es capaz de cumplir las promesas que te hace. Ha entrado en el laboratorio y me ha atacado, ¡a mí y a un profesor! No paraba de decir que iba a matarme, y lo he creído. Si el señor Sutton no hubiera aparecido, lo habría hecho. Ya sabe que puede conmigo, me ha golpeado en numerosas ocasiones. —Dany tiembla y se pone de pie. Coge su camiseta verde de la silla y levanta los brazos para ponérsela.
—. Mierda. —Se le cae al suelo.
Me levanto de la cama para ayudarla y recojo la camiseta.
—Levántalos todo lo que puedas —digo, y ella alza los brazos hacia adelante para ayudarme a vestirla.
—Gracias. —Intenta sonreír de nuevo.
—¿Qué es lo que más te duele? —le pregunto, evaluando su rostro hinchado otra vez.
—El rechazo —responde tímidamente.
«Touchée.»
Bajo la vista y empiezo a quitarme las pielecitas de alrededor de las uñas.
—La nariz —añade para quitarle peso al asunto—. Cuando me la han colocado en su sitio.
—¿Vas a presentar cargos contra ella? —Por fin le hago la pregunta que he venido a hacerle.
—Sí.
—Por favor, no lo hagas —le suplico mirándolo a los ojos.
—Santana, no me pidas eso. No es justo.
—Lo sé. Lo siento, pero si presentas cargos irá a la cárcel, a la cárcel de verdad.
La sola idea hace que sienta pánico de nuevo.
—Me ha roto la nariz y tengo una conmoción; si me llega a estampar
la cabeza contra el suelo una vez más, me habría matado.
—No estoy diciendo que lo que ha hecho esté bien, pero te lo ruego, por favor,Dany.  Ya va a tener problemas en la universidad. Sé que está muy mal que te pida esto pero, por favor, al menos piénsalo.
—Y ¿tú qué vas a hacer? —me pregunta.
—No lo sé, me están pasando muchas cosas últimamente y no puedo pensar con claridad —admito.
—Está bien —suspira—. No presentaré cargos contra ella pero, por favor, prométeme que pensarás en todo esto. Que pensarás en lo fácil que podría ser tu vida sin ella, Santana. Me ha atacado sin ningún motivo, y aquí estás tú limpiando su mierda, como siempre —dice claramente irritada.
Y no se lo reprocho. Estoy usando sus sentimientos en su contra para persuadirla de que no presente cargos contra Brittany.
—Lo haré. Muchísimas gracias —le digo, y Dany asiente.
—Ojalá me hubiera enamorado de alguien que pudiera corresponderme —añade en un tono tan bajo que apenas si puedo oírla.
¿«Enamorada»? ¿Dany está enamorada de mí? Sabía que sentía algo...

Pero ¿amor? Su pelea con Brittany, y la razón por la que está en el hospital en estos momentos, ha sido por mi culpa. Pero ¿me quiere? Tiene novia, y yo no paro de romper y de volver con Brittany. La miro y rezo para que sea la medicación la que habla por ella.__
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 11:21 pm

Capítulo 121
Brittany

 
—Te veo en casa, Santana—dice Ryder cuando ella y yo bajamos del coche de mi padre y nos dirigimos caminando al mío. Lo miro y farfullo un bonito «que te den» por lo bajini.
—Déjalo en paz —me advierte Santana, y se mete en el interior de mi vehículo.
Cuando entro, enciendo la calefacción y la miro con ojos de agradecimiento.
—Gracias por venir a casa conmigo, aunque sólo sea esta noche.
Ella asiente y apoya la mejilla contra la ventana.
—¿Estás bien? Siento lo que ha pasado, es que... —empiezo.
Ella suspira y me interrumpe:
—Sólo estoy cansada.
Dos horas más tarde, Santana está profundamente dormida en la cama,
abrazada a mi almohada en posición fetal. Está increíblemente guapa hasta cuando está enferma. Aún es pronto para que me acueste, así que me acerco al armario y cojo la copia de Orgullo y prejuicio que me ha
regalado. Hay muchas más cosas de las que pensaba subrayadas en amarillo, así que me tumbo a su lado de nuevo y empiezo a leer los pasajes marcados. Uno de ellos me llama la atención:
«A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto.
Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano, y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia».
Ése es sin duda de nuestros primeros días. Ahora me la imagino, enfadada y nerviosa, sentada en la pequeña cama de la residencia, rotulador y novela en mano. La miro y me río ligeramente a su costa. Ojeo las páginas y empiezo a ver un patrón: me odiaba. Ya lo sabía, pero que me lo recuerden se me hace raro de cojones: «Tienes ante ti una triste disyuntiva, Elizabeth. A partir de hoy serás
una extraña para uno de tus padres. Tu madre te repudiará si no te casas con el señor Collins, y yo te repudiaré si te casas con él».
Su madre y Sam.
«La gente irritada no suele actuar con sabiduría.»
No podría ser más cierto...
«No he tenido el placer de entenderte.»
Yo tampoco me entendía a mí misma, ni me entiendo ahora.
«Podría fácilmente perdonarle su orgullo si no hubiese mortificado el mío.»
Esto lo subrayó el día que le dije que la quería y después lo retiré.
Estoy convencida.
«Debo aprender a humillarme ante mi propia suerte. Debo comprender que soy más feliz de lo que merezco.»
Eso es más fácil decirlo que hacerlo, San.
«El que fuese aficionado al baile era verdaderamente una ventaja a la
hora de enamorarse.»
La boda. Lo sé. Recuerdo cómo me sonreía y cómo fingió que no le había hecho daño cuando la pisé.
«Todos sabemos que es un hombre orgulloso y desagradable; pero eso no tiene nada que ver si a ti te gusta.»
Esto todavía podría aplicarse. Ryder podría decirle algo así a Santana; probablemente lo haya hecho ya.
«Hasta este momento no me conocía a mí misma.»
No sé a cuál de los dos se aplica esto más.
«—Creo que en todo individuo hay cierta tendencia a un determinado mal, a un defecto innato, que ni siquiera la mejor educación puede vencer.
»—Y ese defecto es la propensión a odiar a todo el mundo.
»—Y el suyo —respondió él con una sonrisa— es el interpretar mal a todo el mundo intencionadamente.»
Cada parte que leo es más cierta que la anterior mientras voy retrocediendo de nuevo hacia la primera parte de la familiar novela.
«No está mal, aunque no es lo bastante guapa como para tentarme; y no estoy de humor para hacer caso a las jóvenes que han dado de lado otros.»
Una vez le dije a Santana que no era mi tipo, menuda cretina fui. Por favor, sólo hay que mirarla. Es el tipo de cualquiera, incluso aunque sean demasiado estúpidos como para darse cuenta al principio. Paso las páginas y ojeo las innumerables líneas subrayadas que nos retratan a nosotras y expresan sus sentimientos por mí. Éste es, sin duda, el mejor regalo de mi vida. «Ha embrujado usted mi cuerpo y mi alma.»
Una de mis frases favoritas. Un día la empleé con ella cuando se vino aquí a vivir. Arrugó la nariz cuando la usé de esa manera tan cursi, se rio de mí y me lanzó un trozo de brócoli. Siempre me está tirando cosas.
«Pero la gente cambia tanto que siempre hay en ellos algo nuevo que observar.»
He cambiado a mejor, por ella, desde que la conocí. No soy perfecta, joder, ni mucho menos, pero podría llegar a serlo algún día.
«No le era difícil conjeturar lo poco estable que había de ser la felicidad de una pareja unida únicamente porque sus pasiones eran más fuertes que su virtud.»
Ésta no me gusta nada. Sé exactamente qué le pasaba por la cabeza cuando la estaba subrayando. Continúo...
«La imaginación de una dama va muy rápido y salta de la admiración al amor y del amor al matrimonio en un momento.»
Al menos, no es sólo la mente de Santana la que hace esas putas locuras.
«Sólo el amor más profundo me hará contraer matrimonio...»
Ha dejado el resto de la frase sin subrayar, la parte que dice: «... es por eso por lo que terminaré soltera».
«Sólo el amor más profundo me hará contraer matrimonio.» Hum...
No estoy segura de si eso funcionará conmigo. Es imposible que sienta un
amor más profundo que el que siento por esta chica, pero eso no cambia mi opinión con respecto al matrimonio. La gente ya no se casa por los motivos adecuados, aunque no es que antes tampoco lo hicieran. En el pasado lo hacían por estatus social o por dinero, y ahora la gente sólo lo hace para no sentirse solos y desgraciados, dos cosas que casi todas las personas casadas sienten de todos modos.
Dejo el libro sobre la mesilla de noche, apago la luz y apoyo la cabeza directamente sobre el colchón. Quiero recuperar mi almohada, pero Santana la tiene bien agarrada, y no quiero ser una egoista y molestarla.
—¿Podrías, por favor, dejar de ser tan cabezota y venir a Inglaterra
conmigo? No puedo vivir sin ti —le susurro mientras duerme, y acaricio con el pulgar la cálida piel de su mejilla.

Estoy deseando dormir otra vez, dormir de verdad con ella a mi lado.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 11:25 pm

Capítulo 122
Santana

 
Cuando me despierto, Brittany está repanchingada en la cama, con un brazo sobre la cara y el otro colgando por el borde del colchón. Su camiseta está empapada en sudor y yo me doy asco a mí misma. Le doy un beso rápido en la mejilla y corro al cuarto de baño.
Cuando vuelvo de ducharme, ya está despierta, como si hubiese estado esperándome. Se incorpora y se apoya sobre un codo.
—Tengo miedo de que me expulsen —dice.
Su voz me sorprende, pero su confesión me sorprende todavía más.
Me siento a su lado en la cama y ella ni siquiera intenta quitarme la toalla que envuelve mi cuerpo.
—¿Ah, sí?
—Sí. Sé que es una idiotez... —empieza.
—No, no es una idiotez. Cualquiera tendría miedo. Yo lo tendría. No pasa nada por tenerlo.
—¿Qué voy a hacer si ya no puedo volver a la WCU?
—Ir a otra universidad.
—Quiero volver a casa —dice, y se me cae el alma a los pies.
—Por favor, no lo hagas —le pido en voz baja.
—Tengo que hacerlo, Santana. No puedo permitirme estudiar si mi padre no es el rector.
—Encontraremos la manera.
—No, éste no es tu problema.
—Sí lo es. Si te vas a Inglaterra, no nos veremos nunca.
—Tienes que venir conmigo, Santana. Sé que no quieres, pero tienes que hacerlo. No puedo estar lejos de ti otra vez. Ven, por favor. —Sus palabras están tan cargadas de sentimiento que no puedo encontrar los míos.
—Brittany, no es tan fácil.
—Sí lo es. Es fácil. Podrías encontrar un trabajo allí haciendo exactamente lo mismo que estás haciendo ahora, y seguramente ganarías más dinero y podrías ir a una universidad mejor.
—Brittany... —Vuelvo a fijar la vista en su piel desnuda.
Suspira.
—No hace falta que lo decidas ahora mismo.
Estoy a punto de decirle que haré las maletas y me iré a Inglaterra con ella, pero no puedo. De momento, como soy cobarde, voy a posponer la noticia de mi traslado a Seattle para otro día. Mientras, me tumbo de lado y ella me rodea con sus brazos.
Por una vez ha conseguido que vuelva a meterme en la cama con ella por la mañana. Para mí reconfortarla está por encima de mi rutina.
—El dueño, Drew, es un poco gilipollas, pero bastante legal —me informa Brittany mientras nos aproximamos al pequeño edificio de ladrillo.
Una campana suena por encima de mi cabeza cuando me abre la puerta y ambas entramos en el establecimiento. Rachel está sentada en una silla de piel, y Quinn está hojeando lo que parece ser... ¿un libro de tatuajes?
—¡Ya era hora! —Rachel da una patada en al aire en nuestra dirección y Brittany atrapa su bota en el aire antes de que me dé
—Veo que ya estás dando por saco...
 —Pone los ojos en blanco e intenta guiarme hasta Quinn, pero yo me suelto de su mano y me coloco cerca de Rachel.
—Quiere estar conmigo —le dice, y ella la fulmina con la mirada pero no replica.
Se queda junto a Quinn unos metros más allá, coge un libro negro como el que ella tiene en las manos y lo hojea a su vez.
—No te había visto nunca por aquí. —El tipo me mira mientras limpia la piel del vientre desnudo de Rachel con una toalla.
—Es que nunca había venido —respondo.
—Yo soy Drew, el dueño del estudio.
—Encantada. Soy Santana.
—¿Vas a hacerte algo hoy? —Sonríe.
—No —responde Brittany por mí envolviendo mi cintura con los
brazos.
—¿Está contigo, Pierce?
—Sí.
Brittany me estrecha más contra sí. Es evidente que está haciendo un paripé. Me ha dicho que Drew era un poco gilipollas, pero a mí no me lo parece en absoluto. Da la impresión de ser bastante majo.
—Muy bien, chica. Ya era hora de que te echaras novia.
—Drew se echa a reír. Brittany se relaja un poco, pero sigue rodeándome.
—. ¿Por qué no te haces algo?
Un zumbido inunda el espacio. Bajo la vista hacia el estómago de Rachel y me quedo mirando fascinada cómo la pistola de tatuar se desliza lentamente por su piel. Drew limpia el exceso de tinta con una toalla y
continúa.
—Pues a lo mejor sí me hago alguno —le contesta Brittany.
Me vuelvo hacia ella y me mira a los ojos.
—¿En serio? ¿Qué quieres hacerte? —le pregunto.
—No lo sé todavía, algo en la espalda.
La espalda de Brittany es la única parte de su cuerpo que está completamente libre de tatuajes.
—¿De verdad?
—Sí. —Apoya la barbilla en mi cabeza.
—Y, hablando de hacerte algo, ¿dónde cojones están tus piercings? —pregunta Drew, sumergiendo la pistola en un pequeño vasito de plástico lleno de tinta negra.
—Ya no los necesito —responde, y se encoge de hombros.
—Como me haga un desastre porque no paras de hablar con ella, me lo vas a pagar tú —le advierte Rachel mirándola, y me echo a reír.
—No pienso pagar por esa mierda —dicen Brittany y Drew al unísono.
Quinn se reúne por fin con nosotras. Acerca una silla para sentarse junto a Rachel y la coge de la mano. Observo la pequeña bandada de pájaros recién dibujados en la piel de mi amiga. La verdad es que es bastante bonito, la ubicación y todo.
—¡Me encanta! —Sonríe, y le devuelve a Drew el espejo antes de  incorporarse.
—¿Qué vas a hacerte, Brittany? —le pregunto en voz baja.
—Tu nombre —dice sonriendo.
Estupefacta, me aparto de ella con la boca abierta hasta el suelo.
—¿No te gustaría? —me pregunta.
—¡No! ¡Dios mío, no! No lo sé, eso es una locura —susurro.
—¿Una locura? No tanto, es una manera de demostrarte que estoy comprometida contigo y que no necesito ningún anillo ni ninguna
propuesta de matrimonio para que siga siendo así.
Habla con rotundidad, y ya no sé si está de broma o no. ¿Cómo hemos podido pasar de las bromas a los compromisos y el matrimonio en menos de tres minutos? Así son las cosas siempre entre nosotras, por lo que supongo que ya debería estar acostumbrada.
—¿Preparada, Brittany?
—Claro.
Se aparta de mí y se quita la camiseta.
—¿Una frase? —sugiere Drew, expresando mis propios pensamientos.
—Quiero que cubra la parte superior de mi espalda y que diga: «Ya nada podrá separarme de ti». Que mida más o menos tres centímetros de alto, y hazlo a mano, con esa letra que mola —dice Brittany, y se vuelve de espaldas a Drew.
«Ya nada podrá separarme de ti...»
—Brittany, ¿podemos hablar de esto un momento, por favor? —le pregunto.
Estoy convencida de que se ha enterado de mis planes de ir a Seattle y me está provocando con lo del tatuaje. La frase que ha escogido es perfecta, pero cruelmente irónica teniendo en cuenta que he estado
evitando contarle lo de mi traslado.
—No, San, quiero hacerlo —dice quitándole importancia. 
—Brittany, no creo que...
—No es para tanto, Santana, no es mi primer tatuaje —bromea.
—Pero es que...
—Como no te calles, me tatuaré tu nombre y tu número de la Seguridad Social en toda la espalda —me amenaza riéndose, aunque tengo la sensación de que sería capaz de hacerlo.
Me quedo callada intentando pensar en algo que decirle. Debería  espetárselo ahora mismo antes de que la pistola toque su piel limpia. Si espero más...
El zumbido de la pistola suena de nuevo y la tinta negra empieza a tatuar la espalda de Brittany.
—Ahora ven aquí y dame la mano —dice sonriendo con suficiencia mientras me tiende la suya.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Ago 01, 2016 11:27 pm

Capítulo 123
Brittany

 
Santana me coge la mano tímidamente y yo tiro de ella hacia mí.
—Deja de moverte —me ordena Drew.
—Perdona.
—¿Te duele? —pregunta ella con voz suave.
La inocencia de su mirada aún me sigue dejando perpleja. Ayer estaba de rodillas, y veinticuatro horas después me está hablando como si le hablara a una niña herida.
—Sí, muchísimo —miento.
—¿De verdad? —La preocupación invade su rostro.
Me encanta la sensación de la aguja transfiriendo la tinta a mi piel; ya
no me duele, me relaja.
—No, cariño, no duele —le aseguro, y Drew, como el buen gilipollas que es, finge que le dan arcadas.
Santana se ríe, y yo le saco el dedo. No pretendía llamarla cariño ahora, no delante de él, pero me importa una mierda lo que Drew piense, y sé perfectamente que él está enamorado hasta las trancas de la chica con la que tuvo un hijo hace tan sólo unos meses, así que no es quién para decirme nada.
—No me puedo creer que estés haciendo esto —dice Santana mientras Drew extiende una pomada sobre el nuevo tatuaje.
—Ya está hecho —le recuerdo, y ella parece preocupada mientras mira la pantalla de su móvil.
Espero que no le dé demasiada importancia a este tatuaje; no es para tanto. Tengo un montón de ellos. Éste me lo hago por ella, y espero que le haga ilusión. A mí me la hace.
—¿Adónde coño han ido Rachel y Quinn? —digo mirando por la ventana del estudio para ver si veo el pelo rojo de ella.
—¿Vamos a la puerta de al lado a ver si están? —sugiere Santana después de que le pague a Drew y le prometa volver para dejar que me tatúe la espalda entera.
Casi le arranco los dientes de un puñetazo cuando le sugiere a Santana que se haga un piercing en el ombligo.
—Creo que uno en la nariz me quedaría bien —sonríe ella mientras salimos.
Me río al imaginármela y rodeo su cintura con el brazo mientras un hombre con barba pasa por nuestro lado. Lleva los vaqueros y los zapatos sucios, y su grueso jersey está todo mojado en la pechera. Por el olor, diría que es vodka. Santana se detiene a mi lado y el hombre hace lo mismo. La coloco detrás de mí sin brusquedad. Como este puto vagabundo borracho se acerque a ella, le...
Lo que Santana dice a continuación lo expresa con una voz tan suave que casi parece un susurro, y yo me quedo mirando confundida cómo el color desaparece de su rostro.

—¿Papá?




ESTA HISTORIA CONTINUARA SI USTEDES LO DESEAN.........
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Mensaje por JVM Mar Ago 02, 2016 1:06 am

Obviamente tienes que continuarla !!!! Jajajaja
Omg !!!!! Pues las cosas creo van avanzando poco a poco, si bien Britt rompió la promesa de Danny la verdad se lo merecía. Y San aun sin decirle sus planes en Seattle , ojala le diga pronto y no se vaya a enterar por otro lado. También espero que no expulsen a Britt.
Y bueno apareció el papá de San, no de la mejor manera... Haber como les va si hablan o sigue sin ser parte de su vida.
Gracias y esperó que estés mejor, saludos :)
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ago 02, 2016 3:14 am

JVM escribió:Obviamente tienes que continuarla !!!! Jajajaja
Omg !!!!! Pues las cosas creo van avanzando poco a poco, si bien Britt rompió la promesa de Danny la verdad se lo merecía. Y San aun sin decirle sus planes en Seattle , ojala le diga pronto y no se vaya a enterar por otro lado. También espero que no expulsen a Britt.
Y bueno apareció el papá de San, no de la mejor manera... Haber como les va si hablan o sigue sin ser parte de su vida.
Gracias y esperó que estés mejor, saludos :)

Gracias Gracias , jjajajajajaj claro que la continuare, pero dejare avanzar un poco la Adaptacion de LA JEFA, ya que se que hay personas que leen pero no dejan comentarios asi que para mis lectoras que comentan y para las que no  no puedo dejar esto a medias.

Quiero que Britt le termine de romper la cara a Dany, ojala no haya mas consecuencias.  
En cuanto al padre de Santana no se que viene a pintar a media historia pero recuerda es el tercer libro, mas o menos 123 cap. y luego la cuarta.  espero esten listas, para lo que viene.

Gracias, por tu comentario, voy un poco mejor,  sino como crees que subiria tantos cap.  MI hermano me ha instalado un programa para hacer correcciones mediante la voz asi que ha sido muy util aunque a veces me hace cochinadas en mis adaptaciones, a veces sustituyo mi mano por un lapiz  aunque lento pero he avanzado.....
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Mensaje por 3:) Mar Ago 02, 2016 6:40 am

Si que le dio la paliza de la vida a dani y súper bien merecido... El que avisa no traiciona...
Inglaterra otra vez??. Ya se lo tiene que decir santana que no va a ir con ella antes que se entere por otro lado....
Me encanta el lado tierno de Brito... Me encanto el tatoo.
Ovbio qieiero la tercera parte!!!...
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Mensaje por micky morales Mar Ago 02, 2016 8:09 pm

Bueno, espero que britt se tome bien lo del traslado, aunque conociendola no lo creo mucho, en cuanto a dani, bien merecido se lo tenia, ojala no expulsen a britt, hasta pronto!!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ago 02, 2016 8:41 pm

Nota: chicas la  tercera parte se titula  ALMAS PERDIDAS SE ME HABIA OLVIDADO MENCIONARLO 

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Mensaje por JVM Mar Ago 02, 2016 9:47 pm

Ok, me parece bien mientras a avanzar con la jefa ;)
Y bueno el próximo libro resolverá muchas dudas jajajaja. Haber que pasa con Danny y la noticia que aun no le dice San a Britt, y sobre todo con su papá :o
Y que bueno que tu hermano te ayudó con el programa aunque como dices a veces por voz te cambia las cosas, pero ha de ser de mucha ayuda. Espero que sigas mejorando y gracias por el próximo libro y todas las historias!
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